En 1960 España reconoció que el Sáhara era un territorio no autónomo, un movimiento previo a la independencia futura. Por otro lado, la ocupación española resultaba ruinosa: el gasto de España por habitante saharaui casi cuadruplicaba al de la media de los demás españoles. A partir de 1965, la ONU exigió cada año la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara. Enviaron observadores y comprobaron que el sentimiento absolutamente mayoritario de la población saharaui era el de convertirse en un país independiente. Pero Marruecos lo que quería era apoderarse del Sáhara (aunque nunca había sido un territorio sometido al sultanato de Marruecos), no impulsar la independencia de una nueva nación.
En abril de 1973 nacía el Frente Polisario, que realizó algunas acciones armadas contra las fuerzas españolas, pero pronto se dieron cuenta sus integrantes de que el verdadero enemigo eran Marruecos y su política anexionista. Esta acabó cristalizando en lo que se conoció como Marcha Verde. Reforzando su presión, el rey Hasán II pasó el 15 de octubre de 1975 a reivindicar como territorios marroquíes Ceuta, Melilla, los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera y las islas Chafarinas. Un día después, el Tribunal Internacional de la Haya publicó un dictamen en el que se establecía que no existía “ningún lazo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara Occidental y el reino de Marruecos o el complejo mauritano”. Por lo que consideraba que debía celebrarse el referéndum propugnado por España. Apenas unas horas después de publicarse el dictamen, Hasán II anunció que 350.000 civiles marroquíes protegidos por el ejército iban a dirigirse hacia el Sáhara. El 6 de noviembre, la Marcha Verde invadió el Sáhara. Hasán II aprovechaba así la debilidad de un gobierno español dirigido por un Franco agonizante. Entre los civiles circulaban columnas militares armadas con blindados y autoametralladoras. Finalmente, el gobierno español claudicó.
Entre el 12 y el 14 de noviembre se negociaron los denominados Acuerdos de Madrid. España se comprometía a ceder el Sáhara y Marruecos a reconocer los derechos de pesca en la zona (los pesqueros españoles llevaban siglos faenando por allí) de ochocientos barcos españoles y a otros ochocientos en el resto de la costa atlántica y mediterránea por una duración de veinte años. Una vez más, Marruecos, igual que cuando se abandonó Ifni, incumplió los compromisos, y los apresamientos de pesqueros y el encarcelamiento de sus tripulaciones pasaron a ser habituales. Mientras tanto, la entrada del ejército marroquí en el Sáhara revistió auténtico carácter de genocidio. Para empezar, machacaron a cerca de cuarenta mil civiles –en su mayoría ancianos, mujeres y niños– con napalm y fósforo blanco. A ello se sumaron las ejecuciones sumarias, los saqueos, las violaciones de las saharauis ante sus familiares, las torturas…
El siguiente objetivo marroquí, al que nunca han renunciado ni renunciarán, es la expulsión de España de las ciudades de Ceuta y Melilla. Solo esperarán el momento más propicio para pasar de nuevo a la ofensiva. Desde que Marruecos accedió a la independencia, tanto durante el reinado de Hasán II como en el actual de Mohamed VI, han sido recurrentes las reivindicaciones del reino alauita sobre la soberanía de esas ciudades españolas. Los marroquíes han estado utilizando diversas armas de presión, además de la ruptura de los acuerdos pesqueros: entre ellas, la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, dos grandes negocios respecto de los que las autoridades marroquíes no han cumplido con su deber de controlarlos, sino que en repetidas ocasiones han actuado en connivencia con las respectivas mafias.
En noviembre de 1978, el pesquero canario Cruz del Mar fue atacado. El modus operandi del asalto al pesquero no coincidía con otros ataques a pesqueros que sí reivindicó el F. POLISARIO. Según El País del 11 de noviembre de 1979, « cuando se analizaron las características del ataque, la zona en donde se llevó a cabo y, sobre todo, la rentabilidad política del mismo, un amplio sector de la opinión pública canaria dirigió sus sospechas hacia Marruecos; el Cruz del Mar había sido abordado en aguas controladas por la Armada real marroquí -al parecer realizaban maniobras en ellas durante aquellos días-, y muy lejos del escenario donde el Frente Polisario protagonizó sus acciones anteriores. Por otro lado, observadores políticos explicaron que el atentado se producía cuando existían síntomas de un acercamiento entre el partido gubernamental español, la UCD, y representantes del pueblo de la antigua colonia ».
