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El líder de Hamas, Yahya Sinwar, fue martirizado por las fuerzas israelíes.
Las imágenes que muestran a Sinwar luchando hasta la última gota de su sangre conmovieron profundamente a personas de todo el mundo.
El testamento de Sinwar, que marcó la historia con su vida y su resistencia, se publicó tras su martirio.
Compartimos este manifiesto político y moral con nuestros lectores.
Yo soy Yahya, hijo de un refugiado que convirtió el exilio en un hogar temporal y transformó el sueño en una batalla eterna.
Al escribir estas palabras, revivo cada momento de mi vida, desde mi infancia en los callejones, hasta los largos años en prisión, y cada gota de sangre derramada sobre esta tierra.
Nací en el campamento de Khan Younis en 1962, en un tiempo en que Palestina era un recuerdo desgarrado y un mapa olvidado en las mesas de los políticos.
Soy el hombre cuya vida se tejió entre el fuego y las cenizas, y comprendí temprano que la vida bajo la ocupación no es más que una prisión perpetua.
Desde niño supe que la vida en esta tierra no es normal y que quien nace aquí debe llevar en su corazón un arma irrompible, y entender que el camino hacia la libertad es largo.
Este texto es parte del testamento del héroe mártir Yahya Sinwar, a quien la entidad sionista intentó asesinar por todos los medios. Israel quería eliminarlo como lo hizo con otros líderes de la resistencia palestina, mediante un misil, un ataque de dron, o con un proyectil guiado por coordenadas. Pero fue voluntad de Dios que su asesinato ocurriera mientras sostenía un arma en su mano y granadas en su espalda. Un líder militar israelí relató que el mártir Sinwar lanzó una granada a los soldados antes y después de ser alcanzado. Qué heroísmo el de este valiente, qué firmeza y poder, nutrido en la resistencia desde el pecho de una madre palestina revolucionaria que exige los derechos de los hijos de su patria.
El primer niño que lanzó una piedra al ocupante
En su testamento, el mártir dijo: “Mi legado comienza con ese niño que lanzó la primera piedra al ocupante, quien aprendió que las piedras son las primeras palabras que pronunciamos frente a un mundo que guarda silencio ante nuestra herida. Aprendí en las calles de Gaza que el ser humano no se mide por los años de su vida, sino por lo que entrega a su patria. Así fue mi vida: cárceles y batallas, dolor y esperanza. Entré a prisión por primera vez en 1988, condenado a cadena perpetua, pero no conocí el camino del miedo. En aquellas celdas oscuras, veía en cada muro una ventana hacia un horizonte lejano, y en cada barra, una luz que iluminaba el sendero de la libertad. En prisión, aprendí que la paciencia no es solo una virtud, sino un arma. Un arma amarga, como quien bebe el mar gota a gota.
No negociar sobre el destino de una causa
Uno de los puntos más importantes de mi testamento para mis hermanos héroes es que no teman a las cárceles, pues no son más que una parte de nuestro largo camino hacia la libertad. Mi consejo es que se aferren al fusil, a la dignidad que no se rinde y al sueño que no muere. El enemigo quiere que abandonemos la resistencia, que convirtamos nuestra causa en una negociación interminable. No negocien sobre lo que es su derecho. Ellos temen más a su firmeza que a sus armas. La resistencia no es solo un arma que llevamos; es nuestro amor por Palestina en cada aliento que respiramos, es nuestra voluntad de permanecer, a pesar del bloqueo y la agresión.”
Y concluyó su testamento diciendo: “Si vuelve la tormenta y yo no estoy entre ustedes, sepan que fui la primera gota en las olas de la libertad, y que viví para verlos continuar el camino. Sean una espina en su garganta, un torrente imparable que no se aquieta hasta que el mundo reconozca que tenemos el derecho y que no somos solo cifras en los boletines de noticias.”
La dignidad del mártir que atemoriza al enemigo
Aún el cuerpo del héroe mártir no ha sido entregado a ninguna entidad, pues el enemigo lo retiene, planeando usarlo como moneda de cambio en futuras negociaciones. Temen que los héroes de la resistencia palestina lo despidan en una ceremonia solemne, pese a las restricciones de seguridad en todo el territorio. Sin embargo, fue voluntad divina que el enemigo publicara un video trasladando el cuerpo de Sinwar al instituto de medicina forense, escoltado por una gran caravana de policías israelíes, como si Dios mismo los hubiese sometido a honrar su dignidad, aún después de su martirio. Bastaba un coche y un solo policía, pero fueron arrastrados hacia su destino.
Una última reflexión
Si los asesinatos fueran una victoria, la resistencia habría terminado hace 90 años con el asesinato de Izz al-Din al-Qassam. Pero los asesinatos solo aumentan la determinación y valentía de los héroes. Un líder es reemplazado por nuevos líderes, un soldado por diez más, y un mártir por mil resistentes. La tierra de Palestina es fértil y seguirá dando a luz cada día a luchadores y héroes, como brotes de olivo de cien años. No llamen muertos a quienes caen en el camino de Dios, pues viven, aunque ustedes no lo perciban.
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