« Ali me explicó que le colgaron durante horas por las muñecas. Ya de por sí era doloroso, pero además le golpeaban. También tiraban de sus brazos y de sus piernas como si quisieran desmembrarle. Simulaban ahogarle reiteradamente y cada vez que perdía el conocimiento le reanimaban. Le inyectaban productos que le daban la sensación de enloquecer. Le violaron con botellas. Le colocaron pinzas de metal en sus partes más íntimas para propiciarle descargas eléctricas ».
Farida Aarras, nacida en Melilla pero con nacionalidad belga, hizo el mes pasado al mensual Le Courrier du Maghreb et de l’Orient esta descripción de las torturas que, según ella, sufrió su hermano Ali, de 52 años, en Temara, la sede de la policía antiterrorista marroquí. Las padeció justo después de ser extraditado a Marruecos en marzo de 2010. El Gobierno español le entregó a las autoridades de Rabat que lo reclamaban.
Aministía Internacional, el Gobierno local y las fuerzas vivas de Melilla lo advirtieron una y otra vez antes de que fuese extraditado: Ali Aarras puede no tener un juicio justo en Marruecos y corre el riesgo de ser torturado. El Consejo de Ministros español, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, hizo oídos sordos y Bélgica, el país cuya nacionalidad ostenta Ali Aarras, tampoco movió un dedo. Fue necesaria una sentencia judicial para que le brindase protección consular. La prioridad era la lucha antiterrorista.
Tres años después de que España tomase esa decisión se han levantado tantas voces en apoyo de Aarras, incluida la de la ONU, que el Ministerio de Justicia marroquí anunció el 21 de mayo una iniciativa nada frecuente: la apertura de una investigación sobre las denuncias que formula el reo melillense.
Educado por las monjas en Melilla, Aarras tenía 15 años cuando emigró a Bruselas. Desde pequeño era residente legal en Melilla, pero solo ostentaba la nacionalidad marroquí hasta que en 1989 adquirió la belga e hizo allí la ‘mili’. En Bélgica hizo otras muchas cosas, desde trabajar en la construcción hasta abrir una papelería, además de casarse con la marroquí Houria. Poco antes de regresar a Melilla, en 2005, se convirtió también en un musulmán piadoso. En su ciudad abrió primero una bocatería, pero como el negocio no iba bien acabó conduciendo camiones.
Investigado en 2006 por sus supuestas vinculaciones terroristas por el entonces juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, Aarras no llegó a ser juzgado porque el magistrado archivó el asunto. Fue de nuevo detenido en 2008, a instancias de la Justicia marroquí, y extraditado dos años más tarde. En octubre de 2011 fue condenado a 12 años por pertenencia a banda terrorista y tráficos de armas. La única ‘prueba’ que avala esa sentencia es, según su abogado melillense Nayim Mohamed, la confesión del preso obtenida bajo la tortura. Los letrados han recurrido la sentencia.
Ya en diciembre de 2012 el relator de la ONU para la tortura, Juan Méndez, daba crédito, en una carta que remitió a las autoridades de Marruecos, a las denuncias de Aarras sobre las torturas padecidas. Hace cuatro meses el grupo de trabajo sobre detenciones arbitrarias del Comité de Derechos Humanos de la ONU hizo otro tanto. Amnistía Internacional convirtió a Aarras en un símbolo el pasado 26 de junio, día internacional contra la tortura. Organizó pequeñas concentraciones ante el Parlamento marroquí y las embajadas de Marruecos en Bruselas y Madrid. En esta última entregó 40.000 firmas pidiendo que se investigue a fondo lo sucedido.
Ali Aarras no es el primer caso -fue precedido por el sirio Basel Ghalyoun, el checheno Murat Gasayev, etcétera-, ni probablemente el último, de personas extraditadas por España y presuntamente torturadas en el país al que se les envía. Es, sin embargo, el único en el que ha intervenido la ONU. Ningún responsable de aquel Gobierno de Zapatero que le entregó a Marruecos se ha preguntado si no se incumplieron entonces las obligaciones internacionales de España.
El Reino Unido ha intentado negociar memorándums de entendimiento con una decena de países no europeos a los que suele extraditar reos para que sus gobiernos se comprometan, además de no condenarles a muerte, a no torturarles. En otros lugares de Europa se estudia que los cónsules del país que extradita puedan hacer un seguimiento de la suerte que corre el reo una vez trasladado al país que solicitó su extradición. España fue pionera a la hora de introducir en 2009 la justicia universal, pero en este otro apartado va con mucho retraso.
Y, sin embargo, como escribía en un editorial, en vísperas de la extradición del reo belga, un diario tan prudente y conservador como El Faro de Melilla: « La defensa de Ali Aarras alcanza y afecta a todos los demócratas que creen en un Estado de Derecho con garantías judiciales que, hoy por hoy, no se dan en Marruecos ».
Fuente : Orilla Sur, 01/07/2014
Tags : Marruecos, España, represión, terrorismo, amenaza terrorista, instrumentalisación de la amenaza terrorista, Ali Aarrass, Bélgica, tortura,
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