Ana López García*
A principios del siglo XXI, Mauritania era conocida por ser un país de kilométricas playas desérticas, bañadas por las dunas del Sahara bajo un sol dorado ardiente que hacia resplandecer aún más el agua convulsa del Atlántico y su cielo azul claro. Lo único que se divisaba en estos parajes eran aves que migraban al norte del continente europeo e incluso a las estepas rusas buscando climas más apropiados o pescadores senegaleses que con sus pequeñas piraguas de madera pintadas con vivos colores y en cuya madera rezaban frases religiosas para protegerse de los infortunios del mar. Estos hombres desafían al bravo océano en busca de los anhelados peces, aguas temidas por los mauritanos que preferían su cálido desierto y cría de su ganado para ganarse el pan.
Los espectadores del rally París –Dakar descubrían un país insólito, dónde las montañas de arena del desierto hacían que los potentes bólidos quedasen atrapados en la arena bajo un sol abrasador. Inversamente, la oscura noche traía el frío al Sahara el cual quedaba iluminado por las constelaciones de estrellas que brillaban sin cesar hasta que se acercaba la luz del día.
Ataques terroristas
Estos paisajes que los aventureros, visitantes y espectadores a nivel mundial descubrían cada año dejaron de ser visitados con los ataques terroristas que mataron a varios turistas franceses en 2007. Uno de las principales fuentes de recursos del país, el turismo, hundieron a la población en una miseria y un descontento generalizado que llevo al golpe de Estado de Ould Abdel Azziz, y le convirtió en presidente en 2008.
Tras una década de su gobierno, quién con su brazo de hierro ha conseguido parar durante 8 años el terrorismo en su país. Así desde 2011 no ha habido atentados en la capital o principales ciudades ni secuestros de occidentales.
Este cambio se debe entre otras razones al refuerzo del ejército, el control de las fronteras especialmente con Mali, la implicación de las tribus Touareg nómadas y de los Ulemas y líderes religiosos han sido las claves para parar al yihadismo. . Las grandes inversiones del gobierno apoyado por instituciones como la Unión Europea o el G5 han permitido al presidente desplegar una batería de medidas que generan admiración por parte de sus vecinos del Sahel como: Malí, Níger o Burkina que no paran de sufrir en sus tierras los constantes ataques de los islamistas radicales.
Cambio de tendencia
En 2019, el mapa de la embajada de Francia de seguridad, reconocido a nivel internacional como guía para conocer los lugares dónde puede ser peligroso ir, ha cambiado después de casi una década. Las zonas rojas (aquellas que son las más arriesgadas y absolutamente desaconsejadas) por zonas naranjas y amarillas.
Pero lo esencial es que la población relegada a la cría de ganado que les imposibilitaba salir de la pobreza pueda ver de nuevo aumentar sus ingresos gracias a la llegada de los occidentales
Este cambio que podría parecer banal, ha permitido que los turistas vuelvan a ver los paisajes melancólicos del desierto mauritano: pueden seguir las caravanas de camellos, comer los dátiles del Adrar o descansar bajo las palmeras de un oasis. Pero lo esencial es que la población relegada a la cría de ganado que les imposibilitaba salir de la pobreza pueda ver de nuevo aumentar sus ingresos gracias a la llegada de los occidentales. Prueba de esta apertura es la visita que a principios de año realizó el ex presidente François Hollande al desierto de Tarjit, entre Atar y Chingueti, zona naranja y roja respectivamente hasta hace unos meses y dónde muy pocos extranjeros osaban adentrarse desde hacía años.
Esperanzas
Chingueti, también llamada la Sorbona del desierto, es una población con una larga historia y sabiduría, la mezquita y biblioteca de la ciudad alberga miles de manuscritos datando algunos incluso del siglo IX y XI pero nadie la visitaba desde 2007 debido a que se encontraba en zona formalmente desaconsejaba por su cercanía de supuestos grupos islamistas radicales. Si bien es cierto que gran parte del país, especialmente las zonas fronterizas, siguen considerándose zonas de alto riesgo, la apertura de dos de las zonas más inhóspitas y deslumbrantes del desierto de Mauritania, está renovando las esperanzas de los Tuaregs y la población local en una vida mejor gracias al turismo.
*Ana López García: licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración. Máster en Desarrollo Sostenible y Economía Social y Solidaria, cuenta con experiencia internacional en temas de ecología y desarrollo en tres continentes diferentes.
Fuente : El Diario Solidario
Tags : Mauritanie, tourisme, terrorisme, oasis, palmeraie,