José Ramón Diego Aguirre
El País, 7 nov 1991
El autor, militar e historiador, analiza desde el punto de vista de la estrategia militar la incapacidad de Marruecos, a pesar de su enorme superioridad en hombres y armamento, para acabar desde hace 16 años con la guerrilla saharaui.
Hace ya 16 años que se firmaron, el 14 de noviembre de 1975, los acuerdos de Madrid. Nadie hubiera podido pensar entonces que iban a dar lugar a una guerra interminable. Y todavía hoy, después de la aceptación teórica por Marruecos de un referéndum de autodeterminación, planean fuertes dudas sobre la determinación del rey a aceptar que la consulta se desarrolle de manera verdaderamente imparcial.Pero lo que no ofrece duda alguna, en cambio, es la resistencia de los saharauis a convertirse en súbditos suyos. La monarquía alauí podrá alegar los más alambicados argumentos de carácter supuestamente histórico -pulverizados por los historiadores y el Tribunal de La Haya- sobre sus derechos en el Sáhara, pero no podrá jactarse de la obediencia de los saharauis libres, ahora llamados « hijos descarriados ».
Obstaculizando la celebración del referéndum, Marruecos sólo ha demostrado lo que ya se hacía patente antes del abandono español: su temor a la auténtica expresión de la voluntad popular, que le llevó a torpedear en la ONU en 1974, con la ayuda de Occidente, el referéndum prometido por España para 1975.
Lejos de encontrarse, en noviembre de ese año, con el entusiasmo de la población autóctona que celebraba la liberación del colonialismo paternalista español, las tropas de Hassan II empezaron a sufrir una larga serie de reveses que obligaron a las Fuerzas Armadas a aumentar sus efectivos de 60.000 soldados en 1975 a 100.000 en 1979 y a 170.000 -sólo en lo que se refiere al Ejército de Tierra- en 1988, casi todos desplegados en el Sáhara, además de 25.000 hombres de la aviación, la gendarmería y las fuerzas auxiliares.
A partir del 30 de octubre de 1975, cuando las Fuerzas Armadas marroquíes invadieron el este del Sáhara con una silenciosa ayuda española, empezaron los ataques de los saharauis contra los convoyes y los destacamentos aislados. Los bombardeos de la aviación marroquí sobre los campamentos sólo sirvieron para ocasionar numerosas víctimas entre mujeres y niños, pues los combatientes estaban diseminados a lo largo del territorio.
En sólo dos meses, las Fuerzas Armadas consiguieron llegar a los puestos alejados de Tifariti, Guelta y Mahbes, en la zona norte, mientras los mauritanos se atascaban en el sur. Pero los ataques contra los destacamentos y convoyes se sucedían constantemente, lo mismo que contra El Aaiún y los objetivos económicos de los fosfatos de Bu Cra y de las instalaciones mineras mauritanas de Zuerat y su ferrocarril. En junio de 1976 era atacada Nuakchot, la capital de Mauritania, operación en la que moría el dirigente del Frente Polisario, El Ueli Uld Mustafá.
A pesar de la importante intervención directa de Francia con sus aviones Jaguar en la Operación Lamantin, la guerra provocó el hundimiento del Gobierno mauritano con un golpe de Estado que derribé a Mohtar Uld Dadah en 1978 y que llevó a las nuevas autoridades a firmar la paz con el Frente Polisario en 1979, y poco después a reconocer a la república saharaui.
‘Ofensiva Huari Bumedian’
Convertido Marruecos en objetivo único, a partir de enero de 1979 se desencadena la ofensiva Huari Bumedian, cuyo nombre recuerda al fallecido presidente de Argelia. El frente puso en juego importantes contingentes con armamento moderno, y el 28 de ese mes ocupó Tantan, capital de Tarfaya, en el propio Marruecos, liberando a sus prisioneros y destruyendo las instalaciones militares. Esta ofensiva tuvo una honda repercusión en el reino, donde se tuvo que reconocer que la guerra iba mal.
Sin embargo, la operación se volvió a repetir en el mes de junio. El nuevo objetivo fue Assa, una ciudad marroquí al norte del río Dra, a sólo 200 kilómetros de Agadir. En agosto, la guarnición de Leboirat, en el valle del Dra, fue cogida por sorpresa y casi destruida, lo que supuso el procesamiento de numerosos militares marroquíes. Al propio tiempo, la población de Saac quedaba cercada. En 1980, el frente seguía atacando en el propio Marruecos: en enero, Akka; en septiembre, Tata, y en octubre, el oasis de M’Hamid. Estos combates se combinaban con los llevados a cabo al oeste de Tarfaya, en las guarniciones próximas a Tantan y al cabo Jubi, así como en la ruta que lleva hasta El Aaiún, que tuvo que ser abastecida por vía marítima.
