Fuente: Blog Orilla Sur (Ignacio Cembrero)
Javier Bardem provoca un insólito incidente entre Francia y Marruecos al recordar lo que le comentó hace años el embajador francés en Washington
“Marruecos es como una amante con la que se duerme cada noche, de la que no se está especialmente enamorado, pero a la que hay que defender”. Por haber recordado lo que le dijo en 2011 el embajador francés en Estados Unidos, Gérard Araud, el actor español Javier Bardem ha agravado un poco más la crisis que estalló el viernes entre Francia y el que suele ser su primer aliado magrebí y árabe: Marruecos.
La frase que Bardem atribuye a Delattre, recogida por el diario Le Monde, el actor la reveló con motivo de la presentación en París del documental Hijos de las nubes. La última colonia, sobre el Sáhara Occidental, que él promovió y que rodó Álvaro Longoria. La obra cinematográfica es muy crítica con lo que describe como la “ocupación” por Marruecos de esa antigua colonia española.
A lo largo de los últimos años he escuchado a diplomáticos franceses, y también a algún que otro español, pronunciar frases similares sobre Marruecos. Se refieren a él como a un viejo amigo, cuyo régimen deja que desear porque comete atropellos en materia de derechos humanos y es corrupto, pero al que hay que apoyar para garantizar su estabilidad que tanto interesa a sus vecinos del norte.
Bardem es detestado por las autoridades marroquíes que le tachan de “enemigo de su integridad territorial” porque preconiza la autodeterminación del Sáhara. Aun así, sorprendentemente, el portavoz del Gobierno marroquí, Mustafa el Khalfi, otorgó credibilidad a sus palabras que violaban una conversación, probablemente off the record, con el embajador francés.
El Khalfi tachó, el domingo por la noche, de “escandalosas e inadmisibles” las palabras “hirientes” y las “expresiones humillantes” del embajador. El portavoz de la diplomacia francesa, Romain Nadal, se apresuró de poner en duda la frase atribuida a un “supuesto embajador” que, en todo caso, añadió, “suscita una total reprobación en El Eliseo y en el Quai d’Orsay”, el Ministerio de Asuntos Exteriores francés.
Un par de días antes, el jueves por la noche, ya se había producido un primer incidente entre París y Rabat. Nada menos que siete agentes de la policía judicial francesa se presentaron en la residencia parisina del embajador de Marruecos para entregar una convocatoria de un juez instructor a Abdellatif Hammouchi, el jefe de la Dirección de Supervisión del Territorio (DST), la policía política marroquí, que acompañaba al ministro del Interior en visita oficial.
La muy respetable Asociación francesa de Cristianos para la Abolición de la Tortura (ACAT) había instado a las autoridades a aprovechar la presencia de Hammouchi en París para que declare con relación a las dos denuncias sobre las que la justicia francesa ha abierto diligencias. La primera la puso Adil Lamtalsi, un franco-marroquí, que asegura haber sido torturado, en octubre de 2008, durante tres días en Temara, la sede de la DST.
La segunda la presentó, la semana pasada, Ennaama Asfari, un intelectual saharaui casado con una francesa, que cumple una condena a 30 años de cárcel por su participación en 2010 en el campamento de protesta de Gdeim Izik, cerca de El Aaiún. El domingo se les añadió Zakaria Moumni, un marroquí exiliado en Francia, campeón mundial de boxeo tailandés, encarcelado en Marruecos 17 meses. Todos acusan a Hammouchi de ser cómplice de las torturas que padecieron y ACAT les secunda.
Rabat también rechazó el viernes “categóricamente” las acusaciones contra Hammouchi, convocó al embajador de Francia en Marruecos, Charles Fries, y canceló además la visita que iba a hacer esta semana Nicolas Hulot, un alto cargo francés. Un comunicado de su diplomacia exigió “explicaciones urgentes y precisas sobre esta iniciativa inadmisible y que sus responsables sean identificados”.
Las autoridades francesas podrían haber respondido que su país es un Estado de derecho, que hay separación de poderes y que la policía judicial obedece a los magistrados y no al Ejecutivo etcétera, pero, sorprendentemente, casi pidieron perdón. París lamentó el “incidente raro e inédito”, que tachó también de “lamentable”, y prometió que lo investigará para poder aclararlo.
A las autoridades marroquíes no les han bastado estas explicaciones. Al grito de “¡Embajador cobarde!”, “¡Marruecos no debe ser insultado!”, miles de marroquíes se manifestaron el martes ante la embajada de Francia en Rabat. Arremetían no contra el embajador francés en Marruecos sino contra el acreditado en EE UU.
Para acabar de apaciguar la tensión el propio presidente, François Hollande, llamó el lunes por la noche al rey Mohamed VI y le reiteró la “constante amistad” de Francia. ¿Bastará ese gesto presidencial para sosegar los ánimos de un Marruecos con la sensibilidad a flor de piel?
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