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El aumento de las tensiones diplomáticas entre Argelia y Marruecos en torno a la disputada región del Sáhara Occidental corre el riesgo de desencadenar un intercambio de acciones militares y económicas de bajo nivel entre los dos vecinos norteafricanos. El 18 de julio, Argelia llamó a consultas a su embajador de Rabat después de que el representante de Marruecos ante las Naciones Unidas, Omar Hilale, insinuara que Argelia era hipócrita por insistir en la autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental mientras negaba lo mismo a los bereberes étnicos de la región norteña argelina de Cabilia. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Argelia exigió que se aclararan los comentarios de Hilale, que hizo durante una sesión de la ONU el 13 de julio, y amenazó con « otras medidas » en función de la respuesta oficial de Marruecos, que Rabat aún no ha dado.
Argelia y Marruecos alimentan una de las mayores rivalidades del norte de África y mantienen una frontera terrestre cerrada debido a su disputa desde hace décadas por el Sáhara Occidental. Marruecos controla unas cuatro quintas partes de la región; el resto está en manos de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), respaldada por Argelia, y del grupo militante Frente Polisario, que exigen la autodeterminación de todo el Sáhara Occidental para los nativos saharauis que habitan la región.
Los derechos de los bereberes de la montañosa región argelina de Cabilia siguen siendo un tema polémico en el norte de África, ya que tanto Rabat como Argel oprimen en ocasiones a los bereberes en nombre de la estabilidad general de la región.
El creciente reconocimiento internacional tácito de sus reivindicaciones sobre el Sáhara Occidental está haciendo que Marruecos esté más dispuesto a poner a prueba los límites de Argelia para inclinar aún más el statu quo a favor de Rabat. En diciembre, Estados Unidos pasó a reconocer el control marroquí sobre la región en disputa. Dado que Washington es el socio externo más poderoso de Marruecos, esto ha envalentonado a Rabat para buscar más agresivamente el mismo reconocimiento de otros países sin temer las consecuencias diplomáticas. Las provocadoras declaraciones de Hilale indican que ese afán está impulsando a Marruecos a poner a prueba dónde están las líneas rojas de Argelia en la cuestión del Sáhara Occidental, con la esperanza de que el resto del mundo acepte su soberanía de facto sobre el territorio, rico en recursos. Marruecos también ha puesto a prueba los límites con algunos de sus socios europeos, concretamente España, que no están de acuerdo con Rabat sobre el Sáhara Occidental.
En los últimos 20 años, las empresas y los ciudadanos marroquíes se han trasladado al Sáhara Occidental, lo que ha contribuido a apoyar indirectamente la reclamación de soberanía de Rabat sobre la región. En los últimos años, también se han abierto más de una docena de nuevos consulados y edificios diplomáticos extranjeros en las zonas del territorio controladas por Marruecos, lo que indica una mayor aceptación mundial de las reivindicaciones de Rabat.
España acogió a un dirigente del Polisario en un hospital español a principios de este año, lo que llevó a Marruecos a aprovechar los flujos migratorios como arma contra Madrid.
Desde que Hilale hizo su controvertida declaración, los medios de comunicación estatales marroquíes y argelinos se han atacado mutuamente con toda su fuerza, agitando el riesgo de que se produzca una campaña de desinformación de ida y vuelta en el Magreb que puede aumentar las hostilidades entre los ciudadanos marroquíes y argelinos. El 20 de julio, por ejemplo, los medios de comunicación marroquíes afirmaron que Argelia era un mal socio en la cooperación contra el terrorismo transnacional en la región del Sahel, en el África subsahariana, lo que provocó una inmediata respuesta y refutación en la prensa argelina. Las repercusiones del asunto global del programa espía Pegasus y la reciente revelación de que los servicios de inteligencia marroquíes habrían seguido de cerca a activistas argelinos también están alimentando un revuelo mediático que podría agravar aún más las tensiones políticas bilaterales entre Argel y Rabat.
Si Marruecos hace declaraciones diplomáticas más provocativas, la actual disputa diplomática con Argelia sobre el Sáhara Occidental podría escalar a acciones económicas y/o militares. El riesgo de un gran conflicto militar entre Argelia y Marruecos es bajo, dado el importante coste económico y humano que ninguno de los dos gobiernos puede permitirse tras la pandemia del COVID-19. Pero las crecientes tensiones diplomáticas aumentan el riesgo de pequeños brotes de violencia fronteriza en las zonas en disputa del Sáhara Occidental. Rabat también ha señalado recientemente que podría no renovar un contrato de gasoducto que regula el flujo de gas argelino a Europa a través de Marruecos antes de que expire en octubre. Dada su dependencia del gas argelino. Es poco probable que Marruecos deje que el contrato expire. Pero sus amenazas reflejan, sin embargo, la voluntad de Rabat de utilizar tácticas de coacción económica no sólo contra Argel, sino contra los países europeos que también dependen del gasoducto para un suministro ininterrumpido de gas natural.
En noviembre, los militantes del Polisario anunciaron que dejarían de cumplir el acuerdo de alto el fuego de 1991 con Marruecos, respaldado por la ONU, alegando su frustración por la falta de avances en el referéndum de independencia del Sáhara Occidental que las Naciones Unidas han prometido durante décadas. Esto ha provocado desde entonces un puñado de pequeños altercados a lo largo de la frontera con el territorio reclamado por Marruecos. La voluntad declarada del Frente Polisario de utilizar la fuerza aumenta el riesgo de que estas escaramuzas se repitan.
Fuente : Stratfor
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