Viento Sur
Confrontado al ascenso de la protesta social y democrática, en un contexto marcado por la profundización de la crisis y los efectos del Movimiento 20 de (M20F) nacido en 2011, el poder revela cada vez más abiertamente su naturaleza dictatorial.
Desde 2011, los “márgenes democráticos” arrancados tras decenios de lucha se cierran uno tras otro.
Prohibiciones, encarcelamientos y huelgas de hambre
Numerosos movimientos siguen sin obtener su legalización: es el caso de la Asociación Nacional de Diplomados en Paro, de Attac Marruecos, de la asociación “Freedom Now” que trabaja por la defensa de la libertad de la prensa, de la Unión Marroquí del Trabajo/Corriente Democrática y muchas más.
Otras, aunque reconocidas, ven ahora prohibidas sus actividades públicas. Así, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos sufre la prohibición de todas sus actividades, comenzando por sus colonias de vacaciones y la celebración de reuniones públicas. Es también el caso de Amnistía Internacional/Marruecos o de la Liga Marroquí de Defensa de los Derechos Humanos. Se acosa y reprime a iniciativas como las caravanas de solidaridad con los emigrantes subsaharianos. Los periodistas independientes y los artistas críticos son amordazados y llevados ante los tribunales con pretextos falaces.
Por otra parte, la “resistencia cotidiana” de los habitantes de los barrios populares que se niegan a la demolición de su vivienda, la de las “farachas” que sobreviven del pequeño comercio en la calle, de los habitantes de las regiones marginadas privados de derechos o de los trabajadores que luchan contra la precarización de sus condiciones de trabajo, son cotidianamente reprimidas.
Las prisiones rebosan de centenas de militantes estudiantiles, de parados, de activistas del M20F, de saharauis, de sindicalistas y huelguistas y de simples ciudadanos que algún día han protestado. Y cuando estos activistas denuncian los malos tratos sufridos, son condenados con mucha dureza.
Signo de este endurecimiento global es el incremento de las “huelgas de hambre”. Es el caso de militantes de la Unión Nacional de Estudiantes Marroquíes, que luchan por la mejora de sus condiciones en la cárcel (el derecho a proseguir sus estudios y su reconocimiento como “presos políticos”) y cuyas peticiones son ignoradas por el poder. Tras 72 días de huelga de hambre, Mustafa Meziani, ha muerto “bajo observación médica” en el CHU de Fez, así como Hassana Elouali Aaleya, militante saharaui, miembro del Comité contra la Tortura de Dakhla, que también murió “bajo observación médica”.
La lista de abusos cometidos por este régimen es muy larga. Justo cuando se prepara para organizar el Foro Mundial de los Derechos Humanos el próximo mes de noviembre, tras haber sido elegido miembro del ¡Consejo de Derechos Humanos de la ONU! el año pasado
Un giro represivo asumido
El gobierno actual se había dado la tarea de “restablecer la autoridad del Estado” tras las sacudidas producidas por el M20F. El Ministerio del Interior ha acusado a numerosas organizaciones de “empañar la reputación del país, poner trabas a la acción de las fuerzas de seguridad en su lucha contra el terrorismo y trabajar para agendas exteriores”.
En realidad, la “fachada democrática” del régimen y los mecanismos de fidelidad y cooptación que servían como amortiguadores de la crisis política se están agotando. A nivel de masas, el sistema político aparece como un espacio despótico, parasitario y corrupto, en el que no ha cambiado nada. Esta percepción se ha reforzado con el M20F, que ha abierto un espacio de protesta más amplio en el que la Monarquía ya no es un tabú.
Al mismo tiempo asistimos a una ampliación de la agenda de políticas antipopulares: desmantelamiento de la caja de compensación de los precios, reforma radical del régimen de pensiones, puesta en cuestión del derecho de huelga, nuevas olas de reducción de los gastos públicos, etc., que alimenta un hartazgo ya profundo. El poder intenta cerrar los espacios de contestación pues sabe que la mecha puede encenderse en cualquier momento.
También se aferra a la cuestión del Sahara occidental: la presión internacional para la extensión de las competencias de la Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara occidental) al control del respeto a los derechos humanos constituye una dificultad muy importante para el poder, teniendo en cuenta del nivel de represión que sufren los saharauis.
En este contexto, una amplia campaña de solidaridad internacional contra la represión contribuiría a aislar al régimen. De lo que se trata es de crear un amplio movimiento de opinión solidaria con los combates sociales y democráticos del pueblo marroquí, pero también contra la impunidad alimentada por el Estado francés que ve en la dictadura un aliado fiel para el mantenimiento de la Francia-áfrica y un coto cerrado para las grandes empresas francesas.
Hebdo L’Anticapitaliste – 260 (16/10/2014)
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR