El Sáhara Occidental se corresponde con la antigua colonia española del mismo nombre y está situado en el reborde atlántico del gran desierto del Sáhara. Se extiende entre el río Uad Draa, al norte, en relación a Marruecos; la península de Ras Nouadhibou (antiguo cabo Blanco), al sur, en relación a Mauritania; y el desierto del Sáhara, por el este, en los límites fronterizos de Argelia, en su mitad norte, y Mauritania, en la sur.
El desierto del Sáhara es un vasto territorio que cruza de este a oeste casi toda la franja septentrional del continente africano, con una extensión de unos diez millones de km2, lo que le convierte en el mayor del mundo. Dado su carácter cálido, es un medio inhóspito para la vida en general. Su escasa vegetación tiene como excepción la que se concentra en los limitados oasis existentes. Este hábitat tan adverso ha condicionado que los grupos humanos que llevan viviendo durante al menos tres milenios hayan adquirido unas formas de vida predominantemente nómadas y una organización social tribal, con una fuerte presencia de los lazos consanguíneos.
La situación política surgida desde la década de los 70
El Sáhara Occidental es un territorio incluido dentro del Comité de Descolonización de la ONU, sin que hasta la fecha se haya solucionado el contencioso internacional surgido en noviembre de 1975, tras la firma de unos acuerdos secretos entre los gobiernos de España, Marruecos y Mauritania; y la ocupación militar de Marruecos y Mauritania desde 1976, mantenida sólo por Marruecos desde 1979.
Marruecos denomina al territorio ocupado con el nombre de provincias meridionales, aunque en la práctica sólo tiene controladas las dos terceras partes del mismo, delimitadas mediante un muro o berma de unos dos mil kilómetros de longitud, cuya franja oriental se encuentra controlada por la República Árabe Saharaui Democrática, fundada en 1976. A lo largo de estos años ha organizado una explotación de los recursos naturales, administradas por empresas en su mayoría francesas y españolas, que operan preferentemente en la minería (fosfatos) y la pesca. A la vez el gobierno ha fomentado el asentamiento de población procedente del propio Marruecos. Resulta difícil ofrecer una cuantificación del conjunto de la población existente y su reparto según la procedencia, pero se estima que está en torno a unas 270.000 personas, la mayoría saharaui.
En 1976 se fundó la RASD, actualmente reconocida por alrededor de 70 países. Aunque su Constitución contempla como territorios propios los ocupados por Marruecos, su asentamiento real se encuentra en el territorio cedido temporalmente por Argelia en la zona de la Hamada de Draa o Tindouf, donde habita parte de la población que se refugió en 1976 al inicio de la guerra contra Marruecos y Mauritania. En la actualidad esta población exiliada está cuantificada en unas 200.000 personas.
Toda esta situación ha hecho que resulte complejo hacer una delimitación política y poblacional clara del territorio.
Los orígenes del pueblo saharaui
Parece extendida la idea que el pueblo sanhaja es el antecesor de los distintos grupos bereberes que acabaron asentados en la mitad oeste del norte de África hace unos 3.000 años. Distintos avatares históricos en los siglos siguientes fueron dando cierta personalidad a uno de los grupos que acabaron conformándose en la parte occidental del desierto del Sáhara. Entre dichos avatares se encuentra la relación con otros pueblos, como el soninke (situado más hacia el sur y de piel negra) e incluso un grupo beduino árabe procedente del Yemen, éste en el siglo XIII; o la islamización religiosa y cultural, iniciada entre los siglos VII y VIII, paralela a la de los pueblos de la parte más septentrional del continente, y consolidada con la expansión almorávide, en el siglo XI, y la presencia del grupo árabe yemení, en el siglo XV. Los grupos tribales sahararuis occidentales en su mayoría tenían un carácter nómada, influidos en distinto grado por las poblaciones sedentarias asentadas en sus extremos más septentrional y meridional.
La población resultante de las fusiones de las distintas etnias, con predominio del elemento árabe-bereber, era fundamentalmente nómada, dedicándose al pastoreo; en menor medida, al comercio a través del desierto, en ruras que iban en las direcciones este-oeste y norte-sur; y a la pesca, en las zonas próximas a la costa atlántica.
