El nuevo enfoque del Consejo de Seguridad que consiste en pedir a las partes que presenten sus proposiciones sobre la forma de aplicar el referéndum colocó a Marruecos con espaldas a la pared.
Su negativa a recibir al Enviado Especial de la ONU para el Sáhara Occidental es en realidad una negativa a responder a las cuestiones del Consejo de Seguridad. El enfoque de la ONU hizo caer la máscara que llevaba Marruecos para hacerse pasar por obediente y atento a las resoluciones de la ONU.
El nuevo enfoque del Enviado Especial de la ONU acabo con los embustes de Rabat y demostró que se aceptación del plan de paz no pasaba más de allá del estadio labial y sacó a la luz las tentativas marroquíes para torpedear los esfuerzos del responsable onusiense como viene siendo el caso cada vez que un alto responsable de la ONU se niega a doblegarse a las tesis expansionistas del reino de Marruecos y de su rey. Este último, como un niño mimado, se creía que por haber prestado sucios servicios a las potencias de Occidente podía permitirse todo tipo de exacciones. El desarrollo de los acontecimientos acaba de probarle que perdió una preciosa ocasión de llegar a una solución en la que no habría ni vencedor ni vencido. Es el fondo de la fórmula “solución duradera y mutuamente aceptable”.
Hoy en día, Marruecos se encuentra aislado por ir en dirección contraria a la tendencia de las naciones democráticas que privilegian el principio de autodeterminación.
Marruecos es alérgico a la palabra autodeterminación. Confundiendo alergia y Argelia, quizás porque se escriben con las mismas letras, el gobierno marroquí multiplica los ataques verbales contra el país vecino. Es la única manera de acallar al pueblo marroquí que comienza a despertarse de una pesadilla que dura casi 40 años.
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