Europa está en el origen del conflicto saharaui-marroquí, toda vez que España aún no asume sus obligaciones de potencia colonizadora y administradora del Sahara Occidental en la descolonización del territorio. Europa, es responsable de la persistencia de este conflicto, habida cuenta que dos países, como Francia y España, han apoyado y apoyan por medios económicos, diplomáticos y con armamento, un proyecto expansionista y de agresión. Europa es responsable del sufrimiento del pueblo saharaui, mientras Francia y España, promueven acuerdos, incluidos los de empresas, que violan lo establecido por el propio Tribunal de Justicia Europeo y alientan al régimen marroquí, a persistir en su desafiante política a la legalidad internacional; …
Brahim Gali (Presidente de la República Saharaui y Secretario General del Frente Polisario)
…a violar los derechos humanos, a expoliar y a excluir a los saharauis de sus recursos naturales, así como, por su contribución a la permanencia en una situación de división: entre población refugiada y población sometida a la represión y al bloque, bajo la ocupación
Brahim Gali (Presidente de la República Saharaui y Secretario General del Frente Polisario)
En la primera entrega de la serie hicimos un somero repaso histórico al conflicto político del Sáhara Occidental, que vuelve a estar en primer plano del candelero informativo, debido a los últimos acontecimientos de las pasadas semanas (en particular, el reconocimiento por parte de Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, haciendo gala de nuevo de su absoluto desprecio hacia el derecho internacional y los derechos humanos). Diego Hidalgo Morgado escribió un artículo para el medio digital Rebelion donde explica algunos asuntos, y a él nos referiremos a continuación. Explica Hidalgo Morgado: « Las declaraciones y actos del régimen marroquí muestran cómo funciona la lucha de poder en la comunidad internacional y sus resquicios antidemocráticos, para evitar que contra ese poder pueda oponerse la verdad de los oprimidos por su injusticia. Y resulta increíble que, con todas las resoluciones que existen en la ONU, ahora del TJUE, de los informes y denuncias que demuestran torturas, desapariciones, una invasión ilegítima, la responsabilidad de España, el incumplimiento de Tratados Internacionales de todo tipo y sobre todo de Derechos Humanos, la falta de garantías judiciales para los saharauis en el sistema judicial no independiente de Marruecos, la mitad del pueblo saharaui viviendo décadas en campos de refugiados, el vergonzoso muro lleno de minas antipersonas…Es increíble que a pesar de todas estas verdades probadas, la « comunidad internacional » siga siendo un espacio donde el poder despótico (no solo del régimen de Marruecos, sino de las élites cómplices que gobiernan países que le cubren como España, Francia o USA) pueda seguir impidiendo que esa verdad se le imponga y se logre la justicia ». Como podemos comprobar, y ya adelantamos desde nuestra primera entrega, es un conflicto que tiene bastantes puntos de contacto (salvando el resto de diferencias) con el conflicto palestino-israelí (precisamente, la contrapartida exigida por Trump para reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara ha sido que el régimen marroquí restablezca relaciones diplomáticas con Israel, como ya vienen haciendo otros países árabes últimamente).
¿Qué puntos tienen en común el conflicto saharaui y el conflicto palestino? Básicamente, el despotismo de los pueblos fuertes y desalmados contra los pueblos débiles y oprimidos, con la complicidad de esa « comunidad internacional » que lo tolera y lo ampara. En efecto, el Reino de Marruecos lleva décadas ejerciendo su ocupación ilegal y violenta contra el pueblo saharaui, con métodos de represión violentos e ilegales, con un aumento de las expulsiones de observadores internacionales sobre el terreno, y con un despliegue falaz de presión internacional para que la voz del pueblo saharaui no sea escuchada, no sea tenida en cuenta, y para que se desoiga antidemocráticamente las resoluciones de tribunales y organismos internacionales competentes, que en infinidad de ocasiones se han pronunciado denunciando que el Sáhara Occidental es un territorio por descolonizar, y que es España (y no Marruecos) como potencia administradora, la que debe organizar allí un referéndum de autodeterminación. Pero a España le ha convenido más desde todos los frentes estar « a buenas » con el vecino marroquí, que enfrentarse a él por defender a un pueblo indefenso que solo lucha por su futuro. Así llevamos cuatro décadas. Cuatro décadas con la injusticia triunfando, cuatro décadas con un pueblo oprimido, y cuatro décadas de « amistad » con un régimen opresor y déspota como Marruecos, sobre una ex colonia que la España del agonizante régimen franquista dejó abandonada a su suerte ante el peligroso escenario que se avecinaba. Durante estas cuatro décadas hemos podido comprobar la dura realidad de la lucha del pueblo saharaui y la solidaridad de los observadores internacionales contra las violaciones de Derechos Humanos del régimen marroquí, ayudado por la complicidad de varios grandes actores de la escena internacional culpables de tolerar esta situación. Una injusticia más de nuestro mundo de hoy. Una violación más del respeto que se le debe a los pueblos. Una complicidad más con los regímenes violentos y opresores. Un desprecio más al Derecho Internacional. Una burla más a la justicia y a la verdad, porque esa « comunidad internacional » y las instituciones que las representan aún funcionan bajo la lógica que solo permite la victoria del poder sin verdad, es decir, la victoria para el poder y por el poder. Solo en pequeños espacios de esas instituciones internacionales se puede lograr la victoria por la verdad. El Sáhara Occidental aún está pendiente de ello.
