Marruecos, España, Melilla, inmigrantes africanos,
Carlos Girbau
Treinta y siete muertos, decenas de heridos sin atención, personas hacinadas en el suelo, golpeadas, pateadas, apedreadas, perseguidas y devueltas en caliente a Marruecos. Ése es el saldo tras el intento de dos mil personas, en su inmensa mayoría subsaharianos, de cruzar las 5 vallas (2 marroquíes y 3 españolas) de hasta 10 metros de altura que rodean los 11,5 kilómetros de perímetro de la ciudad de Melilla. Un hecho dantesco, inhumano, que vulneró toda legalidad internacional, costó vidas y no respetó ni uno solo de los derechos de quienes, negados de todo en sus propios países y continente, buscan conseguir un lugar en el que llevar a cabo su proyecto de vida.
El presidente Sánchez no ha dudado en felicitar por semejante atropello a la policía marroquí y a la Guardia Civil, y de congratularse de la colaboración entre ambas. En la misma declaración calificó el intento de salto de “asalto violento” y responsabilizó de las muertes a “las mafias que trafican con seres humanos”. Finalmente tildó la acción de los migrantes de “ataque a la integridad territorial de nuestro país de una manera violenta”.
El consejero de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid del PP, Enrique López, aprovechó la ocasión para pedir más guardias civiles, policías, más medios para éstos y hasta un refuerzo a manos del ejército. Abascal, presidente de Vox, defendió de nuevo la devolución de todo inmigrante sin papeles y la persecución legal de las ongs que trabajan en inmigración y asilo. Por su parte, el área internacional de Podemos ha señalado que “pasar por encima del derecho internacional vendiendo, entre otros, los derechos del pueblo saharaui y confiar en gobiernos que vulneran sistemáticamente los derechos humanos tiene consecuencias.” La vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, ha añadido que “nadie debe morir así”, se confiesa impactada por las imágenes y exige que “se aclare lo sucedido”. Íñigo Errejón, de Más País, afirma, entre otras cosas, que es “horrible que se felicite a la policía marroquí.”
La frontera sur
A dos días de la cumbre de OTAN en Madrid (29 y 30 de junio), en los porrazos, el maltrato y la muerte hemos comprobado cuál es el sentido práctico y concreto de las palabras del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, cuando explicó que el Gobierno confía en que sus aliados atlánticos presten especial atención al flanco sur y apostilló que África vive una preocupante situación de hambruna por falta de grano a causa de la guerra en Ucrania.
Entre las escenas del viernes y el “Pacto global por una migración segura, ordenada y regular” que 152 países (entre ellos los reinos de España y Marruecos) firmaron precisamente en Marrakech bajo el auspicio de NNUU han trascurrido algo menos de 4 años. No hay migración segura, no existe orden y menos aún pase regular de la frontera. Como ya señalamos en el artículo que se ocupó de dicho pacto en Sin Permiso (aquí) y como la realidad demuestra, no puede haberla. Bajo un sistema (el capitalista) que depreda la naturaleza, que crece (mucho o poco), pero siempre descontroladamente y que en ese proceso desposee a millones de seres humanos de todo, menos su capacidad de trabajo, resulta imposible. La inmensa mayoría de la humanidad estamos obligados a tener que buscar nuestra subsistencia empleándonos para otros, los dueños del dinero y los medios de producción. Obligados a comer para poder vivir y condenados a trabajar para poder comer, el ser humano saltará vallas y muros; podrá perder la vida al hacerlo, podrá también vivir sin papeles, pero buscará siempre como subsistir. Hoy existen más muros que nunca en el planeta, setenta, pero también más migración que jamás. Luego, ese no parece el medio de garantizar nada, salvo sufrimiento.
Seguridad y derechos
Las vidas cercenadas en Melilla demuestran la dura realidad antes resumida y sus efectos en el mestizaje y la pluralidad que ya tiene la clase trabajadora en los países desarrollados. Que la llegada de esa masa humana expulsada de sus entornos, como lo fueron nuestros antepasados, plagando las ciudades del reino, no pueda ser ordenada, ni regular no quiere decir que no pueda ser segura para quienes arriban. La condición para que sea así radica precisamente en la extensión general de los derechos para toda la población. Justamente aquello que hoy se nos recorta en Europa (sanidad, educación, vivienda, derechos políticos y sociales).
Millones de turistas llenado las playas y los bares demuestran que cruzar las fronteras representa una tarea perfectamente posible sin perder la vida en ello. La condición: un marco legal que lo permite. Por eso no hay “mafias” ni “tráfico” de turistas. La seguridad de una frontera no se mide por el número de muertos que suma, sino por su respeto a la legalidad internacional. Es esa legalidad la que la garantiza, tanto la de sus habitantes, como la de los que llegan.
El negocio ilegal en la inmigración crece de la mano de las restricciones. Los pasadores de fronteras hacen su agosto con las medidas “legales” que prohíben el acceso a las personas migrantes o en aquellas que les impiden acceder a servicios básicos, como la ley de Extranjería en el reino de España. Ese marco normativo ampara un racismo institucional que lo único que favorece es la economía sumergida, el abuso y rebajar el conjunto de las condiciones de trabajo de la mayoría. La campaña a favor de un proceso de regularización extraordinaria de 500 mil personas que diversas entidades están desarrollando y que puede seguirse aquí así lo señala. La igualdad en derechos de todas las personas que viven en un determinado territorio y la garantía democrática de su extensión y ejercicio constituye el mejor remedio ante el abuso y muerte.
Ante lo sucedido, habrá que investigar las muertes en el Congreso de los Diputados, ante la justicia, el Defensor del Pueblo y la propia Unión Europea. Reducir la posibilidad de que vuelva a ocurrir algo semejante exige un marco seguro basado en la legalidad internacional, en la regularización de quienes ya están aquí y en la derogación de leyes como la de extranjería.
Si las fuerzas de progreso no se toman muy en serio esta tarea, solo quedará la política que se desprende del acuerdo con Marruecos, que niega el derecho de autodeterminación al pueblo saharaui y que se halla detrás de las vallas y el sufrimiento que, de nuevo, hemos contemplado en Melilla.
Sinpermiso.info, 26/06/2022
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