La escritora chino-taiwanesa Echo Chen, más conocida como Sanmao, es una best seller –y un icono romántico– en su país; tanto por su vida libre y viajera como por los libros que relatan sus años en España, en los años 70, junto a Jose María Quero, su gran amor, fallecido trágicamente en un accidente. De él –que nunca fue consciente– hizo su muso, convirtiéndole en un personaje literario. El escritor Jorge Carrión traza un retrato literario y emocional de esta autora en una crónica especular y simétrica que reflexiona, en última instancia, sobre la madriguera que está en el origen de todas las historias.
por JORGE CARRIÓN
13 AGO 2019
1. “Todo mito es un patrón ornamental, / una proposición de dos caras / que permite al usuario decir una cosa y significar otra”, escribió Anne Carson en La belleza del marido.
2. El novelista, el poeta, el cronista: todos llevan puesta, cuando escriben, una o varias máscaras. El escritor ruso Borís Pilniak habló de ello en Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos. En él el narrador visita en Japón el templo de la zorra: “Es el dios de la astucia y de la traición: si el espíritu de la zorra penetra en un hombre, la raza de ese hombre queda maldita”.
La protagonista del relato es Sofía Vasilievna, una mujer rusa casada con un hombre japonés, que ha pedido la repatriación. Durante la ocupación nipona de la Rusia oriental, su marido, llamado Tagaki —entonces un oficial del Ejército Imperial—, se alojó en la casa de la joven. Y la sedujo. Cuando la guerra llegó a su fin, se casaron. Ella aterrizó en otro planeta, cuyas reglas no comprendía, cuyas costumbres eran tan raras. Pero estaba enamorada y fue amoldándose a los kimonos, a las reverencias, al arroz y al té, a la espera de la diaria pasión nocturna. Pasaron dos, tres años y comenzaron a llegar visitantes a la casa remota para hacerles fotografías: “Supo entonces que su marido había publicado una novela con enorme éxito”. Pero ella nunca lo había visto escribiendo. Sofía tardó en descubrir que Tagaki había escrito sobre ella con precisión clínica. Se lo reveló un periodista que hablaba ruso: “Puso ante ella no un espejo sino la filosofía de los espejos; ella se vio a sí misma vivir entre las páginas de papel”. Entendió que “toda su vida había sido material de observación, que el marido la había espiado cada momento de su vida”.
3. El espíritu de la zorra penetró en el cuerpo de Sanmao en 1974, cuando vivía en el Sáhara español. Comenzó a publicar entonces en el United Daily News de Taiwán una serie de relatos sobre sus vivencias cotidianas. Llevaba más de una década escribiendo, pero de un modo más bien amateur. Había llegado a El Aaiún unos meses antes de ese mismo año con José María Quero, un joven madrileño que se había especializado en buceo durante el servicio militar. Se casaron allí por amor y por papeles. Firmó su primer texto como “Sanmao” y desde entonces fue fiel a ese pseudónimo, que refiere a un popular personaje de la historieta china, un niño pobre con tres pelos en la cabeza. Una década más tarde, cuando ya se había vuelto famosísima en Asia, se convirtió en la traductora al chino de Mafalda.
Tenía 31 cuando se puso su tercera máscara: la definitiva. Nació el 26 de marzo de 1943 en Chongqing, China, con la primera, la de Maoping Chen (todo nombre es un disfraz). Pero creció como lectora en Taipéi, la capital de Taiwán, adonde su acomodada familia se refugió de la revolución de Mao. La segunda máscara nació con su llegada a Madrid en 1967: se presentó como Echo Chen. Durante su segunda estancia en la capital española, se enamoró de José, que era ocho años más joven y a quien había conocido como muchacho durante su primera visita. Y se marcharon a El Aaiún. Y nació Sanmao.
Publicó decenas de crónicas o relatos con ese nombre durante los años siguientes. Aunque se enamoró de un profesor alemán —y lo perdió—, y viajó por América Latina, y regresó varias veces a Taiwán —donde acabó suicidándose el 4 de enero de 1991—, la experiencia central de su vida y de su literatura fueron los seis años que pasó con José María en diversos puntos del norte español del continente africano, antes de perderlo también a él en un accidente de buceo. Los describió en miles de líneas, pero son un núcleo oscuro; digamos: una madriguera.