Como ya ocurrió en la guerra contra España de 1957-1958, quedó claro que era imposible mantener tantas posici ones aisladas, y Marruecos tuvo que abandonar sus puestos avanzados al este de Smara entre abril de 1977 y octubre de 1979, limitándose a ocupar el triángulo útil de Bu Cra-Smara-El Aaiún, así como los poblados de Guelta, Bir Nzarán y Dajala.
Al propio tiempo, Marruecos ponía en marcha, con una supuesta finalidad antiguerrillera, unas importantes columnas con amplios medios. La primera, llamada Uhud, contando con 6.000 hombres, salía de Marraquech en septiembre y llegaba a Dahala en diciembre de 1979, para confirmar el dominio sobre la zona abandonada por Mauritanía. En enero de 1980 salía de Benguerir la columna Zalaca, dirigiéndose hacia el este del Dra para liberar Saac, que seguía sitiada por los saharauis desde meses atrás.
Hostigada por éstos, la columna tuvo que retirarse a Assa y hasta mayo no pudo poner fin al sitio de Saac, después de dominar el paso de Trcíg Negueb, sobre el Dra. Otra columna, Larak, operaba en el oeste de Tarfaya, en el Yebel Zini y Yebel Rich, para impedir los ataques del frente contra Tañtan y la ruta de El Aaiún. Sin embargo, los resultados obtenidos no respondían a los medios empleados, porque los saharauis sólo combatían donde creían obtener más ventajas, diseminándose en el resto del territorio.
Defensa estática
A mediados de 1980, Marruecos comenzó a planear una defensiva estática a base de construir un sistema de grandes fortificaciones. El primer muro se elevó desde el Dra a Saac y a continuación se levantó otro desde Ras el Janfra, en la frontera, hasta Smara, desde donde se dirigía hacia el suroeste, alcanzando Bu Cra en mayo de 1981. En 1982, este primer muro se prolongó hasta el Atlántico, incluyendo el poblado de Bojador.
Al finalizar 1981, Marruecos apenas dominaba una sexta parte del Sáhara, al tiempo que aumentaba a 120.000 hombres sus efectivos en filas. En el resto, es decir, 200.000 kilómetros cuadrados, dominaba el Frente Polisario.
En diciembre de 1983, al amparo de una columna, marroquí de 30.000 hombres, se levantó otro muro que rodeaba Arrigala y llegaba al este de Smara, enlazando con el anterior. Entre abril y mayo de 1984 se elevó una nueva fortificación entre Amgala y Saac, englobando una nueva porción de territorio y estableciendo una línea defensiva de más de 1.000 kilómetros de Saac a Bejador.
En 1985, otra muralla, aún más avanzada, partía de Saac hasta pasar a escasos kilómetros de la frontera argelina, lo que elevó la tensión entre los dos países. Esta nueva muralla enlazaba en Arngala con las fortificaciones anteriores. De mayo a septiembre, los muros defensivos se extendieron desde Arngala hacia el sur, incluyendo Guelta y llegando al golfo de Cintra. Y entre febrero y abril de 1987 se construyó la última fortificación, que partía de Bir Nzarán hacia el sur y giraba luego hacia el oeste, terminando al norte de La Güera, una ciudad administrada por los mauritanos.
La decisión que había tomado Marruecos suponía encerrarse tras una enorme línea de fortificaciones, defensa y cerco propio a la vez, elevadas y mantenidas con gastos fabulosos, sin poder llegar a una victoria militar, faltos de iniciativa y de libertad de acción. El espíritu ofensivo permanecía en manos de los saharauis, quienes atacaban, las fortificaciones en innumerables ocasiones, consiguiendo causar a Marruecos elevadas pérdidas. Los gastos militares marroquíes ascendían en 1989 a 1.216 millones de dólares; la deuda exterior, a 19.500 millones, mientras las importaciones de armas superaban los 500 millones de dólares en 1979 y los 300 por año en los sucesivos.
A pesar de la ímportantísima ayuda occidental, con créditos y ventas de armas de EE UU, Francia, España y otros países, y de las entregas generosas de miles de millones de dólares procedentes de Arabia Saudí y de los Emiratos Árabes Unidos, Marruecos no podía ganar una guerra contra un Ejército saharaui que no sobrepasaba los 15.000 hombres, según el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres.
Sólo la solución política, con un referéndum imparcial, se convertía en la salida posible para el conflicto del Sáhara, pero a ello se opuso durante años Hassan II, buscando primero fortalecer su inestable posición. Sus acciones de esta última época así lo prueban. Sólo falta por dilucidar si la ONU tendrá la suficiente energía y determinación para imponer una consulta de la población, libre de coacciones militares o policiales, que abra el camino hacia una independencia por la que los saharauis han luchado, durante tantos años. Creemos con firmeza que, finalmente, la historiá siempre hace justicia a los pueblos.
José R. Diego Aguirre es historiador.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de noviembre de 1991
Tags : Sahara Occidental, Frente Polisario, Marruecos, guerre, resistencia saharaui,