El fin de semana pasado se celebraba en Madrid la ya conocida manifestación en apoyo al pueblo saharaui. Los principales medios de comunicación españoles se hacían eco, como cada año, del acontecimiento. El País, La Razón, El Mundo, etc., todos ellos rescataban del cajón la plantilla que cada noviembre utilizan para describir la marcha. “Proclaman el derecho a la autodeterminación”, “Exigen el respeto de los Derechos Humanos”, “Utilizan consignas tales como –Marruecos culpable, España responsable-“; son algunas de las frases a las que más recurren para resumir la marcha. Únicamente hay un dato al que deben prestar atención, porque cambia cada año, que se obtiene a partir de una simple operación matemática: Si a la fecha en la que nos encontramos le restamos 1975, obtenemos la cantidad de años que han transcurrido desde que Marruecos ocupó el Sahara Occidental y España se marchó, condenando a todo un pueblo a la más inhumana vejación de sus derechos como personas.
Los periódicos escribían que en esta ocasión se cumplen 39 años de la ocupación, dando así voz al encuentro en la capital desde la falsa apariencia de convertirlo en un hecho noticiable y celebrando el triunfo del derecho a expresarse libremente en un país democrático. Existe, sin embargo, un sentimiento arraigado entre muchos ciudadanos de que el tema del Sahara se encuentra sometido a un profundo silencio mediático, no solo porque apenas se trata en los medios de comunicación, sino porque cuando se escribe sobre esto se hace desde una perspectiva distorsionada y distante para que no alcance una mayor repercusión social, como si no merecieran un hueco en la agenda mediática las miles de personas torturadas y asesinadas por el régimen marroquí, las ciento de miles de vidas sentenciadas a lo inhóspito del desierto. No se puede sintetizar la suerte de tantas personas de una forma tan degradante.
Todos aquellos que hayan leído la noticia conocerán, en efecto, que ha habido una manifestación en apoyo a a la antigua colonia española. Puede que entre todos los lectores alguno se pregunte por qué miles de personas se manifiestan en España cada año. No podrá encontrar en su noticia una explicación a las proclamas de los manifestantes. “¿España responsable?”, se preguntará. Tendrá que acudir a otras fuentes que le proporcionen respuestas. Si la curiosidad de nuestro lector le da la paciencia necesaria, quizá acabe descubriendo que se están violando los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, que España tiene una responsabilidad jurídica en el territorio africano y que no se ha llevado a cabo ni una sola resolución dictada por las Asamblea General de las Naciones Unidas sobre estas cuestiones.
Por desgracia nuestro entrometido lector será solo una excepción entre otras tantas personas que, si acaso, han sido capaces de terminar de ojear la noticia. Para todos los demás la cuestión del Sahara Occidental se resumirá en la recurrente imagen de unos niños sucios y desnudos en un campo de refugiados. Una fotografía mental que durará solo algunos segundos en la imaginación del lector, el tiempo que tardará en pasar la página para leer la siguiente noticia.
Los medios de comunicación se han convertido en portavoces del poder que los maneja, en siervos de sus accionistas, por eso ya no encontramos explicaciones a nada, ni desahogo, ni justicia, ni verdad. Escuché el otro día a alguien decir que el pueblo saharaui no necesita caridad, sino solidaridad. Señala la RAE, en su tercera acepción, que la caridad es la “limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados”. La caridad es a lo que inducen los medios cuando hablan del Sahara Occidental. No debería ser esa su función, sino la de invitarnos a sentir la vergüenza de pertenecer a un país que colonizó el territorio durante un siglo, que lo abandonó dejando que Marruecos lo invadiese, que hace caso omiso a las resoluciones de la ONU que condenan los abusos del ocupante y que instan a España a que lleve a cabo el proceso de descolonización que debió iniciar hace ya demasiado tiempo. Esa misma España que mantiene estrechas relaciones con Marruecos, que firma acuerdos que violan el derecho de los saharauis a disponer de sus propios recursos y que no responde a más amos que al Señor Capitalismo.
Dijo Karl Marx que la vergüenza es un sentimiento revolucionario. Ese sentimiento es el que reúne a miles de personas de todas las comunidades autónomas en Atocha. Ese sentimiento es el que les impulsa a acompañar de forma solidaria a los saharauis en su lucha, a gritar junto a ellos por la autodeterminación de su pueblo y a condenar la actitud de una España oficial que ha ignorado su responsabilidad. Ese es el motivo por el que celebramos la manifestación y el mismo por el que deseamos que no vuelva a celebrarse ningún año más. Le pese a quien le pese.
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