Etiquetas : Sahara Occidental, Marruecos, RTBF, Bélgica, lobbying, cabildeo, injerencia, intimidación, presión, Mohamed Ameur,
Sabemos que la cuestión del Sáhara Occidental es una prioridad absoluta para la diplomacia marroquí . Pero una investigación de la televisión belga RTBF revela una enfermiza obsesión por imponer la “marroquidad” de la región, desafiando las normas elementales del derecho internacional.
El miércoles por la tarde, el programa #Investigación emitido en la cadena RTBF dedicó un reportaje a las supuestas acciones de la diplomacia marroquí en Bélgica. Este documento audiovisual pone de relieve diversas prácticas de lobbying, supuestas intimidaciones, injerencias, difusión de información errónea y presiones que se ejercerían sobre determinados políticos belgas que mantienen estrechos vínculos con el reino alauita. Suficiente para reforzar el sentimiento de una política obsesiva que busca imponer a toda costa la soberanía marroquí en territorio saharaui.
Métodos escandalosos de presión en la escena política
Para lograr sus objetivos, Marruecos no duda en utilizar métodos escandalosos, entre ellos la presión, la intimidación e incluso la corrupción.
El embajador Ameur impondría así “visitas de cortesía” a los dirigentes políticos belgas para “darles una lección” sobre el Sáhara. Si todavía se atreven a expresar dudas, las amenazas son cada vez más claras: fin del apoyo electoral, prohibición de viajar a Marruecos, restricciones profesionales, etc.
Lo suficiente para que los políticos belgas se lo piensen dos veces antes de contradecir la versión marroquí. Muchos de ellos, tras solicitar el anonimato, testificaron sobre este insoportable chantaje en la investigación de la RTBF.
Ofensiva clandestina para influir en la opinión
Además del acoso a los responsables políticos, Marruecos está tejiendo su red para influir en la opinión pública europea. El reino financia generosamente asociaciones cuyo único objetivo es promover “la marroquinidad del Sahara” y el plan de autonomía de Rabat.
La asociación “Les Amis du Maroc” en Bélgica es el arquetipo. Sus prestigiosos eventos, organizados con fondos de la embajada de Marruecos, sirven de escaparate halagador para el régimen. Y ninguno de sus miembros acepta hablar públicamente de sus actividades, prueba de cierta omertá.
Sería un error minimizar el alcance de esta ofensiva clandestina. Al inundar a las élites con propaganda formateada, Marruecos espera impregnar profundamente la opinión europea para hacer avanzar sus peones.
En última instancia, este activismo total demuestra la obstinación del palacio real por obtener el reconocimiento internacional de su control sobre el Sáhara Occidental. Aunque eso signifique pisotear los valores democráticos que sustentan la asociación entre Marruecos y Europa.
Presión e intimidación en torno a la investigación
La retransmisión de la investigación el miércoles por la noche en RTBF estuvo acompañada de intensas presiones e intentos de intimidación, denunció la periodista Justine Katz, redactora jefe de la revista.
“Esta no es la primera vez que estamos bajo presión. Pero esta investigación despertó especial interés en distintos círculos por conocer su fecha de emisión y su contenido. Incluso sufrimos cierta intimidación”, confió.
Justine Katz señala las numerosas negativas a las solicitudes de entrevistas de los principales interesados. “Muy pocos estaban dispuestos a hablar con nosotros. La mayoría prefirió rechazar nuestras invitaciones o conformarse con respuestas escritas, aunque estemos haciendo televisión. Esto muestra cierta inquietud”.
El periodista cree que estos métodos destinados a evitar preguntas embarazosas y restringir la libertad de información socavan los cimientos de la democracia. “Nuestro trabajo es precisamente resaltar ciertos silencios, tabúes o situaciones ambiguas para que los ciudadanos se formen su propia opinión”.
Queda por ver si esta sonada investigación, que ya ha llevado a la convocatoria del embajador de Marruecos en Bélgica, tendrá consecuencias diplomáticas o jurídicas. En cualquier caso, la lucha entre el derecho a la información y los intentos de encubrir ciertos escándalos políticos está lejos de terminar.
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