4. Entre Las Palmas de Gran Canaria y el aeropuerto, en el barrio de San Juan del municipio de Telde hay una calle con dos nombres. El antiguo es Baladero y el actual es Bailadero: remite a la fiesta, al carnaval, a las brujas que en esta isla vivieron desde siempre.
5. Aquí todavía hay mucha gente que la recuerda: Echo, la vecina, la señora china, la mujer que recogía en la Playa del Hombre esos cantos rodados que aquí llaman callaos. Mari Carmen Ramos se ha dedicado a rastrear esos recuerdos y, con la ayuda de los datos que le han ido proporcionando Diarios del Sáhara, Diarios de Canarias y Diarios de ninguna parte, a medida que eran traducidos y publicados en España, ha diseñado la Ruta Sanmao.
Quedamos en la plaza de San Juan. Pelo rubio y corto, voz musical: “En esta plaza patinó Sanmao por primera vez, porque cuando vino a verla Manolo Álvarez, que era amigo de José María, ella estaba en pleno duelo, y él le preguntó qué le haría ilusión hacer”. La escritora viuda recordó su viejo deseo de patinar sobre ruedas y aquí lo hizo, con patines blancos y los brazos abiertos, repitiendo “¡Soy libre! ¡Soy libre!”.
Me lo cuenta como si hubiera sido testigo de aquella euforia. Ha encontrado en la escritora chino-taiwanesa una misión y un alma gemela: “Las dos somos un poco brujas, hasta le he dedicado una canción, después te la canto”. La descubrió cuando leyó, hace unos años, que se había puesto una placa en la casa de Sanmao: “Yo no sabía quién era, y no me podía creer que una persona de ese nivel había vivido aquí y que yo no tuviera ni idea”. Entonces empezó a entender por qué había siempre allí tantos turistas chinos.
La calle Baladero o Bailadero es la entrada de San Juan, un bellísimo puzzle de casas antiguas. Por aquí paseaba Sanmao, cuando estas callejuelas empedradas eran incluso más tranquilas de lo que son ahora. Mientras caminamos varias personas se cruzan con Mari Carmen Ramos, la saludan, conversan con ella. Aunque hablen de burocracia o de salud, bajo un cielo azulísimo, bajo las palabras está nublado.
“Este lugar es conocido como Las Cuatro Esquinas”, me cuenta cuando llegamos al cruce de las calle Carlos E. Navarro, Julián Torón y León y Castillo. El ritual de los sábados de Sanmao incluía pasar un rato leyendo en un banco de la actual casa-museo León y Castillo, porque en este edificio se encontraba la biblioteca: “Venía aquí también al mercado, y allí estaba la oficina de Correos, donde siempre la atendía el señor Antonio; hace tiempo que está jubilado, me ha contado que con los años comenzaron a llegar más y más cartas, a veces tenían que ayudarle a llevar las bolsas hasta su coche”. Le llegaban muchas más, no obstante, al domicilio familiar de Taiwán. Su padre dedicaba tres o cuatro horas diarias a leerlas, ordenarlas, clasificarlas, pegarles etiquetas y hacerles una marca en función de si debían ser contestadas o guardadas. Era su modo de cultivar a distancia y a través de intermediarios su propio amor por su hija: se quemaron en el funeral.
En el Parque de San Juan se ha inaugurado una estatua dedicada a Sanmao, que en lugar de reproducir su larga melena negra o su túnica de sacerdotisa, representa a un niño con tres pelos. A su lado, en un prado, el Jardín de Sanmao dispersa sobre el verde grandes piedras de contorno ovalado, pintadas de color rojo —que es el de la felicidad según la cultura china—, en referencia a su afición por convertir las piedrecitas de la playa en regalos, joyas, buenos deseos.
Antes de subir al coche para visitar la casa y pasear por la playa, Mari Carmen Ramos me explica la tristeza uterina que late en todas las conversaciones de Telde estos días: “Las autoridades tuvieron que suspender las fiestas la semana pasada porque un niño de ocho años se murió atragantado por un perro caliente”.
