Ricardo Sánchez Serra
En el mes de octubre del año 2014, apareció el hacker Chris Coleman publicitando documentos secretos del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino de Marruecos, develando el fango y la podredumbre en que se encontraba la diplomacia de ese país.
Sus revelaciones superan los Wikileaks de Assange y las confidencias de Snowden, por el detalle de cómo la diplomacia marroquí, para lograr sus objetivos de apoderarse del Sáhara Occidental, desprestigiar al Frente Polisario único representante del pueblo saharaui reconocido por la ONU- y a Argelia, recurre a múltiples acciones delictivas.
Jamás se dudó de la autenticidad de los documentos marroquíes, ni las propias autoridades marroquíes lo desmintieron.
Las publicaciones de los documentos clasificados y encriptados marroquíes, fueron como la lava de un volcán que invade todo el mundo causando conmoción, porque se descubrieron cómo sobornaban a altos funcionarios de las Naciones Unidas, de la ACNUR y Alto Comisionado para Refugiados; e, incluso, espionaje en las oficinas del secretario general de la ONU, Bank Ki-moon. Según los documentos revelados por Coleman, el cerebro de esto era el embajador Omar Hilale, actual representante de Marruecos en la ONU.
Asimismo, se mencionaba cómo compraban a periodistas, políticos, intelectuales y congresistas e incluso gobiernos de varias partes del mundo. Por una parte, la política del sobre (dinero) y, por otra, la diplomacia del fosfato y la arena (regalar esos productos a países para que retiren las relaciones diplomáticas con los saharauis o para que no los reconozcan); incluyendo los innumerables sobornos en forma de viajes y la compra de conciencias para que hablen a favor de Marruecos en comisiones ONU y en el propio Marruecos. Igualmente, los gastos en lobbies en Estados Unidos y en Francia.
Grave fue, igualmente, el descubrimiento de las relaciones de los servicios secretos marroquíes con el terrorismo islamista en Mauritania y operaciones terroristas en Libia y Túnez.
Gracias a un intercambio de tuits entre el suscrito y Coleman, se pudo conocer sobre los documentos que la embajada de Marruecos en Lima enviaba a su Cancillería y pudimos descubrir que la embajadora marroquí Oumama Aouad realizaba espionaje en el Perú o intervenía en nuestros asuntos internos.
Ella enviaba a su Gobierno documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Congresos peruanos, sin haberlos solicitado oficialmente, contraviniendo la Convención de Viena; y como ya está por terminar su función diplomática, sería ignominioso que protocolarmente la Cancillería condecore a Aouad, además que engañó durante toda su estadía que habría inversiones marroquíes en el Perú y no las hubo. Mucha política de la mecedora.
Chris Coleman hizo un favor a la humanidad: ya sabemos cómo opera Marruecos. Publicó miles de documentos. Él apareció varias veces en Twitter y Facebook y lo desaparecieron también. Se dice que era un marroquí disgustado, un saharaui o el servicio secreto francés. ¿Lo sabremos algún día?
@sanchezserra
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