Khadija Mohsen-Finan
Pierre Vermeren
A cambio de la « buena conducta » del reino en cuestiones de las migraciones o del radicalismo religioso, la UE muestra poca consideración por los derechos humanos en Marruecos, destacan los académicos Khadija Mohsen-Finan y Pierre Vermeren, en un artículo de opinión en “Le Monde”.
Desde 2011, aparte del pequeño Túnez, que intenta lograr la democracia, los países árabes se han dividido entre los que han caído en la guerra civil y los que se distinguen por su immovilismo. Marruecos pretende escapar a estas clasificaciones, destacando la « alternancia » política promovida por Hassan II desde 1997-1998, que su hijo Mohammed VI había ampliado inicialmente.
Hassan II (1929-1999) se había visto obligado a abrir el sistema político para corregir la imagen del reino en matera de derechos humanos y unirse a las naciones que cuentan en la escena internacional. Pero, a pesar de las aperturas realizadas, la comunicación sobre el cambio y la « excepción » marroquí ha sido más importante que el propio cambio.
Refractario a cualquier apertura
En 2011, en respuesta a las reinvindicaciones políticas y sociales de la « Primavera Árabe », el gobierno modificó en caliente la constitución. Sin embargo, la oferta real, acogida favorablemente por Francia y la Unión Europea (UE), no modificó el sistema en vigor y sólo fue una respuesta marginal a las peticiones expresadas por los marroquíes. El gobierno pretendió cerrar las negociaciones con los manifestantes del « 20 de febrero », el movimiento de protesta cuyos miembros fueron posteriormente cooptados por el régimen para algunos o condenados a prisión para otros. Pero las protestas nunca cesaron, expresándose regularmente en el espacio público. La determinación de los manifestantes en la región del Rif en 2016-2017 ayudó a hacer al gobierno febril y resistente a cualquier apertura. En etapas, las libertades adquiridas en 1997-1998 parecieron desmoronarse.
La fase ofensiva del terrorismo salafista, que comenzó en Marruecos en 2003, desencadenó una reacción brutal del aparato de seguridad, que se consideró desproporcionada. En 2011, el Palacio actuó estratégicamente ofreciendo liderazgo gubernamental a los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD). De esta manera, esperaba socavar su credibilidad, ya que Hassan II había logrado hacerlo diez años antes con sus enemigos históricos de izquierdas.
Además, durante el 2010, las respuestas del Palacio a las peticiones de islamistas, de bereberistas, de sindicatos, de estudiantes, de graduados desempleados, de manifestantes del Rif y de la provincia fronteriza de Argelia, de los saharauis…. fueron cada vez más coercitivas. Según organizaciones no gubernamentales (Amnistía Internacional y Human Rights Watch), el reino alberga una vez más a centenares de « presos políticos », lo que el gobierno niega al referirse, como en el pasado, a « criminales » y « gamberros ». ¿Ha vuelto Marruecos a su antiguo sistema?
El cambio que se le impuso a Hassan II hace veinticinco años ya no es una prioridad. Como aliado privilegiado y socio de seguridad de europeos y usamericanos, Marruecos ya no se encuentra bajo ninguna presión para abandonar su gobernanza autoritaria. Sobre los temas delicados, en efecto, se ha hecho ineludible. Así, mientras que otros Estados del Magreb rechazan la externalización, deseada por la Unión Europea, de la gestión de los flujos migratorios, Marruecos se presta al juego.
Desde el cierre de Libia en 2017, Marruecos, en el centro de la migración, ha rechazado a menudo a los migrantes subsaharianos que tratan de llegar a Europa con gran violencia. Pero su desplazamiento desde el Estrecho de Gibraltar hacia las ciudades del sur de Marruecos, próximas al Sáhara, obliga al reino a contorciones con los países del Sahel: puesto que quiere al mismo tiempo aparecer como un campeón de África solidario del destino de sus migrantes.
Marruecos también se ha hecho « indispensable » en la lucha contra el radicalismo religioso. El estatus de « Comendador de los Creyentes », el argumento de autoridad del rey sobre su pueblo, se ha convertido en el parangón de la moderación islámica con el respaldo de los gobiernos europeos. Marruecos se presenta como campeón de un islam sunita abierto y del sufismo e invierte en la formación de imanes africanos y europeos: incluso una parte de los imanes franceses están ahora formados allí. Nadie se da cuenta de que la efervescencia religiosa del reino aún no ha retrocedido.
La « buena conducta » de Marruecos en estos temas o en la lucha contra el terrorismo tiene un precio. La Unión Europea y los países occidentales no tienen casi en cuenta los derechos humanos y el lento progreso del régimen hacia la democracia. Su prioridad está en otra parte. La Comisión Europea, por ejemplo, no ha tenido reparos en ignorar la opinión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. El Tribunal dictaminó que el acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos no podía aplicarse al Sáhara Occidental, ya que este territorio no está vinculado a Marruecos en virtud del derecho internacional.
Cláusula no ejecutable
A pesar de ello, el acuerdo renegociado se firmó en Rabat el 24 de julio de 2018, incluyendo una cláusula que parece totalmente inaplicable. Los saharauis, denominados en este texto « habitantes de la zona », deben beneficiarse de las sumas recibidas por Marruecos por la venta de los recursos pesqueros de las aguas del Sáhara. Así, el acuerdo renegociado siguió favoreciendo a Marruecos, pero también a la UE, permitiendo a sus buques acceder a estos caladeros por 52 millones de euros al año, un 30% más que en el texto anterior. En cuanto al control de la migración, fue objeto de una transacción de 148 millones de euros pagados a Marruecos sólo para el año 2018.
La Unión Europea y sus países mediterráneos ya no hacen de la liberalización y la transición política un requisito previo en esta región del mundo. Obnubilados por lo que perciben como riesgos de desestabilización, prefieren tener interlocutores fiables y fuertes. En este juego, el Reino de Marruecos es el socio más deseable.
Tlaxcala
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