6. “Muchas estudiantes chinas deciden estudiar español porque han leído a Sanmao y la consideran un modelo de liberación”, me cuenta Inmaculada González Puy, directora del Instituto Cervantes de Pekín (el segundo con más alumnos del mundo). Lectura adolescente, icono romántico y compartido, sinónimo de viaje, de libertad, Sanmao ocupa el lugar en la cultura china que en la nuestra podría pertenecer al Julio Cortázar de Rayuela, pero en clave femenina, política y muchísimo más popular.
Me encuentro en una cena con gente del mundo de la cultura, en el jardín de un restaurante pequinés. La editora Han Xiadzhen, de la editorial oficial 10 de Octubre, le da la razón y añade (traducida simultáneamente por Wang Tianai): “Sanmao remite al centro de la memoria común de nuestra juventud, en aquella época, los años 80, cuando la leíamos, nadie salía de China, de manera que a través de ella pudimos descubrir un mundo distinto, desconocido, no solo España, también Alemania o América Latina, fue un auténtico vendaval de aire fresco para toda una generación, la nuestra; ahora que trabajo en el mundo editorial, por supuesto que veo su obra desde otra perspectiva, está claro que no tiene una gran calidad literaria, pero sigue estando muy viva”.
7. El primer relato que publicó Sanmao sobre su vida española fue Un restaurante en el desierto. La línea inicial es memorable y brutal: “Qué lástima que mi marido sea extranjero”. La segunda lo es todavía más: “Es inevitable que esta forma de referirme a mi esposo suene un poco racista, pero es que, del mismo modo que en cada país la lengua y las costumbres son muy distintas, en nuestro matrimonio muchas cosas han resultado ser diferencias insalvables”. Con ese párrafo les presentó a sus lectores, que a partir de entonces no pararían de multiplicarse, las condiciones de su pacto narrativo. Me he ido a la otra punta del mundo por amor, les dice, pero no voy a contarte mis historias haciendo énfasis en el idilio amoroso, sino a través del conflicto, de la ironía, de la diferencia cultural, de la traducción. Porque, como añade unas líneas después: “No soy feminista, pero no deseaba en absoluto perder mi independencia y libertad, así que me repetía una y otra vez que después de la boda yo seguiría siendo una alma libre, y que, si no, nada de boda”.
Ella es el centro absoluto de ese relato, que habla de una cena china que José y Sanmao ofrecen al jefe de él y a su esposa. Se llama a sí misma, divertida, esposa vieja y “cascarrabias”. Hace que él le diga “mezclas la verdad con la mentira, eres odiosa”. Y, cuando le revela que los brotes de bambú, salteados con setas shiitake, que tanto ha elogiado el invitado, son en verdad pepinillos, él la abraza y le dice que ella es “como aquel mono, aquel mono que puede transformarse en 72 cosas”. El mítico Sun Wukong o Rey Mono, un referente del arte de la metamorfosis, que es el del zorro o la zorra. O viceversa.
Con él acaba Un restaurante en el desierto, el prólogo de todos los cuentos o crónicas posteriores de Sanmao: dirigidos exclusivamente a lectores chinos. Así finaliza ese texto que en realidad no trata de una cena en el desierto ni del exotismo, sino de cómo nace una escritora.
8. Todos los textos de Sanmao, de una docena de páginas, o bien evocan vivencias de su infancia y adolescencia asiáticas y de sus viajes; o bien se ubican en España (el Sáhara, Canarias, Madrid). Los relatos hispánicos son los más astutos. Combinan la creación de personajes redondos con estructuras narrativas y atmósferas exóticas, siempre en tensión con el cuerpo y la voz de la narradora: la boda en el desierto, las costumbres saharauis, excursiones en busca de fósiles o de cementerios, los dolores que sufre Sanmao, la brujería en el Sáhara o en Canarias, hombres y mujeres excéntricos que a menudo se convierten en sus amigos, la familia madrileña.
