Fuente: 24heures.ch, 17 sept 2019
El invitado Olivier Delacrétaz pone en perspectiva los impulsos autonomistas.
Más de una región europea reivindica su autonomía frente al Estado del que forma parte, presentándose, no sin romanticismo, como la voz del pueblo auténtico frente a instituciones tiránicas. Transformar este discurso de identidad en una realidad política es una empresa a largo plazo y llena de obstáculos.
Primero, los líderes de los rebeldes deben poner al pueblo de su lado. Es el paso emocional más fácil. Pero la emoción se extingue rápidamente si no se la vincula a una realidad histórica que legitima las reivindicaciones en el plano de los hechos y de la razón. Luego hay que entrar en la arena política y luchar, perseverar durante generaciones, aceptar perder batallas que parecían decisivas, resistir los golpes de todo tipo y procedencia que apunten tanto a la tropa como a sus jefes. También hay que evitar los excesos, que podrían bloquear el proceso o desencadenar una guerra civil.
No se puede juzgar la pertinencia de una reivindicación autonómica sin conocer la historia del pueblo solicitante, la realidad actual de su identidad, sus relaciones con el poder que él impugna, los motivos concretos, sociales, culturales, institucionales de sus reivindicaciones. En otras palabras, Cataluña no es el Jura, Flandes no es Padania ni Irlanda, Escocia no es Bretaña, ni Crimea, ni Córcega, ni el País Vasco. Sólo hay casos especiales, difíciles de juzgar desde fuera. El haber apoyado la lucha del Jura no implica, por tanto, que se apoye por principio toda reivindicación del mismo tipo.
Se dice que el Jura tuvo la suerte de poder insertar su reivindicación de soberanía en las instituciones federalistas existentes. Sí, y no. De hecho, no había, y todavía no hay, un procedimiento federal ordinario que permitiera la separación de una parte de un cantón para convertirlo en un Estado separado. Pero las exigencias jurasianas llegaban en el momento oportuno – el ambiente europeo era la descolonización –, con un buen historial histórico y cultural, jefes hábiles y obstinados, y el apoyo de una fuerte base popular.
Desde una perspectiva pragmática, los suizos consideraron que, al validar la creación del nuevo cantón, cerrarían un expediente que envenenaba la vida federal. Una vez más, sí y no. La votación sobre Moutier, su anulación por el prefecto del Jura bernés, confirmada el pasado 29 de agosto por el Tribunal Administrativo de Berna, y las apasionadas reacciones de los autonomistas han demostrado que el expediente aún no se ha cerrado, cuarenta y un años después del voto del pueblo y de los cantones suizos.
Por lo tanto, es razonable pensar que las reivindicaciones de autonomía de las regiones europeas mencionadas anteriormente están todavía muy lejos de ser satisfechas.
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