El joven rapero Said Allili tenía una beca para estudiar en Canadá y estaba esperando obtener el visado. Por eso, la noticia de su muerte ahogado en las aguas del Atlántico saharaui fue más que sorprendente. Inmediatamente, la mayoría pensó que se trata de una venganza del Majzen marroquí. Allilli fue recientemente la estrella de un documental sobre el Sáhara occidental y el tinte nacionalista de su música era muy popular y motivo de inspiración para muchos jóvenes.
Nadie se imaginaba que algún día se encontrarían con su cuerpo tirado sobre las arenas doradas de la bella ciudad de Dajla, la capital de la región de Río.
De la noche a la mañana, la playa que los marroquíes quieren presentar como un paraíso para el surfing se convirtió en un cementerio para un grupo de saharauis que no se sabe cómo decidieron aventurarse hacia lo desconocido. Entre ellos, une mujer con su bebé entre brazos. Se llamaba « Amal », palabra árabe que significa esperanza. Tenía la esperanza de llegar a Canarias y soñaba con una vida nueva en la otra orilla a la que nunca llegará. Una vida en la que se le miraría como un ser humano en la que garantizaría un avenir respetable para su hijo.
Su sueño y el de todos los tripulantes de esa embarcación de fortuna fue abortado por las olas del mar y el viento que soplaba con fuerza sacudiendo violentamente la barcaza en la que habían embarcado.
De esta manera, el Atlántico se convirtió en un agente al servicio de Marruecos cuya misión es ejecutar la pena de muerte a todos aquellos jóvenes que rechazan resignarse frente a la ocupación.
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