POR LUNA GÁMEZ Y JOSÉ ANTONIO BAUTISTA, DE RÍO DE JANEIRO
A principios de septiembre una noticia le aguó el desayuno al embajador marroquí en Brasil y posiblemente al propio Mohamed VI, rey de Marruecos: todos los partidos de la Cámara de los Diputados de Brasil, incluido el oficialista Partido de los Trabajadores (PT), pidieron a la presidenta Dilma Rousseff que reconozca a la República Saharaui, el último territorio africano pendiente de descolonización, actualmente ocupado por Marruecos de forma ilegal, según las Naciones Unidas.
La relevancia de este hecho reside en que África es un punto estratégico de las relaciones exteriores de Brasil, país que ya cuenta con más embajadas en ese continente que el Reino Unido.
Desde hace 39 años el conflicto del Sáhara Occidental, tan desconocido como decisivo, mantiene a los países del Magreb divididos y hace que Marruecos sea el único país africano que no pertenece a la Unión Africana.
La petición unánime de los diputados brasileños pone entre la espada y la pared al gobierno de Rousseff en plena carrera electoral: si reconoce el estatus diplomático de la República Saharaui, recibirá el beneplácito de los 54 países que componen el continente africano… De todos menos de uno: Marruecos.
Si no lo hace, Brasil evitará un roce diplomático con Marruecos y continuará junto a Chile y Argentina en el pequeño grupo de países de América Latina que no reconocen a la República Saharaui.
Pero, ¿por qué es tan importante para Brasil mantener una buena relación con Marruecos?
La respuesta es sencilla: el Sáhara Occidental alberga las mayores reservas mundiales de fosfatos, ingrediente esencial para la fabricación de fertilizantes agrícolas.
Brasil, donde el sector agrícola representa casi el 6% del PIB, aumentó en un 930,6% sus importaciones de fosfatos procedentes del Sáhara Occidental entre 2003 y 2013, según los datos de la Organización Mundial del Comercio.
El pujante agronegocio brasileño necesita cada vez más fertilizantes y Marruecos controla las minas de fosfatos saharauis, por lo que los diplomáticos brasileños temen que el reconocimiento se traduzca en pérdidas.
“Hay consenso en el Parlamento, lo que se pide es que Brasil establezca relaciones con el Sahara al igual que hizo con Palestina en 2010”, dice Mohamed Zrug, representante del Frente Polisario en Brasil.
El diplomático saharaui explica que “no hay motivos de peso para que Brasil no establezca relaciones” y cita el ejemplo de México, que mantiene una relación cordial con Marruecos al mismo tiempo que reconoce a la República saharaui.
Para Zrug, el reconocimiento es importante porque “presiona a Marruecos hacia la mesa de negociación” para celebrar un referéndum de autodeterminación.
La antigua colonia española del Sahara Occidental fue ocupada por Marruecos en 1975. Tras 16 años de guerra entre Marruecos y los saharauis, organizados en el Frente Polisario, en 1991 ambas partes llegaron a un acuerdo bajo el paraguas de la ONU para negociar un referéndum de autodeterminación en el que se decidiría el futuro del territorio.
Desde entonces, las autoridades marroquíes han puesto trabas para impedir esta votación, a pesar de que el propio Consejo de Seguridad mantiene a más de 500 efectivos sobre el terreno para organizar el referéndum.
Los diputados brasileños también pidieron a Rousseff que el gobierno brasileño se sume a los países que piden que la ONU observe la situación de los derechos humanos en el Sáhara Occidental.
Desde hace varios años, organizaciones de la talla de Amnistía Internacional y Human Rights Watch denuncian la “sistemática violación de los derechos humanos en el Sáhara Occidental por parte de las autoridades marroquíes”.
“La presión es muy fuerte por parte de Marruecos”, declara Alfredo Sirkis, diputado en la bancada socialista y promotor de esta petición parlamentaria.
Sirkis explica que el gobierno brasileño nunca se pronunció acerca de la violación de derechos humanos en el territorio y añade que “Brasil debería dar el reconocimiento porque es justo, independientemente de lo que hagan otros países”.
Los diplomáticos marroquíes en Brasil no accedieron a compartir su opinión con los autores de este artículo acerca de la propuesta de los diputados brasileños.
“Aunque todavía no reconozca la República Saharaui, Brasil defiende una solución justa, pacífica y mutuamente aceptable para el territorio basada en el principio de autodeterminación”. Las palabras son de un diplomático brasileño que accede a conversar preservando el anonimato.
Esta fuente explica que en 2013 Brasil envió 120.000 dólares y casi 2000 toneladas de arroz a los campos de refugiados saharauis que hay en Argelia. Añade que desde que Mohamed VI accedió al trono las relaciones entre Brasil y Marruecos ganaron intensidad, especialmente en materia de cooperación agrícola.
Siguiendo los pasos del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, la presidenta y economista Dilma Rousseff habló en 2012 de construir una relación con África “libre de todas las prácticas coloniales que devastaron mi continente y el africano”.
Brasil, el país del mundo donde viven más descendientes de origen africano, ya tomó partido en 2002 a favor del referéndum de autodeterminación en Timor Oriental, antigua colonia portuguesa posteriormente invadida por Indonesia. En esta ocasión, Brasil deberá posicionarse acerca del último territorio africano pendiente de descolonización.
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