El contacto con el mundo europeo occidental data del siglo XV, en el momento en que varios estados de esta parte del continente iniciaron una expansión territorial hacia el sur de África, en busca de rutas, recursos y mano de obra esclava. Pero fue el colonialismo del siglo XIX, concretado con la ocupación progresiva por parte de España desde finales de siglo, lo que alteró en parte la situación de las tribus del desierto, no tanto por lo que supuso de ruptura con las formas tradicionales de subsistencia como por la pérdida de la soberanía que los distintos grupos tribales ejercían libremente y sin injerencias externas. Fue una situación que no estuvo exenta de conflictos hasta los años 30 del siglo XX, bien en forma de enfrentamientos, más o menos abiertos, como de resistencias.
El proceso descolonizador de las antiguas colonias en todo el mundo, auspiciado finalmente por la ONU, tuvo como culminación la demanda por este organismo a España en 1965 del inicio del proceso correspondiente. Pese a ello, las demandas territoriales por parte de Marruecos y Mauritania acabaron con la firma en noviembre entre los gobiernos de los tres estados de los llamados acuerdos tripartitos, mediante los cuales de facto los dos primeros estados acabaron repartiéndose el Sáhara Occidental y España se desentendió de su responsabilidad como antigua potencia colonial. Pese al dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya en 1975, y las reiteradas resoluciones de la ONU, la OUA y la UA, Marruecos las ha incumplido, aprovechándose del apoyo que tiene de potencias como Francia y EEUU, y la política ambigua mantenida por los gobiernos españoles, que, sin negar el derecho a la autodeterminación que le asiste y le reconoce la ONU, se niega a aplicar una política de apoyo efectivo hacia el pueblo saharaui, prefiriendo una situación de statu quo con su vecino del sur y sus aliados occidentales.
Una cultura milenaria
La cultura saharaui occidental, milenaria en sus orígenes y desarrollo, se inscribe en un ámbito territorial muy limitado para el desenvolvimiento de los grupos humanos, a la vez que corresponde a una población muy reducida en número. A esto hay que unir las interferencias políticas que está sufriendo especialmente desde 1975, momento en que se inició la ocupación militar por Marruecos. Todo ello no impide que se pueda hablar de una cultura específica, con lazos de diversas índole con nuestro país, derivados de la presencia colonial durante aproximadamente un siglo y también de las relaciones que numerosas personas, organizadas en grupos de apoyo a su causa, mantienen.
Se trata de una cultura viva que mantiene elementos tradicionales, muy ricos en sus formas y contenidos, y que ha aportado nuevos elementos, en unos casos producto de una reinterpretación de los tradicionales en un contexto nuevo y en otros casos surgidos en la misma realidad actual.
Los componentes principales de la cultura saharaui
La cultura saharaui se ha ido conformando a lo largo de un proceso histórico, que le ha permitido dotarse de una personalidad propia, creada entre por la confluencia de sus propias tradiciones y las que sucesivamente han ido aportando otras cultura. En este sentido se han destacado cuatro grandes componentes de la cultura saharaui actual, originados en épocas históricas más antiguas, a los que habría que unir un quinto componente más reciente en el tiempo: la tradición ideológica que representa el Islam; las prácticas económicas en el marco de división de tareas entre varones y mujeres; la organización familiar tradicional; el equilibrio poblacional entre varones y mujeres; y la situación socio-política creada desde 1975 (Niño y Marvena).
En todos estos componentes se ha destacado como un elemento clave, que ayuda a integrarlos y darles una coherencia de conjunto, el papel que juegan las mujeres, algo que resulta relevante en sí mismo y en relación a las culturas más cercanas y de una manera especial la cultura marroquí, que desde las últimas décadas ha entrado en conflicto con la saharaui.
La tradición islámica
Se trata de un componente que resulta común a todos los pueblos situados en el norte de África, desde la costa mediterránea hasta las zonas situadas al sur del desierto, y que incluye además a Marruecos. Pese a ello, el pueblo saharaui ha ido creando desde siglos atrás una serie de rasgos propios, desde el mantenimiento de algunos hasta el mestizaje con otros, que le han ido confiriendo su propia personalidad. Uno de ellos es el papel que ha jugado la mujer, siempre desde una mayor libertad de acción, que con frecuencia se ha interpretado como prácticas contrarias al Islam. Así se explica la costumbre de la cara destapada, los juegos eróticos entre jóvenes en algunas tribus, etc.