Es precisamente esa lucha por la verdad y contra la dominación, la que debe inspirarnos en todos estos conflictos, de los cuales el Sáhara Occidental es un claro ejemplo. Es a través de la lucha por la verdad de muchos pueblos y colectivos, contra los grandes poderes despóticos, como se logra asentar la legitimidad y construir los mecanismos que den prioridad a la verdad antes que al poder en la resolución de conflictos políticos. Y la verdad, aquí, es bien simple: se trata de reconocer la identidad y la lucha por la emancipación del pueblo saharaui, en contra de los poderosos intereses de todo tipo (políticos, económicos, diplomáticos…) que el régimen déspota de Marruecos instala en la región. En este caso, los mecanismos de ese poder sin verdad que despliega Marruecos son muy amplios: en primer lugar, tenemos la compra de cómplices, mediante negociaciones, contrapartidas, chantajes y amenazas. El pueblo saharaui nunca ha tenido voz en dichos mecanismos. El régimen de Marruecos explota en su beneficio la existencia de mecanismos antidemocráticos de los que aún se compone la comunidad internacional. A través de ellos consigue vergonzosas prerroga
tivas, como el Tratado de explotación de los recursos del Sáhara que aceptaron firmar las instituciones de la Unión Europea en 2016. Todas estas « ventajas » no hacen sino incrementar la fuerza moral de la potencia ocupante, en este caso Marruecos, en que lo que está haciendo está siendo « respaldado » por otros actores, que le conceden legitimidad, lo cual ayuda a reforzar su postura. Y como explica Diego Hidalgo en el artículo de referencia: « Por otro lado, actúa con fuerza para bloquear los mecanismos que permiten que a ese poder sin verdad pueda oponérsele la verdad de aquellos a los que oprime. Quizá el ejemplo clave sea cómo impide la monitorización sobre derechos humanos de la MINURSO en los territorios ocupados » (la MINURSO es la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental establecida en 1991, y tiene su sede central en El Aiún). Es decir, por un lado conseguir pequeñas « victorias » que legitimen sus perversas actividades, y por otro lado impedir que la parte oprimida pueda igualmente plantear sus intereses.
tivas, como el Tratado de explotación de los recursos del Sáhara que aceptaron firmar las instituciones de la Unión Europea en 2016. Todas estas « ventajas » no hacen sino incrementar la fuerza moral de la potencia ocupante, en este caso Marruecos, en que lo que está haciendo está siendo « respaldado » por otros actores, que le conceden legitimidad, lo cual ayuda a reforzar su postura. Y como explica Diego Hidalgo en el artículo de referencia: « Por otro lado, actúa con fuerza para bloquear los mecanismos que permiten que a ese poder sin verdad pueda oponérsele la verdad de aquellos a los que oprime. Quizá el ejemplo clave sea cómo impide la monitorización sobre derechos humanos de la MINURSO en los territorios ocupados » (la MINURSO es la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental establecida en 1991, y tiene su sede central en El Aiún). Es decir, por un lado conseguir pequeñas « victorias » que legitimen sus perversas actividades, y por otro lado impedir que la parte oprimida pueda igualmente plantear sus intereses.
