UNA SOLUCIÓN JUSTA Y DEFINITIVA PARA EL SAHARA OCCIDENTAL
La dimisión del ya ex enviado personal del Secretario General de las Naciones Unidas para el Sahara, Ex Presidente de Alemania Horst Köhler, indica que vuelve a bloquearse el proceso de Paz auspiciado por las Naciones Unidas, entre Marruecos y el Frente Polisario, con la presencia de Argelia y Mauritania, que se disponía a intentar resolver, con alguna fórmula imaginativa, el enquistado conflicto del Sahara Occidental.
Köhler, tenía el mandato del Consejo de Seguridad de impulsar un nuevo proceso de diálogo y crear una nueva oportunidad para buscar una solución negociada sin condiciones previas, intentando desbloquear el proceso de descolonización inconcluso que se mantiene desde hace mas de 40 años y poner fin al actual “status quo” del territorio.
Una vez más asistimos al fracaso de una estrategia contemporizadora de Naciones Unidas en torno al conflicto del Sahara. Si no existe convicción ni fortaleza para imponer el respeto a los principios y formas de descolonización históricos y legales de la ONU, ni tampoco capacidad de arbitrar entre las partes, habrá que concluir que las Naciones Unidas no están en condiciones de formar parte de la solución del problema e incluso que su actividad y presencia resulta negativa para ello.
El problema principal ha sido la falta de voluntad clara y el persistente bloqueo por parte de algunos países dentro del Consejo de Seguridad a la hora de aplicar sus resoluciones, no la escasez de soluciones innovadoras. Tiempo atrás, durante siete años, el conflicto puso a prueba la imaginación y la paciencia de James Baker, enviado personal del Secretario general de la ONU al Sáhara Occidental entre 1997 y 2004. Baker, perdió la confianza de Marruecos en enero de 2003, cuando propuso una solución basada en un referéndum que habría de votar entre la integración, la autonomía y la independencia. El siguiente enviado personal, el diplomático holandés Peter Van Walsum, solo duró tres años. Perdió la confianza del Polisario al sugerir que la opción de la independencia, aunque era aceptable según el derecho internacional, debería descartarse ya que el Consejo de Seguridad no iba a obligar a Marruecos a aceptarla o consentirla. Luego, el enviado de la ONU al Sahara Occidental, el ex diplomático norteamericano Christopher Ross, designado por Ban Ki-moon en enero de 2009, sufrió un destino similar a sus predecesores explorando un inexistente intersticio entre Marruecos y el Polisario, no tuvo éxito y dimitió también, tras haber realizado varias reuniones para discutir las nuevas propuestas realizadas por las partes en 2007. Y ahora el cuarto enviado personal, que no consigue superar el bloqueo existente al proceso de paz para el Sahara Occidental.
Esta difícil situación creada, debe animar al Gobierno español a implicarse más para encontrar, una vía de resolución pacífica del conflicto. La cuestión sufre un largo bloqueo con graves consecuencias en las difíciles relaciones entre los mismos países de la región, teniendo como telón de fondo el contencioso del Sahara Occidental, que afecta directamente a la política exterior del estado español. La condescendencia con la ocupación Marroquí del territorio está, desde hace mucho tiempo, desestabilizando el norte de África con consecuencias imprevisibles para nuestra seguridad y el desarrollo del Magreb.
Es urgente nombrar un nuevo enviado personal del Secretario General de Naciones Unidas, para seguir implementando el mandato del Consejo de Seguridad, que vuelva a invitar a Marruecos, al Frente Polisario, a Argelia y Mauritania, a reunirse para buscar la forma de celebrar un referéndum permitiendo al pueblo saharaui ejercer democráticamente su derecho a la libre determinación, de conformidad con los principios y objetivos de la ONU, y así puedan volver a su territorio, el Sahara Occidental. La falta de un enviado personal no se puede utilizar para hacer descarrilar el proceso de diálogo para encontrar e imponer una solución negociada definitiva. Nos preocupa que el proceso emprendido en Ginebra, pueda dilatarse más allá de lo necesario con la consiguiente frustración que ello supondría para el Pueblo saharaui y la desconfianza en que una solución justa y definitiva pudiera quedar todavía muy lejos.
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