Mercedes Vassou (Islas Canarias)*
Ahora que ya se han ido. Ahora que volverá el silencio hasta el próximo verano. Ahora que nadie hablará de ellos, ahora, un poquito de recuerdo. “Vacaciones en Paz” es un proyecto que consiste en traer a niños saharauis de los campos de refugiados ubicados cerca de la ciudad argelina de Tinduf. La franja de edad va entre diez y doce años. Son alojados por familias voluntarias durante dos meses de verano, después de lo cual, vuelven a los campamentos con sus familias. Es sin duda el más conocido y emblemático proyecto de solidaridad con el Sahara y el saharaui.
Todo comenzó en 1979, cuando el partido Comunista invitó a cien niños menores de edad a pasar un mes en España, que fueron distribuidos entre Madrid, Andalucía y Cataluña. Fueron alojados en albergues y casas de colonias, cuidados por monitores saharauis. Entonces, Argelia también ofreció vacaciones junto al mar a los niños que habían obtenido buenos resultados en la escuela. Era una manera de alentar en los estudios, pero pronto se dieron cuenta de que los que habían salido de la “hamada argelina” tuvieron menos enfermedades, resistieron mucho mejor los inviernos duros y la inseguridad que conlleva el ser refugiado.
Ese proyecto era como una pequeña semilla que creció y se desarrolló hasta que se convirtió en el proyecto “estrella”. Desde entonces, miles y miles de niños, hoy en día adultos, tuvieron la oportunidad de salir y ver otro mundo muy diferente al desierto de la Hamada: ver casas reales, agua corriente, electricidad, el mar, los árboles, y lo más importante, tener una nueva familia, no de sangre, aunque sí de afecto.
Podríamos pensar que esta iniciativa, “Vacaciones en Paz”, así como su objetivo, es sólo humanitario: sacar de un calor insoportable de hasta 50º de temperatura a estos pequeños, facilitar las citas médicas o darles una comida adecuada. Y aunque los beneficios reales, son sólo una consecuencia de su estancia entre nosotros, el objetivo más importante de este proyecto es aumentar la visibilidad del conflicto y crear conciencia sobre la situación de más de 200000 refugiados durante 43 años en el desierto más inhóspito del planeta. Los niños son la voz de su pueblo silenciado mediáticamente por España. Son la cara más inocente y más vulnerable de un conflicto causado por una pésima descolonización por parte del gobierno español de 1975.
La asignación del territorio a Marruecos y Mauritania llevó a que todos los nativos que, hasta entonces, tenían la nacionalidad española, se dividieran. Los que pudieron corrieron a refugiarse en Argelia, y los que no lo hicieron, se quedaron en el interior, sometidos a la invasión de Marruecos por el norte y Mauritania por el sur. Muchas familias tuvieron que separarse, y así permanecen hasta el día de hoy, divididos por el más largo muro del mundo, que cruza el Sáhara Occidental de norte a sur. Dicho muro está equipado con la ingeniería militar más sofisticada y sembrada de millones de minas antipersona, muchas de los cuales llevan el sello de “fabricado en España”.
Seguro que habrás visto a estos niños de sonrisas generosas en recepciones oficiales y en mítines y manifestaciones en las que enarbolan su bandera y claman por un Sahara Libre. Este es precisamente el objetivo final de esta iniciativa: dar voz ante nuestras instituciones a todo su pueblo. Ellos quieren ejercer su derecho a la autodeterminación, quieren ser nación, quieren volver a su legítima tierra y dejar atrás la necesidad de ayuda humanitaria porque su país tiene los recursos suficientes para sacar a delante a todo su pueblo. Esto es lo que estos hijos de las nubes de ojos oscuros vienen a decir: “míranos a nosotros, existimos, somos saharauis, siente nuestra causa como si fuera tuya, nunca te canses de mirarnos, porque si lo haces, desapareceremos.
Uno podría creer que los beneficios de esta corta convivencia de verano sólo afectan a los niños pequeños, pero si hablas con familias de acogida te van a decir que han recibido mucho más a cambio de lo que han dado. Las cosas intangibles como puede ser el amor, más allá de los años, porque la distancia no es importante cuando los sentimientos están cerca. Podría hablar con ustedes sobre la empatía, la resiliencia, la generosidad, la hospitalidad, el respeto, la felicidad reflejada en sus rostros, las lágrimas en la despedida mezclada con la joya de regreso a su mundo hecho de caricias e inseguridad donde les esperan sus seres queridos, pero estoy segura de que me quedaría corta, porque cada una de las familias tiene cientos de anécdotas, ejemplos y momentos gastados que se repiten.
Sólo les diré que, por mucho que los niños se llevan dentro de sus bolsillos algunos euros, siempre es mucho más, e infinitamente más valioso, lo que nos dejan.
*Activista, redactora, coordinadora de redacción y producción de programas televisivos, conciertos, festivales y cine.
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