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Durante casi cincuenta años, Rabat y Argel se han enfrentado sobre el Sáhara Occidental, cuya soberanía es reclamada por Marruecos y por los independentistas del Frente Polisario, apoyados por Argelia.
El Sáhara Occidental vuelve a estar en el centro de la escena. El martes, Finlandia se convirtió en el primer país nórdico en apoyar el plan de autonomía presentado por Marruecos, que considera como una «contribución seria y creíble» para resolver el conflicto entre Rabat y los independentistas respaldados por Argelia.
Esta declaración se produce unos días después de la carta enviada por Emmanuel Macron al rey de Marruecos, Mohammed VI, en la que afirma que «el presente y el futuro del Sáhara Occidental se inscriben en el marco de la soberanía marroquí». Un repaso a la situación ambigua de este antiguo protectorado español, que todavía figura en la lista de los «territorios no autónomos» de las Naciones Unidas.
Una disputa territorial de 50 años
Situado entre Marruecos (al norte), Argelia (al noreste) y Mauritania (al sur), el Sáhara Occidental se extiende por una superficie de 266.000 km², equivalente a la de Nueva Zelanda. Bajo protectorado español de 1884 a 1975, el territorio debía dividirse entre Marruecos y Mauritania.
Pero en 1976, el Frente Polisario, movimiento independentista que reclama la soberanía sobre el Sáhara Occidental, proclama la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Marruecos decide entonces anexionar gran parte del territorio, relegando al Frente Polisario al este del Sáhara Occidental. Las autoridades marroquíes, que controlan el 80 % del territorio, construyen un «muro de arena» de 2.720 km de largo, terminado en 1987 y custodiado por 100.000 soldados.
Un enfrentamiento geopolítico entre Argelia y Marruecos
Desde 1976, el Frente Polisario cuenta con el apoyo de Argelia, cuya relación fría con su vecino marroquí proviene de un conflicto territorial ocurrido en 1963, la «guerra de las arenas», tras la independencia argelina. Aunque ambas partes llegaron a un acuerdo sobre la delimitación de su frontera común en 1964, el resentimiento persiste y el Sáhara Occidental se convierte en el escenario de la rivalidad argelo-marroquí.
Después de la firma de un plan de paz entre el rey Hassan II y el Frente Polisario, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad, en 1991, una resolución que preveía la organización de un referéndum en el Sáhara Occidental. Debido a la falta de acuerdo sobre la elaboración de las listas electorales, el proyecto de referéndum quedó sin efecto.
Mientras el Frente Polisario, apoyado por Argelia, se aferra a la idea de la autodeterminación, Marruecos defiende desde 2007 un plan de autonomía que permitiría al Sáhara Occidental permanecer bajo soberanía marroquí, mientras delega poderes no soberanos al gobierno local.
Marruecos ha convertido al Sáhara Occidental en la piedra angular de su diplomacia
La plena soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental solo ha sido reconocida por Estados Unidos e Israel. En diciembre de 2020, Donald Trump apoyó a Rabat, a cambio de la normalización de las relaciones con Israel. En 2023, el Estado hebreo siguió el ejemplo, reconociendo «la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental».
Desde hace varios años, el reino chérifiano intensifica las presiones para sumar países a su plan de autonomía. En 2022, España finalmente declaró que este plan constituía «la base más seria, realista y creíble para resolver la disputa». El resultado de un tira y afloja entre Marruecos y España, que había acogido para su tratamiento al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. Marruecos respondió unas semanas después relajando la vigilancia fronteriza, lo que provocó la llegada de 8.000 migrantes a la enclave española de Ceuta.
Ese mismo año, los Países Bajos reconocieron el plan de autonomía como una «contribución seria y creíble al proceso de la ONU para encontrar una solución» a la cuestión del Sáhara Occidental. Lo mismo hizo Serbia, calificando el plan de «serio» y «creíble».
A finales de julio de 2024, Francia, antigua potencia colonial, fue aún más allá, afirmando que «el presente y el futuro del Sáhara Occidental se inscriben en el marco de la soberanía marroquí». Una fórmula enrevesada, que usa la expresión de «soberanía marroquí» sin tomar la forma jurídica de un reconocimiento. Concesión insuficiente para Argelia, que expresó su descontento recordando a su embajador en Francia.
Dos concepciones de la soberanía
Mientras el movimiento independentista, apoyado por Argel, basa sus reivindicaciones en el derecho a la autodeterminación garantizado por la Carta de las Naciones Unidas, Marruecos invoca sus vínculos históricos con las tribus que habitaban el Sáhara Occidental antes del protectorado español. Una afirmación rechazada por la Corte Internacional de Justicia, que en 1975 afirmó que los elementos proporcionados por Marruecos «no establecen ningún vínculo de soberanía territorial entre ese Estado y el Sáhara Occidental», aunque concedió la existencia de un «vínculo jurídico de lealtad […] entre el Sultán y algunas, pero solo algunas, de las poblaciones nómadas del territorio».
Un territorio propenso a la pesca y rico en fosfato
El Sáhara Occidental, constituido en su mayor parte por tierras desérticas, cuenta con algo más de 650.000 habitantes. La mitad de la población se concentra en la ciudad de Laâyoune, al norte. Beneficiándose de una amplia fachada marítima, el Sáhara Occidental también es propenso a las actividades pesqueras. Marruecos también quiere desarrollar el puerto de Dajla para proporcionar a los países del Sahel acceso al Atlántico en el marco de una amplia asociación. Pero el principal recurso del territorio hoy en día radica en sus tierras ricas en fosfato, una sustancia mineral utilizada como fertilizante. Según la ONG Western Sahara Watch, que denuncia la explotación de este mineral por Marruecos, el Sáhara Occidental habría exportado 1,6 millones de toneladas de fosfato en 2023, lo que representa el 8 % de lo que Marruecos exporta en total. El reino es, por sí mismo, un actor clave en el sector: representa el 31 % del mercado mundial, según la Oficina Chérifienne de Fosfatos.
Fuente, Les Echos, 7 Ago 2024
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