A esto se añade que en 1975, Marruecos perpetró multitud de atentados terrorista en El Aaiún que atribuyó al Frente, con lo cual la táctica no era nueva. Entre las víctimas de estos atentados terroristas cometidos por los servicios secretos marroquíes figuran dos niños, hijos de Ahmed Brahim Bachir, un saharaui que era procurador en las Cortes Españolas conocido con el apodo de Cabo Juby.
2001 fue un año especialmente tenso. Entre los días 19 y 22 de agosto doscientos municipios andaluces celebraron distintos referendos en favor de la independencia del Sáhara. En respuesta, el día 27 el embajador marroquí en Madrid fue llamado a consultas y se cancelaba una cumbre prevista al más alto nivel. El 12 de noviembre el ministro marroquí de Asuntos Exteriores reivindicaba los “derechos de soberanía sobre Ceuta y Melilla”. El entonces torpe jefe de la oposición en España, Rodríguez Zapatero, viajó a Marruecos en lo que entendió como un gesto conciliador. Mientras el gobierno español desautorizaba el viaje, los marroquíes obligaron a Zapatero de manera humillante a posar ante los fotógrafos debajo de un mapa en el que Ceuta, Melilla y las Canarias aparecían como territorios pertenecientes a Marruecos.
El gobierno de Aznar mantuvo, pese a todo, su posición favorable a la celebración de un referéndum en el Sáhara Occidental. Marruecos volvió a utilizar la presión, esta vez recurriendo a una agresión armada: la invasión de la isla de Perejil, de soberanía española, situada en aguas del Estrecho. Si España no hubiera respondido, resultaba evidente que aquello habría sido interpretado por Marruecos como un signo de debilidad más por parte española que allanaba el camino a las futuras iniciativas que Marruecos pudiera tomar para “recuperar” Ceuta y Melilla. Afortunadamente, España respondió y recuperó de manera incruenta el islote.
¿Se conformó el reino alauita?
El 11 de marzo de 2004 estallaron diez bombas en los trenes de cercanías de Madrid. Otras dos se desactivaron, y otra supuesta mochila-bomba apareció aquella noche en la comisaría del Puente de Vallecas. Murieron 191 personas y 2.057 resultaron heridas. Inmediatamente comenzaron las tareas de destrucción de pruebas, empezando por el desguace de los trenes, así como la confección de pruebas falsas. Solo hay una persona cumpliendo condena por ser autor de los atentados, Jamal Zougam, a pesar de que las bombas fueron trece. No se sabe tampoco quiénes fueron los autores intelectuales del atentado. De manera vergonzosa, las instituciones, la prensa y la misma opinión pública renunciaron a saber lo que pasó, a pesar de las incuestionables interrogantes y lagunas que rodean el suceso. Todo lo cual legitima la especulación de los únicos periodistas que han seguido dando la voz de alarma al respecto de este fraude descomunal, que consideran probable la implicación de los servicios secretos marroquíes en el atentado, como manera de responder a la humillación sufrida por Marruecos en Perejil, de forma que las instituciones prefirieron ocultar esa posible verdad (y colaborar en la destrucción de pruebas) porque ello hubiera supuesto muy probablemente un enfrentamiento bélico con Marruecos.
El 11-M no fue el último atentado perpetrado por los servicios marroquíes. La agresión de Las Ramblas de Barcelona en 2017 también la firma de los śubditos de Mohamed VI. En nombre de los intereses geopolíticos, estos temas no se evocan para evitar una escalada en las relaciones bilaterales y sobre todo para no irritar los sentimientos franceses hacia Rabat.
Fuente : “España frente al Islam”, César Vidal, La Esfera de los Libros, 2004)
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