Hoy, la MINURSO celebra el 25 aniversario de su existencia en el Sáhara Occidental. Las condiciones en las que se celebra este aniversario son las peores que se podía imaginar el contingente onusino.
Desde la expulsión, en Marzo, de su componente civil, la MINURSO se encuentra como « ciega ». Sin el personal civil no puede reportar sobre lo que ocurre en el Sáhara Occidental. Son los ojos y oidos de Ban Ki-moon. Gracias a sus informes, el SG de la ONU obtiene los elementos necesarios par su informe anual y para realizar una evaluación objetiva de la situación sobre el terreno.
Sus movimientos en el territorio fueron reducidos al mínimo en el marco de las medidas impuestas como respuesta a la negativa de la ONU de considerar la pseudo-propuesta de autonomía como vía que satisfaga el principio de autodeterminación.
Sobre la MINURSO recaen los cambios de humor de las autoridades marroquíes cada vez que el informe de Ban Ki-moon insiste sobre el tema de los derechos humanos, la cuestión de los recursos naturales y el estatuto del Sáhara Occidental como territorio no autónomo. La ONU ni siquiera pudo obligar a Marruecos a cambiar las placas de los vehículos de la MINURSO.
Poco a poco, Marruecos fue probando hasta dónde puede llegar el apoyo de París a su posición. Una vez asegurado de la firmeza de este apoyo, Rabat pasó a la velocidad superior. Después de haber desautorizado al Enviado Personal de la ONU para el Sáhara Occidental, el Sr Christopher Ross, arremetió contra el propio jefe de las Naciones Unidas y la MINURSO.
Además de eso, en estos 25 años, las fuerzas de ocupación marroquíes siguen violando impunemente los derechos humanos en los territorios ocupados del Sáhara Occidental. Torturas, maltratos, asesinatos, es el pan de cada día en las zonas bajo ocupación marroquí.
Desde el campamento de Gdeim Izik, Marruecos impide que los saharauis puedan acampar en las playas saharauis durante los calurosos días del verano. Incluso las sentadas para pedir trabajo están prohibidas y aquellos que las organizan son salvagemente reprimidos.
El Sáhara Occidental sigue siendo una prisión a gran escala en la que la entrada se prohibe a los observadores, personalidades políticas internacionales y a la prensa internacional para impedir así que den su testimonio de la gravedad de la situación que padece el pueblo saharaui allí residente. A estos se añadió desde el pasado mes de octubre la prohibición de acceso a todos los saharauis que no tengan documentación marroquí.
En el campo militar, Marruecos mantiene y refuerza el muro de ocupación que separa las zonas ocupadas de los territorios liberados de la RASD. Un muro que separa a las familias que no se han visto desde hace 40 años y cuyas minas siguen cosechando vidas bajo el silencio cómplice de la comunidad internacional.