Los dirigentes marroquíes, para disimular su derrota diplomática en la cuestión del Sáhara Occidental, venden falsas ilusiones al pueblo marroquí. Lo que buscan en sí es ganar tiempo, dilatar situaciones y evitar tomar decisiones o decir la verdad. Buscan entretener y distraer al ciudadano marroquí para que no descubra y critique la situación de desesperación en la que se encuentran a causa de su obsesión a apropiarse el territorio del Sáhara Occidental y sus atractivas riquezas naturales.
Venden exactamente eso: ilusiones. La definición de ilusión más común, que podemos encontrar en cualquier diccionario dice: Ilusión, es una esperanza, con o sin fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva. Sentimiento de alegría y satisfacción que produce la realización o la esperanza de conseguir algo que se desea intensamente.
Pero, de la ilusión a la realidad hay un largo trecho. Una ilusión mantiene vivo un deseo, un anhelo, una esperanza, una relación. Con el tiempo (objetivo principal de la venta de ilusiones) se dirá si esa ilusión se materializó, si se hizo realidad o si nos estuvieron entreteniendo y perdimos tiempo (además de otras cosas materiales que se puedan llegar a perder).
Como vendedores de ilusiones, no definen situaciones y no dicen la verdad de frente. Porque para tomar una decisión, definir una situación o decir la verdad se requieren: agallas, entereza, madurez, dignidad y respeto por uno mismo y por los demás.
Con la venta repetitiva de ilusiones, los marroquíes le adquirieron una cierta adicción. El Majzén ha hecho de esta venta estrategia más para generar dependencia a sus mentiras, sus falsas realizaciones y sus falsas victorias y de esta manera seguir haciendo las cosa como se le antoja. Así, hizo de la cuestión del Sáhara una especie de Odisea en la que sueñan con exterminar de una vez para siempre a los maléficos demonios saharauis y argelinos.
Del pueblo marroquí depende comprar esas ilusiones que el Majzén vende. Puede participar en su juego sin fin, y seguir comprando los espejismos del desierto saharaui, felices de la vida; o puede ver la realidad tal cuál es, aunque eso sea doloroso o le enfrente a la disyuntiva de elegir entre dos situaciones claras: continuar comprando ilusiones o no permitir que se le siga engañando y retomar el control de nuestras vidas. Pero parece que los marroquíes han tomado su decisión : la de seguir comprando la ilusión de haber realizado la proeza histórica de arrebatar del colonialismo español un territorio que les pertenece.
Los vendedores de ilusiones de Rabat ganan tiempo, un tiempo que les permite continuar dilatando la inevitable cita de su retirada del Sáhara Occidental en lugar de confesar su fracaso y atenerse al dictado del derecho internacional.
Muchas veces, las personas tienen tanta necesidad de creer que algo desfavorable va a cambiar para mejor (y de hecho una situación puede cambiar y mejorar) que eligen el camino más fácil y menos doloroso: seguir esperando, seguir creyendo, seguir comprando ilusiones… eternamente. Y la vida se les va en eso, en ese compás de espera eterno.
Si bien hay momento en la vida en que algunas situaciones requieren un compás de espera, también es cierto que hay personas que estiran o alargan este compás de espera tanto como pueden. El solo fin de esta dilatación o demora en el tiempo es el de mantener una posición, conservar una relación o un trato, o una sociedad, u obtener algún beneficio personal, etc. Pero, tarde o temprano, la verdad siempre sale a la luz, y en el peor de los casos, las máscaras o caretas se caen, y los vendedores de ilusiones queda expuestos como lo que son: personas que engañan o hacen falsas promesas, personas que no definen situaciones, que no toman decisiones, que no dicen la verdad.
Ahora, 40 años después, ha llegado la hora de dejar de comprar ilusiones. El pueblo marroquí debe empezar a aceptar la realidad. Es posible que el Majzén siga vendiendo la ilusión del Sáhara, pero los marroquíes no están obligados a seguir comprándolas y alejarse de cualquier acto de hostilidad hacia sus hermanos saharauis.