El jefe de la diplomacia francesa, Jean-Yves le Drian se encuentra en Rabat desde ayer. Un día antes de su llegada, Le360, un digital cercano al palacio había adelantado que el tema del Sáhara estará fuera de la agenda de las discusiones bilaterales. Una manera de cubrir la flagrante intervención de París en este conflicto y desvíar la opinión pública internacional del verdadero objetivo de la visita que es el de evaluar la situación del conflicto saharaui a raiz de la dimisión de Horst Kohler, el enviado personal de la ONU para el Sáhara Occidental.
Esta dimisión dejó al Elíseo con el culo al aire ya que de sobra es sabido que los mediadores no pueden contar con el apoyo galo si no es en el marco de una solución que sea favorable a Marruecos aunque sea manipulando la definición del principio de autodeterminación cacareado por la ONU desde hace más de 60 años.
El ministro francés de asuntos exteriores necesita discutir con el máximo número de responsables marroquíes con el objeto de definir una nueva estrategia susceptible de sacarles de la embarazosa situación creada por la dimisión del ex-presidente alemán.
Si marroquíes y franceses se encontraban en un serio prieto a raiz de la decisión de Washington de acabar con la situación de status quo en la que se encontraban confortablemente acomodados desde hace más de una década, la ida de Köhler les coloca ante una situación poco confortable : la dificultad de encontrar una nueva personalidad dispuesta a correr el riesgo de asumir el fracaso de una misión imposible.
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