Esta entrada ha sido escrita por la periodista y escritora Conchi Moya.
« Encontramos alegría en la solidaridad de otros y en ese lugar dentro de nosotros donde nada nos puede hacer daño ». Federico Guzmán
Cómo resumir cuarenta años de resistencia saharaui, la mayoría de ellos pasados en la más absoluta oscuridad, en el más negro de los olvidos; silenciados por un muro, tan eficaz, que no dejó pasar observadores internacionales, que no dejó pasar la solidaridad, que no dejó pasar ni un rayo de esperanza. Hasta que en mayo de 2005 la Intifada pacífica que se inició en la ciudad de El Aaiun comenzó a socavar este muro y se empezó a conocer la verdad.
Al contrario de lo que suele suceder, la fundación de las ciudades saharauis es reciente. A pesar de lo extraño que resulta el concepto de permanencia para un pueblo radicalmente nómada, sobre la fundación de El Aaiun (los manantiales) tenemos numerosos testimonios. Sucedió a finales de los años treinta del pasado siglo; su fundador fue el militar español Antonio de Oro Pulido, a partir de un pequeño asentamiento próximo al río Saguia. Las primeras construcciones de las que se tienen constancia son la propia casa de Antonio de Oro, hoy derruida. O la de los hermanos Attaf y Moyan Uld Bachir Uld Endufy, que aún se mantiene en pie: una entrañable placa de piedra recuerda la importancia de esta casa, que de momento ha escapado al afán marroquí por borrar la memoria saharaui.
Ni siquiera un siglo ha pasado desde entonces y El Aaiun es hoy una ciudad doliente; palpita en los corazones de todos los que amamos al pueblo saharaui. La entrada del ocupante lo cambió todo. Varió la demografía, los nombres de las calles, hasta el color de los edificios, hoy pintados de un rojo extraño, odioso para la ciudad. Introdujo torturas, muerte, detenciones, desapariciones, terror… Violó el habla, la historia, la identidad. Separó familias, esquilmó recursos, abolió la jaima, maltrató al camello, extinguió la talha…
Los saharauis mantienen la resistencia gracias a su Intifada pacífica. Nos piden que les entendamos, que nunca dejemos de mirarlos, que hablemos de su causa, que no dejemos de contar lo que sucede. Nuestras armas son la observación internacional, la denuncia, romper el bloqueo informativo y tomar las armas que ofrece el arte. El arte por el Sahara es un arte libre y puesto al servicio de los que sufren, de las víctimas, de los olvidados. El artista Federico Guzmán ha puesto gran parte de su enorme talento al servicio de los padecimientos de los saharauis en diferentes proyectos.
Su obra ‘El mapa de la resistencia en El Aaiun’, en colaboración con el cartógrafo José Fernández Ruiz, está realizada a partir de entrevistas con saharauis víctimas de violaciones de derechos humanos en la ciudad ocupada. Alrededor de un gran mapa de El Aaiun Federico ha colocado una serie de ilustraciones con diferente temática, siguiendo el trazado de las calles conocemos los testimonios de las víctimas. Los saharauis renombran las calles, avenidas y barrios en las ciudades ocupadas, otra forma de resistencia y memoria. Hoy, Barrio Maatala, Eskeikima, Avenida de Smara; ayer, Casa Piedra, Barrio Cementerio, Barrio Colomina… Los orgullosos barrios saharauis forman el Mapa de la Resistencia de El Aaiún. Sobre el mapa de la ciudad se ubican los lugares donde se suceden protestas, represión, secuestros, cárceles secretas, detenciones ilegales, fosas comunes, asesinatos… la cartografía de la barbarie cometida por el invasor marroquí. Alrededor del mapa de El Aaiun se ubican los protagonistas de la resistencia pacífica.
Aminetu Haidar. Una imagen inolvidable, su melhfa amarilla teñida por la sangre de la activista. Era junio de 2005 y había sido golpeada en la cabeza por la policía del ocupante en las primeras manifestaciones de la Intifada pacífica. El gesto de Aminetu conmovió a los poetas saharauis y al mundo, que conoció por primera vez la entereza de una mujer, de apariencia frágil pero dura como sólo puede serlo una rosa de piedra. Aminetu, tu rostro ensangrentado /emergió de una bruma /iracunda, /sereno y firme, /una promesa de paz. (Bahia Mahmud Awah). Sin embargo /más allá de tus labios rotos, /del hermoso rostro desfigurado, /de la mirada oscura y ausente, /se adivina tu laudable sonrisa de gloria. /Tu firmeza de acacia solitaria. /Tu fiel esperanza de libertad y primavera. (Ebnu)