Por : Ignacio Cembrero
02 de marzo de 2012
La idea es excelente, pero su puesta en práctica deja que desear. La idea del libro El Rey depredador (editorial Le Seuil de París), escrito por los periodistas franceses Catherine Graciet y Eric Laurent, consiste en explicar por qué Mohamed VI duplicó, según la revista Forbes, su fortuna en tan solo cinco años, por qué se aupó al séptimo puesto entre los monarcas más afortunados superando a los emires de Qatar y de Kuwait. ImageRoi
Los autores empiezan por describir el tren de vida del soberano y de los cortesanos haciendo una buena síntesis de lo que ha sido publicado estos últimos años por la prensa marroquí y, más concretamente, por los semanarios Le Journal Hebdomadaire, Tel Quel, Nichane o webs informativas como Lakome. Es este resumen el que el diario español EL PAÍS publicó, el domingo 26 de febrero, y que le valió ser censurado en Marruecos. Para el lector marroquí no había nada nuevo. De ahi que la prohibición de EL PAÍS sea incomprensible.
A continuación arranca la investigación que llega a una conclusión: “En Marruecos es el pueblo el que, cada día que Dios nos da, enrique al rey comprando los productos de sus empresas”. El rey es “el primer banquero, el primero asegurador, el primer agricultor” de su reino.
Pero la investigación no está del todo a la altura. Ha sido hecha con cierta precipitación. Obviamente no es nada fácil de hacer en u’El Rey depredador’: una idea excelente, pero mal puesta en práctica en un país en el que todo lo relacionado con el palacio real es opaco. Ni siquiera hay un portavoz o un director de comunicación como lo tienen las casas reales europeas. Para aquellos que se acercaron al rey y su entorno hablar a continuación con periodistas es arriesgado. Eso explica, entre otras cosas, que con frecuencia las fuentes del libro son anónimas.
¿Por qué no está a la altura? Primero, en cuanto a la forma, no es razonable dar sucesivamente cifras en euros, dólares o libras esterlinas sin convertirlas todas a una misma moneda. Después, en cuanto al fondo, las anécdotas o los datos proporcionados no están lo suficientemente respaldados. Un ejemplo entre varios: ¿Se puede contar que Mohamed VI inauguró, en el sur del país, un hospital donde el material médico que le fue mostrado había sido alquilado para esa ocasión sin precisar la fecha, el lugar y el nombre del establecimiento? Les seis preguntas fundamentales de la redacción periodística (quién, qué, dónde, cuando, cómo y por qué) no siempre obtienen respuestas en el libro.
Hay, sin embargo, capítulos reveladores que merecen la pena empezando por el titulado “Cómo se fabrica un culpable”. Está dedicado a la caída en desgracia de Khalid Oudghiri, el que fue el patrón del mayor banco del país, Attijariwafa Bank, y que osó proponer un plan para desvincular a las empresas de la familia real de la economía marroquí. Destituido de sus cargos y humillado, acabó siendo condenado en ausencia a 20 años de cárcel y sus propiedades en Marruecos fueron incautadas. En el libro brinda su testimonio desde su exilio en Francia.
Mohamed VI erigió su fortuna, y aquí aflora el último defecto del libro, en un Marruecos que ha vivido su “primavera árabe” particular, en el que los islamistas han ganado en noviembre unas elecciones y han formado Gobierno. A lo largo de sus 216 páginas apenas hay unos párrafos sobre este contexto político que ayudaría a comprender mejor el vertiginoso enriquecimiento real.
Fuente : Orilla Sur, 2 marzo 2012
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