Querida suegra es el máximo ejemplo de la operación que lleva a cabo la escritora —fragmentariamente, en crónicas o cuentos que se publicaron durante muchos años— para convertir en personajes literarios a los miembros reales de su familia política. En una bruja, en este caso. El texto refiere una visita navideña a la casa de sus suegros, donde José y ella se alojan durante las fiestas. Aunque encadena escenas en que la suegra se muestra durísima con Sanmao, en el momento de la despedida se deshace en lágrimas: “Niña, ¡vuelve pronto! El desierto es muy duro, y aquí tienes tu casa. Me había equivocado contigo, pero ahora mamá te quiere”. Y la narradora reconoce que su suegra era su enemiga solamente en su imaginación, en un giro que revela que desde el principio importaron mucho menos los hechos, las realidades, que la estrategia narrativa, la preparación de la sorpresa final. La moraleja: ella es más bruja que su suegra. Una bruja encantadora.
7. “Desde pequeña, mi mayor aspiración ha sido poder dedicarme a hurgar en la basura”, dice la primera oración del relato Comprar y vender por todo el mundo. Para nutrirse de variedad y de conflictos, para generar literatura, el escritor debe rebuscar en todas partes. También en el amor y en los vecinos y en los compañeros de trabajo y en la familia, contenedores de vidrio, papel, cartón y residuos orgánicos, fuentes de reciclaje.
En una carta del 3 de junio de 1980 (Diarios de ninguna parte), Sanmao les dice a sus padres que se plantea regresar a Taiwán, pero que se resiste: “Amo demasiado este país y también las islas Canarias. Aunque corre sangre china por mis venas, España es mi amor”. Y enumera a continuación las razones de ese amor: el océano, la naturaleza, el viento, el Sáhara en la orilla de enfrente, la tumba de José en la isla vecina.
También les confiesa que tuvo que llamarles a cobro revertido porque su suegra “tenía miedo de que no me hiciera cargo del gasto y no me dejaba telefonearos”; y que la herencia de su marido, que murió inesperadamente sin dejar testamento, tuvo que dirimirla en los tribunales. Abunda sobre esos problemas en un artículo o crónica o cuento recogido en el mismo libro, Las golondrinas vuelven como cada año, donde reconstruye varias supuestas conversaciones familiares en las que discute sobre la casa y el dinero: ”’¡Las propiedades de José son mías!’, chilló mi suegro con bravuconería, dando un golpe”.
Mucha gente le ha contado a Mari Carmen Ramos que la casa de Sanmao siempre estaba llena de niños. Los cuidaba. Los llevaba a la playa, jugaba con ellos, les enseñaba a pintar piedras. No habla de ellos en sus cuentos. No los menciona ni una sola vez. En esa ausencia tal vez estén el núcleo del misterio, la teoría de la madriguera de la zorra, las razones de la madrastra, el mecanismo secreto de la artesanía del reciclaje (de miserias personales en temas universales).
6. La calima es un viento africano que azota periódicamente el archipiélago canario, recordándole a qué masa continental pertenece con su borrachera de arena del desierto. Los lazos con Marruecos y Argel también son submarinos: el banco de pesca canario-sahariano, que fue internacionalizado en los años 70, hizo del Puerto de la Luz uno de los más importantes del mundo. Aquí la mayoría de la población siente simpatía por la causa saharaui. Cuando en 1975 la Marcha Verde del rey Hassan II invadió el Sáhara Español, la Operación Golondrina evacuó a 20.000 españoles, muchos de ellos canarios.
Entre los que llegaron aquí estaban Sanmao y José María, quien trabajó en varios proyectos de las islas, como la ampliación del Puerto de la Luz, la construcción Complejo Lagos Martíanez en el Puerto de La Cruz, o la ampliación del Puerto de Santa Cruz de la Palma. Se alojaron entonces en los Apartamentos Rocamar, que ahora forman parte de la otra Ruta Sanmao, la de la isla de La Palma, una ruta gemela, una línea de fuga, una bifurcación más en esta crónica especular y simétrica (un viaje futuro).
