El monarca que murió hace 20 años, el 23 de julio de 1999, fue célebre famoso por haber sobrevivido a dos atentados contra su vida.
Hace 90 años, el 9 de julio de 1929, nació el rey Hassan II de Marruecos, famoso por haber sobrevivido a dos atentados contra su vida. El primer intento ocurrió durante una recepción en el palacio Sjirat, en 1971, donde en presencia de mandos militares y destacadas personalidades extranjeras, un comando de varias decenas suboficiales de la Fuerza Área irrumpió en el recinto y, con extraordinaria saña, empezó a ametrallar y a arrojar explosivos indiscriminadamente. En el caos sangriento que se desató, Hasan, Oufkir, el primer ministro Ahmed Laraki y el ex primer ministro Mohammed Ahmed Belafrej se las apañaron para escabullirse y refugiarse en unos excusados mientras los asaltantes, excitados y aturullados, procedían a agrupar a los supervivientes y a acorralar a los escondidos.
De acuerdo con la narración de estos dramáticos hechos que se hace en reportajes de investigación y en entrevistas a la prensa concedidas por el propio Hassán, su grupo se encontraba atrapado en el toilet cuando el monarca, haciendo gala de una inaudita sangre fría, se acercó al joven cadete que los encañonaba y que, al parecer, sólo esperaba la orden de su oficial al mando para abrir fuego, y, con tono regio, le ordenó que se cuadrara y le preguntó por qué no le besaba la mano. Súbitamente sorprendido, el soldado se arrojó a los pies del monarca en un acto de sumisión que permitió a Hassán y sus hombres, primero, retomar el control en Sjirat, y luego, abortar el golpe de Estado en toda regla que otros comandos de cadetes, hasta sumar los 1.400 hombres, estaban perpetrando con la captura de edificios neurálgicos en Rabat y la difusión de proclamas radiofónicas anunciando la muerte del rey y la llegada de la “república y el socialismo”.
Posteriormente se supo que el cerebro de la conjura fue el presuntamente fiel edecán del rey, el general Medbouh, que estaba supervisando la seguridad personalmente en Sjirat y que, irónicamente, figuró entre los muertos en el asalto, no sin antes, al parecer, intentar salvar la vida del rey cuando estalló el tiroteo. Otro de los implicados fue el teniente coronel M’hammed Ababou, quien arrastró a los jóvenes cadetes a la aventura golpista con el pretexto de que el rey estaba secuestrado en Sjirat por subversivos y que había que liberarlo. Luego del asalto a Sjirat, Ababou, dos generales y otro coronel, creyendo que el rey, Oufkir y los demás estaban muertos, marcharon a Rabat para crear el gobierno, pero fueron capturados.
En la masacre de Sjirat murieron decenas de personas, entre ellas cuatro ministros, dos generales, el presidente del Tribunal Supremo y dos embajadores extranjeros, entre otros dignatarios. La población se atemorizó ante la represalia que podría tomar el poderoso 17° Sultán de la dinastía Alaouita y Amir Al Mouminim (“príncipe de los Creyentes”), pero el monarca hizo una esperada “autocrítica” del gobierno, bajó los impuestos y precios, aumentó los salarios y lanzó una campaña anticorrupción que llevó a juicio a varios funcionarios. Después de absolver a los 1.100 cadetes golpistas que sobrevivieron al ataque, aprobó una nueva Constitución que aumentó sensiblemente los poderes del Parlamento y el Gobierno y disminuyó el poder personal del rey.
Ataque en pleno vuelo
El segundo atentado contra el régimen y la vida de Hassán II sucedió el 16 de agosto de 1972. Ese día el rey regresaba a Rabat a bordo de su avión B-727 de una prolongada estancia en su castillo de Betz, en compañía de su hermano, el príncipe Moulay Abdallah, y del coronel Dlimi, cuando a la altura de Tetuán la aeronave fue interceptada por cazabombarderos F-5 de la Fuerza Aérea marroquí con base en Kenitra. Tras comunicar que habían llegado para escoltar al rey, los cazas abrieron fuego de ametralladora en un evidente intento de derribar el aparato, provocando serios daños.
Con uno de los reactores destruido, el otro acribillado a balazos aunque parcialmente operativo, y la carlinga despresurizada, Hassán II mostró de nuevo un temple extraordinario. Le dijo a su piloto que hiciera creer por radio al comandante de los atacantes que el rey se hallaba gravemente herido y que el B-727 estaba condenado a estrellarse, con lo que consiguió que cesara el ataque. Con serios problemas técnicos y con los depósitos aún llenos de combustible, el avión consiguió aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Salé, cerca de Rabat, no sin salirse de la pista y teniendo los pasajeros que saltar a la misma por un tobogán.
Apenas Hassán II tocó tierra, el séquito real fue ametrallado por dos de los cazas en vuelo rasante, causando ocho muertos. Aunque las informaciones sobre lo que sucedió después son contradictorias, parece que el rey se refugió primero en la embajada de Líbano y que luego, de ser cierta esta épica versión contada por él mismo, llegó a Sjirat por sí solo, al volante de un automóvil cortésmente prestado un súbdito cerca del aeropuerto. Mientras tanto, los golpistas bombardeaban el palacio real de Rabat, creyendo que el monarca se había refugiado allí. Desde entonces, Hassán II se refirió repetidamente a su baraka, o el socorro que Dios dispensa a sus elegidos en la fe del Islam, como única explicación de su prácticamente milagrosa supervivencia en las sacudidas de 1971 y 1972.
Fuente: Secretos Cortesanos, 23 jul 2019
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