Un circo contra la exclusión social en Marruecos

Dejaron la calle por la carpa de un circo, el pegamento por el trapecio y dicen que su equilibrio sobre el alambre les ha devuelto la confianza. Son jóvenes marroquíes de barrios desfavorecidos convertidos hoy en acróbatas.
En el llamado coloquialmente “Parque de la medina” de la popular localidad de Salé, siete artistas representan para los vecinos el espectáculo “Qahwa noss noss (café cortado)”, una parodia de un día cualquiera en una cafetería de Marruecos.
“Qahwa noss noss” habla del intelectual en paro marroquí que se sienta en una terraza y lee el periódico sin consumir nada, del limpiabotas que no encuentra ni un solo cliente dispuesto a darle unos dirhams por su trabajo o de un patrón que observa su local repleto de gente, pero su caja registradora vacía.
Animado con un nutrido juego de acrobacias y a través de un diálogo gestual, “Colokolo”, considerada la primera compañía de circo marroquí, narra en su espectáculo, con la complicidad del público, lo que los artistas definen como “El cotidiano de los héroes del aburrimiento” en Marruecos.
“Nos inspiramos en el cotidiano marroquí, con un decorado simple, donde las acrobacias sustituyen a las palabras. La gente se ríe porque comprende lo que contamos”, asegura Yasine El Ihtirassi, miembro de esta compañía que aboga por el “arte en la calle”.
Entre los integrantes de “Colokolo” hay jóvenes que descubrieron el mundo de las acrobacias y los malabarismos en la Asociación Marroquí de Ayuda a Niños en Situación Precaria (AMESIP), que en 1999 creó la escuela de circo Shems’y.
“Vimos en ella una herramienta educativa y pedagógica que podía dar confianza a niños que no tenían medios para pagarse una formación y que no podían regresar al colegio”, comenta Touraya Bouabid, presidenta de AMESIP, quien recuerda que rápidamente se dieron cuenta de que muchos tenían un gran talento.
En 2009, el proyecto se dividió en dos al ser reconocido por el Ministerio deEmpleo y Formación Profesional. Shems’y pasó a ser la “Escuela Nacional de Circo”, a la que hoy puede acceder de forma gratuita cualquier marroquí, mientras que AMESIP continuó su trabajo en un centro de acrobacias para jóvenes en situación desfavorecida.
La acrobacia es ancestral en Marruecos y, por ello, Bouabid afirma que “había que hacerla más académica, los jóvenes practicaban en las playas y en lugares públicos, sin un lugar profesional donde pudiesen desarrollar sus habilidades”.
Pero la aventura del circo no quedó ahí y pronto se barajó la posibilidad de sacarla de los muros de la escuela.
“Se trataba de expresar el recorrido artístico en una localidad como Salé que se encontraba en un letargo total”, sentencia la presidente de AMESIP.
Y con esta idea nació en 2006 la “Bienal del Circo Karacena”, que estos días celebra su quinta edición en Salé, y que tiene como objetivo invertir cada dirhams recaudado en la economía local, la creación de empleo y la reconstrucción de los lugares históricos.
Entre bienal y bienal, los artistas marroquíes preparan los espectáculos, elaboran las vestimentas, eligen a los acróbatas extranjeros que serán invitados e intentan integrar el patrimonio cultural de Salé en el festival.
“Los jóvenes que han estado en la calle inhalando pegamento, de pronto salen a mostrar a la gente lo que saben hacer. Es todo un orgullo para ellos porque por primera vez se sienten reconocidos”, subraya Bouabid.
Las noches en las que se representa la función de los estudiantes de la “Escuela Nacional de Circo Shems’y”, el público puede disfrutar después de una cena organizada por jóvenes que también decidieron dejar la vida en la calle por los fogones de las cocinas.
Se trata de un menú realizado por los estudiantes de la “Escuela de artes culinarias” de Salé, otro de los proyectos estrella que cada año ofrece a 50 alumnos la posibilidad de instruirse en los entresijos de la cocina marroquí e internacional.
El concepto es claro: la cultura como vector de emancipación personal, en un país donde la educación dista mucho de estar al alcance de todos.

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