Para sofocar de antemano cualquier rebelión, no hay que hacerlo de manera violenta. Los métodos como los de Hitler son anticuados. Basta con crear un condicionamiento colectivo tan poderoso que la idea misma de rebelión ya no vendrá a la mente de los hombres.
Lo ideal sería formatear a las personas desde su nacimiento, limitando sus capacidades biológicas innatas. Luego, se proseguiría el condicionamiento reduciendo drásticamente la educación, reduciéndola a una forma de inserción profesional. Un individuo inculto sólo tiene un horizonte de pensamiento limitado y cuanto más limitado es su pensamiento a preocupaciones mediocres, menos puede rebelarse. Hay que hacer de manera que el acceso al conocimiento se vuelva cada vez más difícil y elitista. Que crezca la brecha entre el pueblo y la ciencia, que la información destinada al público en general sea anestesiada de todo contenido de carácter subversivo.
Sobre todo, nada de filosofía. Una vez más, hay que utilizar la persuasión y no la violencia directa: se difundirán masivamente, a través de la televisión, entretenimientos que siempre halagan lo emocional o lo instintivo.Ocuparemos a los espíritus con lo que es inútil y lúdico. Conviene, en una charla y una música incesante, impedir que la mente piense. Pondremos la sexualidad en el primer rango de los intereses humanos. Como tranquilizante social, no hay nada mejor.
En general, se hará todo lo posible para desterrar la seriedad de la existencia, para burlarse de todo lo que tiene un valor elevado, para mantener una constante apología de la ligereza; de modo que la euforia de la publicidad se convierta en el estándar de la felicidad humana y el modelo de la libertad. El acondicionamiento producirá por sí mismo tal integración, que el único miedo – que habrá que mantener – será el de ser excluido del sistema y, por tanto, no poder acceder a las condiciones necesarias para la felicidad.
El hombre de masas, así producido, debe ser tratado como lo que es: un ternero, y debe ser vigilado como debe ser un rebaño. Todo lo que permite adormecer su lucidez es bueno socialmente, lo que amenazaría despertarla debe ser ridiculizado, sofocado, combatido. Toda doctrina que ponga en tela de juicio el sistema debe designarse en primer lugar como subversiva y terrorista, y los que la apoyan deberán ser tratados como tales».
Extracto de « La obsolescencia del hombre », de Gunther Anders.
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