De hecho, hemos llamado a esta serie de artículos « El Régimen del Terror y del Silencio », lo que apostilla Diego Hidalgo en los siguientes términos: « Además, como todo poder sin verdad necesita imponer el silencio: con auténticas campañas de detenciones de periodistas y activistas saharauis, y desapariciones y torturas, campañas de expulsión de observadores internacionales de derechos humanos y periodistas, amenazas, castigos a cualquier disidencia…La monarquía marroquí ha llegado incluso a impedir el acceso a los territorios ocupados de Misiones Especiales de organismos internacionales, y ha logrado bloquear la publicación de un informe de una Misión de la ONU del año 2006. Silencio. El objetivo del régimen de Marruecos es puro silencio: impedir el pronunciamiento del pueblo saharaui en un referéndum ordenado por la ONU que Marruecos bloquea desde hace décadas ». Régimen del terror y régimen del silencio, ambos actuando de forma coordinada, para conseguir su perverso fin. También busca y logra el silencio en otros países, y en la opinión pública mundial. La causa saharaui queda, de esta forma, enterrada, sepultada y hundida. No se ve, no se oye, y aquello que no se ve ni se oye, simplemente, no existe. Nuestro país, España, es un actor fundamental en el conflicto, como venimos sosteniendo, pero sin embargo, háganse los lectores y lectoras las siguientes preguntas: ¿es noticia de los informativos el pueblo saharaui y sus condiciones de vida? ¿Se habla de la responsabilidad española? ¿Se culpa a las autoridades españolas del destino de dicho pueblo y de su actual ocupación? Más bien no, aunque sí se habla mucho de nuestra « amistad » con el Reino de Marruecos. En concreto, nuestras élites políticas (salvo alguna honrosa excepción) jamás han hablado de nuestras obligaciones para con el Sáhara Occidental, y mantienen en secreto el texto de los Acuerdos de Madrid. Silencio así mismo en los grandes medios de comunicación dominantes, aquellos medios amigos de las élites económicas y políticas españolas. De hecho, muchas personas que conocen por primera vez los verdaderos entresijos del conflicto y la auténtica responsabilidad de España, se quedan más bien asombrados, pues nunca lo han llegado a conocer correctamente.
Terror y silencio. Silencio y terror. Indignidad de la comunidad internacional, como en tantos otros asuntos, y un pueblo abandonado desde hace décadas al albur de los designios de una potencia ocupante de facto, a la que no le tiembla el pulso en reprimir cualquier conato de protesta o rebelión. La lucha del pueblo saharaui es la lucha por la verdad, es la lucha contra el silencio, y por tanto requiere testimonio en vez de silencio, requiere eco internacional en vez de ocultación, requiere denuncia en vez de aquiescencia, requiere activismo en vez de equidistancia, requiere protesta en vez de aceptación. Requiere, sobre todo, solidaridad con un pueblo oprimido que lleva mucho tiempo luchando por sus derechos y por su autodeterminación, por dignificar su identidad y por caminar libremente hacia su futuro. Solo la valentía, la justicia y la democracia podrán ganar esta batalla. Es una batalla que requiere la presión internacional y no solo de ONG, sino de organismos, países y Estados verdaderamente comprometidos con la justicia y el Derecho Internacional. Basta ya de complicidad explotadora de las élites de las grandes potencias mundiales, que juegan con los intereses de los pueblos a su conveniencia, ignorando los tratados, convenios y marcos del derecho internacional. Basta ya de bailarles el agua a los despóticos gobiernos que masacran a su antojo a los pueblos que liberan sus grandes luchas por la justicia, la verdad y la emancipación. Hace falta el reconocimiento de la impresionante lucha del pueblo saharaui, llena de valor, compromiso y dignidad, para oponerse a la opresión, alzarse ante ella, rebelarse públicamente, soportar todo tipo de fechorías, y continuar reclamando sus derechos como pueblo sojuzgado, ignorado y silenciado. Hace falta deconstruir los silencios, derribar los muros, hacer eco de las protestas, denunciar el trato injusto al pueblo saharaui en todos los foros mundiales, y enfrentarse con todas las consecuencias a los regímenes opresores que imponen su crueldad y su vasallaje al resto de pueblos hermanos de la tierra. Pongamos un fuerte altavoz al pueblo saharaui, denunciemos los abusos y las injusticias que se cometen contra él, pero hagámoslo hasta el final, con todas las implicaciones, con todas las consecuencias. Basta de cobardías y de aberrantes complicidades con los opresores. Continuaremos en siguientes entregas.
Blog de Rafael Silva, 18 dic. 2020