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A finales de los años 1980, a petición del servicio de Seguridad Militar del Frente Polisario, tuve la ocasión de dar una conferencia sobre la situación en los territorios ocupados del Sáhara Occidental a un grupo de estudiantes universitarios que habían sido seleccionados por Omar Hadrami de entre sus informadores más cercanos con el fin de utilizarlos en su plan de desestabilización contra la antigua dirección del Frente Polisario. El fracaso de sus planes le llevará a convertirse en el mayor tránsfuga saharaui.
En el grupo se encontraban dos individuos que más tarde sobresalieron en la escena política saharaui gracias a su maestría en populismo : Ubi Bucharaya y Mohamed Yeslem Beissat.
Increíble, pero verdad. En los campamentos saharauis existe una especie de populismo desde que la vieja guardia revolucionaria empezó a dar pruebas de su fracaso en la gestión de la cosa cotidiana de los refugiados.
Hoy en día se habla demasiado de « populismo », sobre todo después de la hecatombe registrada en los útimos comicios europeos.
En política, el populismo se refiere a la ideología o actitud de ciertos movimientos políticos que apelan al pueblo para oponerlo a la élite gobernante, al gran capital, a los privilegiados o a cualquier minoría que se perciba como haber « acaparado » el poder, acusándolos de traicionar egoístamente los intereses de la mayoría. El término « populismo » también se utiliza para denunciar a los demagogos que movilizan al pueblo mediante promesas electorales o que halagan sus « bajos instintos » como el nacionalismo, la xenofobia e incluso el racismo, o que exacerban los reflejos de represión.
El significado del término « populismo » es relativamente ambiguo y varía según quien lo utilice. Hoy en día, a menudo se asocia con la demagogia, el electoralismo y el oportunismo.
El populismo fertiliza donde aumentan los sufrimientos de la población. Donde los dirigentes en función fracasan en la búsqueda de soluciones a los problemas yacentes, como en los campamentos a causa de decenas de exilio, la precariedad de la situación económica, un alto el fuego severamente criticado por la opinión pública y los éxitos logrados por el enemigo en el campo diplomático y, sobre todo, el arraigo de los fundadores del Frente Polisario a las butacas de la alta nomenclatura.
Ubi Bucharaya fue propulsado a la popularidad por una entrevista con la cadena de televisión qatari Aljazira como embajador en Nigeria. Popularidad que será dopada con intervencias críticas en el Congreso de Tifariti del 2012 en el que presentó por primera vez su candidatura para el puesto de miembro del Secretariado Político. El deseo de cambio empujará los congresistas a votar por él de una manera masiva.
Sin embargo, como todos los populistas, Ubi se echó atrás al conseguir su objetivo electoral. Además de olvidar sus promesas, también olvidó erigirse en ejemplo de militante justo y revolucionario. Olvidó que su familia no tiene por qué tener más privilegios que aquellas familias que desde hace 50 años viven en el duro desierto de La Hamada de Tinduf.
Por supuesto, no es el único que veló por acomodar a los suyos en tierras españolas. Es el caso de la mayoría de los mal llamados diplomáticos saharauis. Y los que no viven en España viven en la ciudad de Tinduf entre paredes de cemento y bajo aire acondicionado pagado con el sufrimiento de los refugiados saharauis.
Inmediatamente después de su investidura como presidente, Brahim Gali pidió a todos que devuelvan a sus familiares a los campamentos. La respuesta fue unánime : un NO rotundo.
Hoy en día, Ubi Bucharaya se convirtió en el niño mimado de la prensa argelina y de las asociaciones prosaharauis españolas gracias a su cualidad de políglota y a la fluidez y elocuencia de su discurso. Sería realmente un ejemplo de militancia si su familia compartiera con los refugiados los buenos y los malos momentos. Quizás esta iniciativa ayude a olvidar los cacareados rumores sobre el dinero desviado cuando ejercía de embajador en Africa del Sur, uno de los raros países que brindan a la RASD una ayuda en metálico.
Como dice el refrán saharaui, « lo que ayer mataba, hoy ya ni siquiera da vegüenza ».
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