5. En la Casa Perico Júnior de Playa del Hombre, comparto con Mari Carmen Ramos una ración de gofio, otra de papas arrugadas y una tercera de deliciosas “albóndigas Sanmao”, un homenaje a la vecina china que sigue atrayendo autocares de turistas, que vienen para fotografiar la casa donde vivió con José María y para visitar ese parque infantil decorado con murales que ha sido bautizado como Rincón de Sanmao y está frente al restaurante.
A unos pocos centenares de metros se encuentra la casa más importante de las que habitó el matrimonio: una vivienda con jardín, protegida por muros rojizos, por los que se eleva una palmera. Mari Carmen Ramos conoce a los actuales propietarios y ha hablado largamente con la vecina, una de las pocas amigas de la escritora en la isla. En su incesante búsqueda de datos y de historias y de testigos, uno de ellos, Toña, le reveló que Sanmao le había contado que estaba embarazada precisamente en las semanas previas a la muerte de su marido. “Toña, he perdido el niño”, le dijo después del entierro.
En El colgante (de Diarios del Sáhara) narra un confuso episodio anterior, en el Sáhara, en que se entrelaza la brujería con un accidente de coche y con un aborto. Otro. La palabra madriguera remite a matriz, a útero, a refugio en el seno de la madre tierra donde madurar y donde parir y donde criar. En latín matrix significa que tiene una fuerte tendencia a ser madre, que actúa como tal. En nuestra época —la de las películas Matrix—, ese sentido se confunde con el del velo pixelado que altera el código y el adn de la realidad, con la gran mascarada.
Antes de dejarme en el aeropuerto Mari Carmen me canta su canción. Le digo que me alegra mucho que haya encontrado a Sanmao. “Como yo no tengo una historia de amor, le cuento al mundo la suya”, me confiesa. Y me repite que las dos son un poco brujas y que a veces habla con su foto: “Echo, mi niña, ¿tú qué harías en mi caso?, yo le hablo, le pregunto y lo peor es que ella a veces… me contesta”.
4. Entre Las Palmas de Gran Canaria y el aeropuerto, en el barrio de San Juan del municipio de Telde hay una calle con dos nombres. El actual es Bailadero y el antiguo es Baladero: allí las vacas eran separadas de sus carneros y éstos balaban durante noches y días hasta que se les agotaba el duelo.
3. Carmen Quero me cuenta por teléfono que Sanmao encajó muy bien en la familia, porque ellos eran muy viajeros, personas abiertas, incluso una hermana suya vivía en Colombia, de manera que les pareció natural que su hermano se enamorara de una mujer china, aunque fuera mayor que él.
Sabían que Echo escribía y publicaba cuando José María estaba vivo. Pero su hermano se murió sin tener conciencia de que millones de lectores chinos sabían quién era, qué pensaba, cómo hablaba, qué comía, qué le gustaba, dónde vivía, qué hacía, con quién se relacionaba, cómo era su familia. Sin saber que era un personaje literario: “Mi hermano sabía que ella escribía de su vida cotidiana, de su entorno, de sus aventuras, digamos… Pero no sabía que escribía tanto sobre él”.
No supieron que ellos también eran personajes de los libros de Sanmao “hasta que la editorial Rata publicó el primer volumen en español”. Lo único que Carmen Quero había leído de ella, en inglés, fue “un extracto de Cuentos del Sáhara, que Sanmao me pasó mecanografiado, porque se iba a publicar en Reader’s Digest, en que nosotros no aparecíamos, hablamos del año 78 o 79, se tradujo al español y se publicó en Selecciones, por un viaje suyo a Sudamérica, y me encantó, porque a mí me encanta cómo escribe, lo hace con mucha sencillez, hasta un niño puede entenderla”. Allí hablaba de José, de su boda, pero no de la familia Quero.
Desde el principio —prosigue— Sanmao comenzó a alterar la realidad en su literatura. Ella lo dejó claro en los títulos de sus libros. Por eso le parece un error que la editorial haya optado por publicar sus textos en volúmenes titulados Diarios, porque en los originales en chino se deja claro desde la portada que se trata de Cuentos.
