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En los televisores occidentales siempre es la misma música con los mismos estribillos, los mismos supuestos análisis, las mismas conclusiones y las mismas frases. Los invitados que desfilan a lo largo del día se presentan como grandes especialistas y analistas políticos y militares, grandes periodistas, directores de institutos y toda una multitud de personas competentes e inteligentes. Al menos esa es la tarjeta de presentación que nos gusta presentar.
Pero toda esta gente hermosa dice lo mismo. No se permiten comas laterales. Es más bien la competencia sobre quién dice más cosas malas sobre Putin y Rusia lo que sigue siendo el único espacio de competencia entre estas personas cariñosas que se toman el escupitajo durante dos o tres horas para decir todos lo mismo, sin ninguna contradicción.
Esta guerra en Ucrania no es más que una guerra de palabras donde distorsionar la realidad se ha convertido en la única línea editorial de la propaganda occidental. Sin embargo, hasta la fecha y a pesar de los miles de millones invertidos en este nicho, la opinión pública global no ha evolucionado mucho. Los medios occidentales no han podido llegar ni influir fuera de su clientela habitual, es decir, los occidentales.
En el resto del mundo las posiciones siguen siendo las mismas. Los africanos, los latinoamericanos y los asiáticos dan poco crédito a las teorías occidentales. En estas partes del mundo, incluso juzgamos que Occidente no escatima en medios para alimentar esta guerra y hace todo lo posible para que dure, rechazando cualquier inicio de diálogo o camino hacia la paz. Las armas, cada una tan sofisticada como la otra, que entregamos a Kiev, los miles de millones de dólares que entregamos, no tienen otro propósito que el de debilitar a Rusia hasta la médula.
Para Occidente, este conflicto es una oportunidad inesperada de desempeñar el papel adecuado y aprovecharla para debilitar durante mucho tiempo a un adversario que aboga por un nuevo orden mundial. Un nuevo orden mundial donde Occidente, y en particular Estados Unidos, perdería gran parte de su actual hegemonía originada al final de la Segunda Guerra Mundial.
Por lo tanto, está claro y más allá del conflicto ucraniano que este nuevo orden mundial no llegará sin dolor. El riesgo de que surjan otros conflictos en otras regiones del mundo está seriamente sobre la mesa. Y a la luz de estos nuevos hechos, no deberíamos esperar que el actual conflicto en Europa termine en los próximos meses. Se hará todo lo posible para que dure para siempre.
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