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Se ha vertido mucha tinta sobre las tensiones que caracterizan actualmente las relaciones entre París y Rabat. A través de su prensa y artículos teledirigidos desde las oficinas de Yassine El Mansouri, Marruecos intenta convencer a su opinión interna de su versión de los hechos: no es Francia la que está enfadada con Marruecos, sino este último quien está enfadado con su antigua metrópoli. Que no es Macron el que está enfadado con Mohammed VI, sino todo lo contrario.
En efecto, el Majzen intenta ocultar su aislamiento con una campaña mediática bien alimentada a la que ha dedicado enormes recursos para salvar la cara del Rey de Marruecos, que desde el escándalo de espionaje con el software israelí Pegasus ha perdido todo su prestigio ante su primer aliado, patrocinador y mentor en la Unión Europea y en el conflicto del Sáhara Occidental.
A pesar de todo su amor por el reino alauita, el presidente francés no pudo tragarse esta serpiente cuando supo que los servicios secretos marroquíes estaban al tanto de cada uno de sus gestos públicos e íntimos. Con sus ministros, sus consejeros, sus amigos y… con su esposa. Motivo por el cual el enfado de Emmanuel Macron es extremo y quiso hacerlo saber. Decidió corregir a este niño mimado que juega con fuego hasta el punto de quemarse. Desde entonces, evita a Mohammed VI y sus palacios de las Mil y Una Noches.
El asunto del teléfono móvil del presidente Macron espiado por la DGED estalló en julio de 2021. Desde aquel momento, el rey de Marruecos ha movilizado su enorme lobby con el fin de conseguir una reunión con el representante francés. Para ello, el lobby le exige que venga a Francia. Mohamed VI sigue sus instrucciones al pie de la letra. En vano. La última ocasión fue el 1 de septiembre. Para que su viaje a Francia no pase desapercibido en el Elíseo, lo da a conocer a través de la fiel revista del majzen y de la Françafrique, Jeune Afrique. La etiqueta “visita privada” se avanza cmo fachada para disipar cualquier sospecha sobre el verdadero objetivo de este desplazamiento.
Siete días de espera para una recepción presidencial fueron interrumpidos por un terrible terremoto que sacudió la región de Marrakech, cuyas trágicas consecuencias obligaron al soberano marroquí a hacer las maletas y regresar a Marruecos. Su llegada casi 24 horas después del terremoto dió lugar a muchos comentarios en la prensa internacional, particularmente en Francia. Asombrados, los periodistas franceses descubrieron que llevaba una semana en París y se preguntaron por qué el rey de Marruecos no fue recibido por el presidente Macron. La prensa marroquí intentará encubrir el desaire galo afirmando que es Mohammed VI quien se niega a encontrarse con el presidente francés y, para demostrar que está enfadado con Macron, el rey ha prohibido aceptar cualquier ayuda proveniente de Francia. En este juego, Los marroquíes son expertos. Saben convertir la derrota en victoria y el fracaso en éxito. De esta manera, el Majzen habrá matado dos pájaros de un solo tiro: enviar un mensaje político a Francia y distraer la atención de los marroquíes de su mala gestión del país. Así, los nacionales marroquíes estarán orgullosos de su rey que rechaza doblegarse ante Francia con el pretexto de que ésta se niega a reconocer la pretendida soberanía marroquí sobre el territorio del Sáhara Occidental. Por lo tanto, se reduce drásticamente la ayuda destinada a las víctimas del terremoto para enviar un mensaje de ira al presidente francés. La venganza de Mohammed VI tras el desaire Macroniano.
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