Partiendo de la consideración del Islam no sólo como una religión, sino como una forma de vida, la interrelación del pueblo saharaui con el medio donde viven ha hecho que se haya hecho una adaptación de los rituales propios de la religión al propio entorno. Así, por ejemplo, la purificación con agua antes del rezo en las mezquitas se hace en el desierto con arenas y piedras.
La misma literatura se circunscribió en otras épocas dentro de la tradición islámica, con predominio de las formas orales de transmisión, pero sin olvidar también las escritas. Entre las primeras se encuentra la lejtá, en la que se improvisaban poemas como una forma de sublimación de las rivalidades tribales. Y entre las segundas, la lejna. Hoy se mantiene viva una gran creatividad literaria, donde la poesía cobra un valor importante.
Las prácticas económicas
Partiendo del carácter predominantemente nómada de la cultura saharaui, el papel que juegan las mujeres resulta más relevante, con una menor presencia de los elementos patriarcales. Esto se ha traducido en una importante presencia de las mujeres en la vida económica, algo que ha contrastado con la que han tenido en las culturas vecinas del norte. Si la vida nómada ha exigido una permanente movilización de todo el grupo familiar, la división de tareas en relación al sexo-género ha conllevado que las mujeres hayan tenido una posición importante en las que le correspondían, independientemente de las responsabilidades asignadas en el marco de la organización del núcleo familiar.
En la actualidad el nomadismo sigue existiendo y, aunque no es un elemento residual, sí va adquiriendo menor importancia en relación a las distintas actividades económicas realizadas tanto en los territorios ocupados como en la Hamada del Draa. Su mantenimiento refleja no sólo formas económicas y sociales que en el pasado fueron preponderantes, sino también otras formas que reproducen simbólicamente elementos propios de su identidad colectiva.
Organización socio-familiar
La sociedades nómadas tienen en los lazos de consanguinidad uno de sus rasgos sociales más característicos. La relación entre la familia y la tribu se convierte en la forma como se imbrican las personas en el conjunto social. Los jefes de familia suelen conformar estructuras de control y gestión mediante asambleas de tribales, que en la cultura saharaui se ha denominado yemáa. Fue utilizada desde 1934 por España como institución intermediaria entre la población saharaui y la metrópoli colonial, y llegó a ser utilizada por Marruecos entre 1975 y 1976, el momento en que se estaba dilucidando el futuro del Sáhara. La organización política de la RASD, sin embargo, ha eliminado esa institución por su naturaleza elitista, al dotar a una minoría de la toma de decisiones, sustituyéndola por un parlamento, órgano del poder legislativo, al que denominan Consejo Nacional saharaui.
Resulta propio de las sociedades menos evolucionadas el mayor componente matriarcal en la organización familiar y, como consecuencia, en la social, en la medida que ésta tiene un importante componente de lazos consanguíneos. Es el caso de las sociedades nómadas, uno de los rasgos del pueblo saharaui. A lo largo de los últimos siglos, en parte por influencias de los pueblo vecinos, se fue dando una progresiva erosión de las viejas formas matriarcales hacia otras patriarcales, con el consiguiente predomino del varón en general y del patriarca en particular. Pese a ello se han ido manteniendo elementos de la tradición matriarcal, como son la práctica del noviazgo sin obligación de casarse, la autonomía para elegir al marido, el mantenimiento de su apellido familiar, el derecho al divorcio, la obligación por el marido/padre de contribuir económicamente al manteniendo de los hijos e hijas, etc.
En este modelo de relaciones son frecuentes las fiestas que por distintos motivos se realizan, incluidas las relacionadas con los divorcios de las mujeres, una muestra de que no son percibidas como un trauma. Las noches son los momentos donde se manifiesta la libertad de acción de las propias mujeres, dentro de unas formas donde a la costumbre antigua del uso de la henna para pintarse las manos y los pies, se une la representación de dibujos geométricos y simbólicos, algunos presentes en restos de cerámica de hace cuatro mil años.