Precisamente porque es ficción, relatos inspirados en hechos reales, no acaba de entender que los mencione con sus nombres verdaderos. Y menos aún que hable mal de ellos, porque a su parecer el trato siempre fue cordial y cariñoso, “era una mujer muy generosa, no sé por qué escribió cosas que no son verdad, como todo lo de la herencia: mis padres nunca le pidieron dinero”.
La familia Quero y la familia Chen —Henry y Jenny Chen, responsables de sus derechos, que viajaron acompañados por la amiga de Echo Nancy Chang—, se conocieron en España en mayo de este año. Fue un encuentro muy emocionante. Todos ellos han pasado a la historia gracias a los seis años que sus respectivos hermanos pasaron juntos y a que esos seis años se convirtieron en libros superventas. Los hermanos de Echo entendieron el disgusto de los hermanos de José María y prometieron que en las siguientes ediciones de Diarios de ninguna parte no aparecerán “los párrafos más ofensivos”.
Aunque no comprenda por qué Sanmao publicó aquellos textos, Carmen Quero se ha convertido en una seguidora que archiva todo lo que se publica sobre la escritora chino-taiwanesa: “Yo tengo mi teoría –me dice antes de despedirnos–, yo creo que ella no habla realmente de mi madre, sino de una especie de suma de todas las suegras chinas”.
2. En su novela Zorro, Dubravka Ugrešic parte de Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos, de Pilniak, para imaginar una novela arbórea y autobiográfica, recorrida por viejos zorros, zorritos reales y zorras mitológicas. Una auténtica novela sobre cómo se escriben las novelas.
El relato de Pilniak —nos dice la escritora balcánica— pese a los detalles históricos y a la particularidad de la relación entre Tagaki y Sofía, “reproduce en realidad el patrón de los cuentos de hadas: los cuentos sobre un ser misterioso que no es de este mundo” que “secuestra a la novia y se la lleva a un reino lejano más allá de siete montañas o más allá de los siete mares”. A Japón, al Sáhara, a las islas Canarias.
“Y he aquí la paradoja: si el cuento de Pilniak no llevara implícito el patrón de los cuentos de hadas, no sería tan convincente”, afirma Ugrešic. El relato es metaliterario y muy sofisticado, pero su sustrato es absolutamente popular. La historia es única y sin embargo ha ocurrido millones de veces y seguirá ocurriendo. La madre protectora, el hijo enamorado, la bruja. La isla y el desierto.
“El zorro está condenado a la soledad, a una vida lejos de su especie”, leemos en la versión de la cita de Pilniak de la novela de Ugrešic. Hace 30 años, en cambio, el mexicano Sergio Pitol tradujo la palabra en femenino: “¡La zorra es el dios de los escritores!”. Sanmao invirtió el sentido de una relación muy antigua: la de la musa y el poeta, la de la modelo y el artista. José fue su modelo, su musa, en el territorio de la escritura; mientras que en la vida cotidiana ella hacía la compra, cocinaba, cuidaba a los niños de los vecinos. Era al mismo tiempo la zorra y el zorro. O viceversa.
La literatura es siempre carnaval y funeral, bailadero y baladero. El novelista, el poeta, el cronista: todos llevamos puesta, cuando escribimos, una o varias máscaras. Yo mismo: esperando a que Mari Carmen Ramos me revelara por qué se había vuelto una profeta de Sanmao; persiguiendo voces de mujeres vivas para invocar la voz de una mujer muerta; buscando en Carmen Quero no tanto la clave de Sanmao como el clímax de esta crónica.
Para encender una cerilla en el corazón de la madriguera o de la zorrera y atisbar durante unos segundos las sombras del secreto. Dice Pilniak: “Que sean los otros quienes juzguen, no yo. Mi trabajo se reduce a meditar: sobre todas las cosas y, también, en particular, sobre cómo se deben escribir los cuentos”. O las crónicas. O viceversa.
1. Porque, como escribió Anne Carson en La belleza del marido: “Esa es la apariencia de la verdad: en capas y elusiva”.
Fuente : Mujer de hoy, 13 ago 2019
Tags : Sahara Occidental, San Mao, Taiwan,
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