Mujeres, nacionalismo y políticas coloniales en la provincia de Sáhara (1958-1975)

Mayo 1975: Manifestación con motivo de la visita de la
comisión de la ONU al Sáhara
Enrique Bengochea Tirado
GEHTID
Universitat de València
enrique.bengochea@uv.es
En este texto voy a explorar el último periodo colonial español en Sáhara para buscar las raíces de la participación de las mujeres en el movimiento nacionalista saharaui.
Esta búsqueda se va a establecer en tres líneas. Por una parte buscando las oportunidades políticas que favorecieron el proceso de formulación de un movimiento nacionalista en el territorio. Por otra, los efectos que las políticas del gobierno colonial tenían sobre la sociedad saharaui. Por último, como estos dos factores afectan a las mujeres, permitiéndoles participar en el movimiento. 
En una entrevista, Pablo de Dalmases, exdirector de Radio Sáhara y del diario La Realidad2, apuntó “La actuación de ambas instituciones (la Sección Femenina y el Frente de Juventudes) en el Sáhara fue un revulsivo que despertó la conciencia política de jóvenes de uno y otro sexo de tal modo que, cuando llegó el fermento nacionalista, lo recibieron con naturalidad y con la peculiaridad.” (Poemario por un Sáhara libre, 2011). Considerando esta opinión, haremos especial hincapié en lo que suceda con la Sección Femenina, en tanto afecta a las mujeres que queremos estudiar. 
Empezaré planteando una serie de problemas teóricos relacionados con, en primer lugar, el sujeto de estudio “mujeres saharauis” y mi posición como investigador; en segundo con la noción de identidad desde la que parto y, en tercer lugar, con la perspectiva desde la que estudio la movilización social. A continuación analizaré, en diferentes fases, la movilización nacionalista y la participación de las mujeres durante el periodo 1955-1975 en la provincia de Sáhara. Finalmente propondré un marco interpretativo basado en las premisas mostradas en los puntos anteriores.
Las mujeres también luchan en el Sáhara La portada del ABC del miércoles 14 de enero de 1976 daba cuenta de un “Problema abierto: las mujeres también luchan en el Sáhara”, afirmación resaltada por la imagen de una joven con pañuelo, gafas de sol y una ametralladora en la mano. De la misma noticia se hacía eco el primer número de la revista Vindicación Feminista, del 1 de julio de 1976, en cuya portada aparecía otra joven, con la misma ametralladora en la mano y un bebé en el regazo. El artículo al que hacía referencia se titulaba “Sáhara: Las mujeres luchan por su libertad”. Alrededor de esta imagen de las mujeres saharauis participando de la lucha de liberación nacional y realizando una revolución en las relaciones de género ha surgido toda una literatura en la que cooperantes viajan a los campos de refugiados y dan cuenta, a través de entrevistas, de la participación de las mujeres (Perregaux, 1993; Pineda, 1991 y Tortaja, 2002 entre otros).
Desde la antropología se ha analizado la profundidad de los cambios sociales producidos en los campos de refugiados a raíz de la guerra con Marruecos y Mauritania (Caratini, 2000; Caratini, 2007 y Juliano, 1998), recalcando la forma en la que, tras la instalación en los campos, se procede a reformular las tradiciones nómadas de las diferentes tribus saharauis. Para los saharauis la contradicción entre el sistema tribal y la democracia era estructural por lo que procedieron a modificar la estructura de la sociedad beduina en nombre de los valores de fraternidad, hospitalidad y generosidad que ella misma había engendrado (Caratini, 2000: 432). En este proceso se abolirá, entre otras cosas, el tribalismo dando fuerza a nuevos agentes como los jóvenes y las mujeres.
En un muy interesante artículo Nirmal Puwar (2008), nos advierte sobre la forma en la que los investigadores crean todo un aura melodramático sobre sus sujetos de estudio, especialmente aquellos cuyo ámbito de estudio es las mujeres subalternas. Estas construcciones se realizan desde un ángulo determinado caracterizado no sólo por la “raza”, clase y género clásicos, sino también desde determinada posición académica. La autora nos pretende poner en alerta sobre el hecho de violentar un determinado sujeto, tanto si es la abnegada trabajadora explotada como la “inmigrante de segunda generación con sari y deportivas” (Puwar, 2008: 238). Una vez se ha conseguido sustituir los discursos negativos sobre estas mujeres por otros más positivos y honrosos (Mercer, 1994, cit. por Puwar, 2008: 258) deberíamos reflexionar sobre el lugar desde el que los enunciamos y a quién van dirigidos.