El equilibrio poblacional entre varones y mujeres
El equilibrio poblacional entre el número de varones y mujeres en la mayor parte de las sociedades y de las épocas ha sido precario, debido a causas diversas, pero donde el factor biológico (mayor resistencia del organismo de las mujeres) y diversas prácticas socio-culturales, como la guerra, han resultado favorables a las mujeres. En el caso de las sociedades del desierto ha ocurrido lo mismo, lo que ha permitido explicar la práctica de la poligamia. Entre las tribus saharauis, sin embargo, el número de varones ha tendido a ser superior. En la actualidad este reparto resulta diferente según el espacio al que nos refiramos. Así, en los campamentos de refugio en la Hamada hay un mayor número de mujeres, mientras que en las zonas ocupadas hay más varones. Esto en parte se explica por el hecho de que en la población que huyó desde 1975 había más mujeres, o que las secuelas de la guerra y la resistencia contra Marruecos haya afectado de una forma más directa a los varones, con muertes o encarcelamientos en prisiones.
La situación socio-política creada desde 1975
Este componente es el más reciente, producto de la confrontación con Marruecos, en mayor medida, y Mauritania, hasta 1980. De esta manera la lucha política que este pueblo viene desarrollando en lo territorios ocupados y en la zona de la Hamada desde la década de los 70 se ha complementado con el desarrollo de distintas prácticas, bien tradicionales o bien nuevas, que no han hecho más que consolidar su identidad, pese a la aparición de nuevos elementos, que han sido producto del contacto con determinados países y la dimensión más intensa que tienen las relaciones entre países y culturas en el contexto de una sociedad globalizada y altamente tecnificada.
Es así como se entiende la relevancia que las mujeres han ido manteniendo y en algunos aspectos también aumentado, donde han ido confluyendo elementos tradicionales, las necesidades de la nueva situación y una mayor conciencia del papel que deben jugar en la época actual. Las mujeres saharauis muestran una imagen de personas con un gran grado de autonomía, una gran responsabilidad social, al margen de la tradicional familiar, y una importante presencia en algunos ámbitos de la vida pública, a veces abrumadora. Esto no quita para que se pueda hablar de una equidad entre los géneros y especialmente en los principales ámbitos de decisión.
Esta realidad explica en parte que en los campamentos de refugio de la Hamada del Draa en las mujeres recaiga la mayoría de las tareas (Niño y Mervena), como la administración de recursos, la producción de manufacturas, la educación, la sanidad…; o que ocupen de una forma abrumadora los cargos municipales (95%), y de los comités de barrio (100%) y locales (80%). Lo que contrasta, no obstante, con que esta responsabilidad sea menor en los comités regionales (45%), el parlamento (11%) o el gobierno (sólo hay una ministra, que representa el 4%). Quizás también explique el papel que muchas mujeres de las zonas ocupadas están jugando en la resistencia contra Marruecos, como es el caso de Aminatu Haidar, de una larga trayectoria en su lucha, y otras tantas mujeres que salieron en parte a la luz cuando protagonizó su huelga de hambre a finales de 2009.
Las relaciones con algunos países, entre los que destacan Argelia, Libia, España y Cuba, están permitiendo ampliar los horizontes incluso hacia otros continentes. Si con Argelia y Libia existe una mayor proximidad cultural, con España y Cuba se da el contacto con realidades muy distintas, a la vez que variadas. A esos países acuden jóvenes de los dos sexos a formarse en estudios secundarios y universitarios. En el caso de España existe la práctica muy extendida del acogimiento temporal en familias de niños y niñas, o las continuas visitas que se hacen a los campamentos del desierto, lo que pone a la luz la enorme solidaridad existente entre amplios sectores de la población española con el pueblo saharaui. Se ha destacado que en esos países “no pierden los elementos constitutivos de su cultura, mantienen su religión, la ceremonia del té, lo cual hace menos traumático su regreso a la realidad del exilio en la Hamada”, una vez que han finalizado sus estudios (Niño y Mervena).
El mundo de la educación es un ámbito donde las relaciones con otras culturas están presentes. Así, el sistema escolar tiene establecido a partir del cuarto curso la enseñanza de la lengua castellana, de manera que con la árabe, en su dialecto hassaní, es una de las dos lenguas oficiales y de relación con el mundo.
Para acabar
Hay un proverbio saharaui que dice: « los momentos difíciles se superan con calma ». Quizás esa paciencia es la que está permitiendo a este pueblo que, al menos, pueda seguir sobreviviendo en un contexto tan conflictivo.
En Barbate, a 14 de abril de 2009
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Fuente : Entre el mar y la meseta, 6 marzo 2011
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