El drama que se oculta en el país donde el miércoles jugará San Lorenzo de Almagro por la Semifinal del Mundial de Clubes
Los sarahauis son una de las naciones del planeta que no tienen Estado y es reconocido sólo por 84 países.
Manuel Alfieri
Es probable que, entre los 4000 hinchas de San Lorenzo que este miércoles acompañarán al « Ciclón » en la semifinal del Mundial de Clubes, no muchos sepan que en Marruecos, sede de la competición, nace el paredón más grande del mundo, de 2720 kilómetros y 60 veces más largo que el mítico Muro de Berlín. El imponente muro tuvo y tiene una función clara: partir en dos al Sahara Occidental, el país situado en el noroeste africano que es escenario de históricas disputas. De un lado quedaron los territorios ocupados por el reino marroquí desde 1976; del otro, los controlados por el Frente Polisario de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el movimiento que, justamente, lucha por la independencia y el fin de la ocupación.
Es cierto, el llamado « muro de la vergüenza » está lejos de Marrakech, donde los dirigidos por el « Patón » Bauza jugarán con el conjunto neozelandés Auckland City para intentar meterse en la final del Mundial de Clubes. Pero algo habrán tenido que ver con el desarrollo económico que ostenta esta suntuosa ciudad, rodeada de palacios, mezquitas y hoteles cinco estrellas. Es que con la ocupación, Marruecos se quedó con los dos tercios más ricos del Sahara Occidental, donde están los yacimientos de fosfatos más grandes del mundo.
La construcción del muro comenzó en 1980 y culminó en 1987 con ayuda foránea. La intención era frenar el avance del Frente Polisario y expulsar a los saharauis, que quedaron relegados al tercio de territorio restante: un inmenso y pobrísimo desierto. Miles de familias fueron divididas y jamás pudieron reencontrarse. La pared está rodeada por un campo minado y rigurosamente vigilada por 180 mil soldados del Ejército marroquí.
Su edificación es el resultado de una historia que no se limita a los años ’80. La RASD era, desde 1958, el territorio del Sahara Español, un enclave colonial dominado por el país ibérico hasta fines del franquismo. Desgastado por la radicalización de los movimientos independentistas, el gobierno de España decidió abandonar a los saharauis en 1976 y se los entregó en bandeja al reino marroquí, que venía reclamando la soberanía del territorio ya desde 1956.
La denominada Marcha Verde de Marruecos, que consistió en el envío de 350 mil ciudadanos marroquíes para ocupar el Sahara Occidental, fue la excusa perfecta para España. Las autoridades dijeron que no podían reprimir semejante movimiento popular, aunque en la marcha no todos eran civiles: unos 25 mil soldados caminaron junto a madres y chicos.
Así, pasivamente, la RASD fue anexada a Marruecos. De allí en adelante, la historia del pueblo saharaui estuvo marcada por la persecución y la violencia. Una historia que fue contada por Javier Bardem en el documental Hijos de las nubes, donde el director y actor español hurga en las raíces del conflicto para denunciar los crímenes cometidos contra el pueblo saharaui, así como también la silenciosa complicidad de las potencias que se beneficiaron con la ocupación.
En 1991, después de años de conflicto, la ONU acordó con el Frente Polisario y Marruecos un acuerdo para llevar adelante un referendo sobre su soberanía. Envió una misión especial, pero el trabajo que pretendía realizar en ocho meses todavía hoy sigue inconcluso. Organizaciones internacionales denunciaron que las autoridades marroquíes boicotearon constantemente el plebiscito.
El Frente Polisario inició así un largo camino para obtener el reconocimiento internacional y recuperar diplomáticamente los territorios pertenecientes al Sahara Occidental que le fueron arrebatados por Marruecos. Al momento, 84 Estados del mundo mostraron su apoyo –entre ellos varios de América del Sur pero no Argentina ni Brasil– aunque la ONU ya reconoció su derecho a la autodeterminación.
Uno de los países que no reconoce a la RASD como independiente es su antiguo colonizador, España. Desde la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, el gobierno dejó de defender el cumplimiento de la resolución de la ONU y forjó estrechos vínculos con los dirigentes marroquíes. Algo que se profundizó con la asunción de Mariano Rajoy, en 2011.