Desde mucho antes de convertirse en el Jefe del Estado, en sustitución de su padre, el buen rey Juan Carlos I, el único elogio repetido hasta la saciedad y, a veces, gratuitamente, es que el príncipe Felipe era el heredero mejor preparado de todas las monarquías europeas.
Los nuevos monárquicos aventan, indiscriminadamente, un mensaje a jornada completa: Felipe VI está muy preparado.
Cualquiera de estos a quienes preguntas, se descuelgan siempre con ese estribillo. No se detienen a pensar que la preparación del nuevo Jefe del Estado es estar preparado. Sin recaudar por ello aplauso, escribía hace unos días el columnista de El Mundo, Antonio Lucas.
Cualquiera de estos a quienes preguntas, se descuelgan siempre con ese estribillo. No se detienen a pensar que la preparación del nuevo Jefe del Estado es estar preparado. Sin recaudar por ello aplauso, escribía hace unos días el columnista de El Mundo, Antonio Lucas.
A propósito de tan cacareada cuestión, el profesor Carlos Berzosa, catedrático de Estructura Económica y, durante catorce años, rector de la Universidad Complutense de Madrid, piensa que la preparación es solo un dato adicional. De ser rey, debe haber , sobre todo, mucha intuición.
La visita oficial que está realizando al reino de Marruecos, será la piedra de toque de tan manida preparación. Para empezar, el corresponsal de El País en Rabat, ya anticipaba en una crónica que los temas delicados se aparcarán en este viaje. Normal.
Por mucho que se quiera, Felipe nada que ver con su padre, maestro a la hora de tratar a los dirigentes árabes. Hay que ser ingenuo para pedir al Jefe del Estado español gestiones para lograr avances en la defensa de los derechos humanos. Incluso del Sahara. Amnistía Internacional no sabe lo que dice. Es más, estoy seguro que Felipe no abordará con Mohamed VI ni tan siquiera el tema de la pesca.
A don Juan Carlos le bastaba con llamar a su hermano Hassan y hoy a su sobrino Mohamed para que un problema se solucionara o se distendiera. Era tal la sintonía con el actual soberano alauita que, incluso, compartió pañuelo para secarse las lágrimas cuando le visitó con motivo de la muerte de su padre, Hassan.
La visita de hoy solo tiene un fin: presentarse ante el soberano marroquí como vecino que es. Aunque no se trata del primer encuentro. Como príncipe heredero ya viajó a Rabat en 2009. En aquella ocasión, quien le recibió en el aeropuerto fue el príncipe Muley Rachid, hermano de Mohamed VI. Hoy, ha sido éste quien le ha dado la bienvenida con toda la parafernalia de la corte.
Con respecto a la consorte marroquí, que aquí no es reina sino princesa, Letizia se encontrará con una joven que, al igual que ella, tuvo que hacerse un hueco en un entorno muy cerrado, donde las únicas figuras femeninas públicas eran las hermanas del rey. Con su inteligencia y sentido común, ha logrado no solo ser aceptada sino admirada, en un país donde la mujer, aunque sea la esposa del rey, no está en igualdad de condiciones y tratamiento con el resto no de ciudadanos sino de súbditos.
Durante un viaje oficial de los Reyes de España a Marruecos, en el trascurso de un besamanos, doña Sofía obligó a los funcionarios a saludar a la princesa Lalla Salma que le acompañaba. Posiblemente, el protocolo no lo contemplaba.
Resulta curioso recordar hoy que la madre de Mohamed Vi, Lalla Latifa, a la muerte de su esposo, Hassan II, abandonó Marruecos para vivir en París con el jefe de las escoltas del rey, Mohamed Madyuri, con quien parece haberse casado.
Ello me recuerda a la reina María Cristina, quien al enviudar de su esposo, el impresentable Fernando VII, contrajo matrimonio, tres meses después, con el guardia de Corp de su escolta, Agustín Fernando Muñoz, con quien tuvo, nada menos, que ocho hijos, frente a dos hijas con el rey.
República.com, 14/07/2014
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