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En este punto cabe preguntarse ¿Hasta qué punto la descripción heroica de unas mujeres saharauis luchadoras y empoderadas depende de una construcción melodramática? ¿Encontramos lo que queremos encontrar? Elena Fiddian Qasmiyeh (2010) reflexiona sobre las consecuencias dentro de los propios campos de refugiados de esta construcción resaltando su vinculación con la construcción de cierta estratificación dentro de los mismos. No obstante, desde mi punto de vista, el que en los campos de refugiados hubo cierto empoderamiento por parte de las mujeres en conjunto es un hecho difícilmente cuestionable por lo que creo que merece la pena preguntarse ¿Qué mecanismos permitieron a las mujeres participar, en la forma en que lo hicieron, en el movimiento nacionalista? Es más, debido a mi posición como investigador desde el estado español no debo olvidar la responsabilidad del mismo para con la sociedad saharaui. Así, me pregunto también ¿Qué efectos tuvo la colonización española sobre la sociedad saharaui? 
Agenda e identidad Seguiremos la huella del colonialismo español a través de la acción de la Sección Femenina, la institución de la dictadura franquista para las mujeres nacida de la Falange Española. Haciendo un repaso a la bibliografía existente sobre su actuación en la provincia nos damos cuenta de que pocos han sido los trabajos realizados al respecto. Por una parte podemos encontrar referencias en obras de síntesis como la polémica Crónica de la Sección Femenina y de su tiempo: vieja andadura de un proyecto ilusionado (Suárez, 1993) o Entre la importancia y la irrelevancia: Sección Femenina de la República a la Transición (Sánchez, 2007). Ambas coinciden en encuadrar el trabajo de la institución falangista en un tardío intento de hispanización, una especie de esfuerzo cultural asimilacionista que buscaría estrechar los lazos entre los territorios coloniales y la metrópolis. No obstante estas publicaciones difieren en su justificación. Para la primera se trató de una forma de crear lazos de unión antes de una prevista independencia, una forma de evitar una “independencia en hostilidad que acabaría provocando la pavorosa ruina y hambre de la mayor parte de África” (Suárez, 1993: 371). Por su parte, la segunda interpreta esta política como una continuidad del ideario falangista, el último reducto de la “voluntad de imperio” reflejada en una aventura propagandística en el contexto de las descolonizaciones.
No obstante, esta interpretación resulta un tanto simplificadora respecto a los procesos que se pudieron dar alrededor de la organización franquista. Siguiendo las reflexiones de Sabaa
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Mahmood (2008), para poder “ver” a las mujeres colonizadas en esta institución redefiniré el concepto agencia. Esta investigadora, al investigar el movimiento de las mujeres de la mezquita, se encontró con que su acepción más feminista, es decir, aquella que asocia agencia con resistencia en las relaciones de dominación, impedía comprender sus sujetos de estudio. En esta línea propuso reconceptualizar agencia como “una capacidad de acción que se habilita y se crea en situaciones de subordinación históricamente específicas” (Mahmood: 117). 
Al entender la agencia dentro de situaciones de subordinación específicas, se acaba con el concepto mujer promedio del tercer mundo (Suárez Navaz, 2008) eliminando las connotaciones de eterna dependiente. En lo que respecta a nuestro estudio esto significa estudiar la sociedad saharaui como una sociedad en cambio y a las mujeres dentro de las mismas como sujetos inscritos en unas dinámicas de poder ante las cuales contaban con ciertas herramientas para desarrollarse. De este modo, entenderemos su interacción con la Sección Femenina en un sentido estratégico, más allá de la recepción pasiva de las actividades propuestas. 
Por otra parte estas reflexiones han servido para entender la participación de mujeres en movimientos sociales en las propias metrópolis. Nuevos estudios están proponiendo analizar la posibilidad de agencia en Sección Femenina (Cenarro, 2011), en este sentido proponemos pensar esta organización desde una perspectiva colonial. La intersección entre género y colonialismo ha contribuido a desmontar el entender las mujeres blancas como faltas de poder, protegidas y vagas mostrando como contribuyeron con un trabajo necesario a las empresas coloniales (Gosh, 2004: 739). Así, partimos del reconocimiento de la capacidad de acción de las falangistas y su implicación en la obra colonial. 
