El personaje del que habla el artículo acaba de ser víctima de una tentativa de asesinato. El viernes pasado, cuando se disponía a bajar de su coche para ir a la mezquita, fue abordado por 7 hombres armados. Se libró por milagro.
UN ESPÍA MARROQUÍ DESVELA LA ‘GUERRA SUCIA’ CONTRA LOS ISLAMISTAS
ALI LMRABET (CORRESPONSAL)
RABAT.- « Cuando no tienen un nombre de guerra, los agentes secretos marroquíes se hacen llamar entre ellos Hach o Cherif. ( ) Los limpiabotas que llevan un tablero azul trabajan para nosotros y Marruecos está construyendo la más grande academia militar de Africa en Guercif [sur del país] ».
El que vierte estas informaciones pretende haber trabajado en un servicio de espionaje del reino alauí. « No era un James Bond, pero hice y vi cosas moralmente inaceptables ». Para que no haya duda sobre su identidad o su anterior trabajo acepta revelar su nombre y apellido y dejar que le tomen fotos.
Hicham Bouchti, es su nombre, era secretario en el Estado Mayor de las Fuerzas Auxiliares, una fuerza paramilitar con mandos militares que depende del Ministerio de Interior. Hombre de confianza de sus superiores, Bouchti tenía acceso a mucha información reservada: movimiento de tropas, puntos de los depósitos de armas, y desplazamientos del rey Mohamed VI.
Aunque, obviamente, no está prevista en su reglamento, una de las principales tareas de estas Fuerzas es la discreta vigilancia de los militares. Una de las labores de Bouchti era justamente la recogida y tratamiento de los informes de las comandancias provinciales.
Una vez, uno de sus jefes le susurró en un pasillo que Mohamed VI había sufrido un « intento de asesinato » en Ifrane, una concurrida estación de esquí. « Tuve mis dudas, pero cuando pasó entre mis manos la copia de la orden de arresto durante cuatro meses en la Academia de Policía de Kenitra de uno de los guardaespaldas del rey supe que algo había ocurrido ».
En la nota se informaba del castigo del guardaespaldas, un tal Jaidi, « por grave negligencia ». Otro día, Bouchti se topó con un documento reservado donde se informaba que Latifa, viuda de Hassan II y madre del actual monarca, había sido confinada bajo la vigilancia de la DGED (Dirección General de Estudios y Documentación, servicios secretos exteriores) en la residencia real de Sjirat.El soberano castigaba así a su madre por seguir manteniendo una relación sentimental con el ex guardaespaldas de su padre Mohamed Mediouri.
En 2001, sus superiores jerárquicos prestan a Bouchti al Deuxième Bureau (uno de los servicios de inteligencia del Ejército), que lo envía a Oujda, su ciudad natal. Su misión: vigilar e informar sobre los movimientos integristas de ese bastión del islamismo radical. El joven espía se dará rápidamente cuenta de que su trabajo no consistía solamente en una labor de inteligencia.Una semana después de llegar a Oujda, una multitudinaria manifestación islamista de solidaridad con el pueblo palestino, organizada por la poderosa asociación Al Adl Wal Ihsan (Justicia y Caridad) de Abdesalam Yasín, fue violentamente reprimida por las fuerzas del orden. Un grupo de la policía secreta atacó una mezquita, zarandeó y golpeó a los fieles y, suprema humillación, arrancó el velo a las mujeres. Por la noche, otro grupo de agentes asaltó varias viviendas y llevó presos a un lugar desconocido a los responsables locales de la asociación islamista.El Mundo
« Les llevamos con los ojos vendados a un centro secreto de detención llamado Mehalla », explica Bouchti mostrando en un plano de la ciudad de Oujda la ubicación exacta de esa cárcel clandestina. Allí asegura que presenció cómo varios compañeros molían a patadas a un barbudo, y cómo otros hundían la cabeza de un joven en un urinario. Pero lo que más le molestó fue cuando vio cómo sus colegas desnudaban a una mujer delante de su marido. « Comenzaron a tocarle las partes íntimas y a amenazar con violarla colectivamente hasta que el marido comenzó a dar alaridos como un loco ».
Una noche, Bouchti dirigió directamente un secuestro. Al mando de dos agentes, capturó en plena calle de un líder islamista. « Esperamos que saliera de la mezquita Hamza. Lo empujamos en un Renault 18, le vendamos los ojos y le entregamos a un grupo de agentes de la DGST (policía política) que vino a buscarlo ».
Después de su misión en Oujda, el espía volvió a Rabat para otros trabajos. La primera le llevó a infiltrarse en el grupo salafista de Hassan Kettani, un joven jeque que luego fue condenado a 20 años de cárcel tras los atentados de Casablanca (2003). Hicham informó a sus jefes de que una milicia islamista se entrenaba en un campamento del extenso Bosque de la Mamora, junto a Rabat.Su segundo trabajo consistió en afiliarse a otro grupo salafista, el de Abdeluahed Rafiki, alias Abu Hafs, que la justicia condenó a 30 años en el mismo juicio que Kettani.
La vida de espía de Hicham Bouchti hubiera seguido por estos senderos si sus jefes no le hubieran acusado de falsificación de documentos administrativos y mandado al tribunal militar que lo condenó a dos años de cárcel.
El ex agente lo explica así: « Me quisieron acallar porque mi posición en el Estado Mayor me había permitido descubrir que mis jefes se repartían beneficios económicos resultantes de operaciones mercantiles ficticias, apropiaciones indebidas, falseamiento de datos y tráfico de droga ».
Tras su liberación, Hicham fue desterrado a Oujda y, después de escribir montañas de cartas de protesta al rey, optó por el exilio. Una noche llegó a Melilla y de allí salto a un centro de acogida para refugiados de Alcobendas (Madrid) donde espera la respuesta de las autoridades españolas para su petición de asilo político.
Fuente: El Mundo, 03/02/2006
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