Un concepto que puede ser interesante para comprender los dobles juegos y las reinterpretaciones en contextos coloniales es el de mimetismo tal y como lo desarrolla Homni Bhabha (2002). Para este autor el mimetismo colonial es “el deseo de un Otro reformado, reconocible, como un sujeto de una diferencia que es casi lo mismo, pero no exactamente. Lo que equivale a decir que el discurso del mimetismo se construye alrededor de una ambivalencia” (Bhabha, 2002: 112). Aunque las falangistas intentan “asimilar” a las sociedades colonizadas esta no será nunca una empresa terminada, nunca serán exactamente lo mismo. Bhabha enlaza este fenómeno con lo que Benedict Anderson llama la
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compatibilidad interna de imperio y nación, señalando que implica el punto en el que lo nacional ya no puede ser más “naturalizable” (Bhabha, 2002: 114).
Esto nos lleva a reflexionar sobre las identidades y su estudio. Partimos en este sentido de lo que Judith Butler define como performatividad, este concepto nace de la reflexión sobre las identidades de género y significa que “el cuerpo generizado no tiene una existencia ontológica más allá de los diferentes actos que constituyen su realidad” (Butler, 1990: 173). En esta reflexión pretendemos extrapolarla a toda la formulación identitaria más allá del género (o mejor dicho, junto al género) tomando los elementos nacionales, de clase, de raza… en línea con las propuestas de Umut Özkirimli (2005) entre las que destaca entender las formulaciones identitarias como algo nunca acabado, totalmente inmerso en procesos sociales y políticos. 
Como vemos, el análisis de la identidad nacional tiene que ver con el rol de las mujeres en la sociedad y con la imagen que se proyecta de esta labor. Como bien recalcó Anne McClincock “Todos los nacionalismos están generizados, todos son imaginados y todos son peligrosos” (1996: 260). En este sentido “la definición de la diferencia de género entre hombres y mujeres sirve para definir simbólicamente la diferencia nacional” (McClincock, 1996: 261). Al definir un movimiento nacionalista se hace una propuesta de sociedad y de sistema de género y a la inversa, en cada propuesta de sistema de género hay toda una construcción identitaria. Esto es así tanto para las propuestas de Sección Femenina, ligadas a ciertas concepciones sobre la nación, como a las del movimiento nacionalista saharaui, con sus ideas sobre las relaciones de género. 
Buscando una cronología integradora El relato que se pretende construir en este texto es múltiple, no sólo busca dar cuenta de las relaciones de las mujeres con las propuestas de género de la metrópolis, sino también de la forma en que se integraron en el movimiento nacionalista lo que representa un reto a la hora de proponer una geografía. En este sentido nos proponemos como reto integrar tres cronologías distintas: la de la Sección Femenina en el Sáhara, la cual buscó crear sus propios espacios de influencia a la sombra del gobierno colonial; la del movimiento nacionalista, que se corresponderá con una contienda política impulsada por las posibilidades de descolonización y por el miedo a una nueva colonización por parte de Marruecos y, finalmente, la de las propias mujeres, cuyo papel en el sistema de género irá cambiando y que, en un momento determinado, empezarán a poder participar de la contienda política. 
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Como apunta Mbembe sobre la problemática de la superposición de cronologías en la historia contemporánea africana, “los desarrollos a largo plazo, las desviaciones más o menos rápidas y las temporalidades de larga duración no están necesariamente ni separados, ni yuxtapuestos sin más. Encajados unos dentro de otros, se relevan entre sí; en ocasiones se anulan unos a otros y, a veces, se multiplican sus efectos.” (2008: 168). Debemos ser conscientes de este juego de temporalidades, más al intentar articular elementos tan diferentes. En este caso intentaremos tenerlo en cuenta, no obstante, para vertebrar el discurso usaremos una cronología basada en el análisis de las oportunidades políticas (Tarrow, 2004). Este enfoque parte del concepto oportunidad política, el cual hace referencia a “dimensiones consistentes -aunque no necesariamente formales, permanentes o nacionales- del entrono político que fomentan la acción colectiva entre la gente” (Tarrow, 2004: 45), para mostrar las decisiones colectivas que toma un movimiento social conformando tanto su estrategia como su forma de organización. Los movimientos sociales, a su vez, crean marcos de referencia que “justifican, dignifican y animan la acción colectiva” (Tarrow, 2004: 47).
Desde este punto de vista pretendo resaltar los diferentes contextos estratégicos en los que se formuló la participación de las mujeres tanto en el movimiento nacionalista como por parte del gobierno colonial y las diferentes posiciones que tomaron algunas mujeres al respecto. He dividido el análisis en tres períodos que corresponderían con 1958-1968, periodo en el que la administración empieza a introducirse en el territorio; 1968-1973, en el que se forma y se desmonta el primer movimiento nacionalista saharaui, el OALS y, finalmente, 1973-1975, con la creación del Frente Polisario, la intensificación de la lucha anticolonial y la plena participación de mujeres. 
La provincialización del territorio El protectorado de Marruecos ha tenido desde siempre un lugar preferente en el imaginario de los militares golpistas de 1939. Pese a que los sueños de expandir el imperio colonial africano terminaron con la derrota del Eje en la segunda guerra mundial (Nerín, 2001), una parte de los altos rangos del franquismo se aferraron con uñas y dientes en mantener lo que quedaba. Así, no es de extrañar que la pérdida del protectorado en 1956 sirviera para que estos sectores, con Carrero Blanco a la cabeza se pusieran alerta ante la posibilidad de seguir descolonizando territorios ante las exigencias de las Naciones Unidas. 
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España, ante las peticiones de informar sobre territorios no autónomos3, respondió con una estrategia “a la portuguesa”, es decir, provincializando todos los territorios coloniales. Esto es lo que hizo en enero de 1958 con Sáhara e Ifni y el 30 de julio de 1959, con Fernando Poo y Rio Muni. No obstante la política del gobierno no era unívoca, otro sector del régimen, encabezado por el Ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María de Castiella apostaba por, en caso de que fuera necesario, renunciar a las colonias en pos de conseguir objetivos más inmediatos, como la aceptación en el bloque occidental o la posible recuperación del Peñón de Gibraltar. 
En diciembre de 1966 se votaba la resolución 2229 (XXI) sobre el tema del Sáhara, por ella se invitaba a Madrid a organizar un referéndum bajo los auspicios de la ONU, sólo España, acompañado de Portugal, votará en contra de la resolución; sin embargo, en 1967 y 1968 se votarán las resoluciones 2354 (XXII) y 2428 (XXIII), de idéntico contenido a la de 1966, pero contando con el voto afirmativo de España. Esta indefinición fue la tónica general en la política colonial española.
De todas maneras Sáhara pasó a ser una provincia española y como en todas estas nuevas provincias el desarrollo de sus estructuras propias se dio a través de normas administrativas, lo que alargó el proceso hasta principios de los años 70 (Campos, 2002: 175). Como una de las provincias africanas y en consecuencia al desarrollo institucional, se crearon ciertas instituciones propias. En mayo de 1967 se constituirá la Yemáa, una asamblea de notables (chiuj) con la que se buscará dotar de mayor legitimidad al gobierno colonial. Aunque los miembros de la institución se nombraban desde las tribus ésta no tenía capacidad de decisión, simplemente para proponer la adopción de medidas legislativas al gobierno. Por parte de algunos sectores jóvenes se criticará la actitud acomodaticia de los chiuj que copaban la administración.
La provincialización trajo consigo la llegada de gran cantidad de población civil (anteriormente casi toda la población metropolitana era militar) (Gozálvez, 1994: 48) y un consiguiente desarrollo urbano y de servicios estatales. También ayudó el descubrimiento, el año 1963, de la mayor mina de fosfatos del mundo, la mina de Bucraa. Todas estas actividades llevarían al Aaiún grandes inversiones, así como gran cantidad de población metropolitana, la provincia iría pasando de ser un remoto puesto militar a tener cierta relevancia industrial.
Por otra parte, la población saharaui se encontraba sumida en un profundo cambio social a raíz del declive de la economía camellera y las consecuencias de la guerra de Ifni (Aguirre, 1987). Poco a poco esta población se iba sedentarizando buscando las ayudas del Estado Español (Correale, 2012) o el acceso a los puestos de trabajo que se ofrecían. El gobierno intentará impulsar en este sentido cierto desarrollo económico (Barona, 2004: 74) y dirigió la actividad de ciertas instituciones hacia la población saharaui.
Es en este contexto en el que debemos entender la incorporación de la Sección Femenina en este territorio. Desde 1961 se encargó de designar profesoras de Hogar, Formación del Espíritu Nacional y Educación Física Femenina en los centros públicos de enseñanza secundaria de entre las mujeres de funcionarios o militares desplazados que en la metrópolis habían pertenecido a la institución (Nerín, 2008: 3), no obstante, en 1963 se enviará a una inspectora para analizar la posibilidad de desarrollar la labor de la organización falangista entre las saharauis.
En este informe, realizado por la Regidora Central de la Delegación Nacional del SEU, se hace un diagnóstico sobre la sociedad saharaui centrándose en la estructura de género y cargando la responsabilidad específicamente en las mujeres. En este análisis la estructura familiar era vista como disfuncional a causa de la existencia de una forma de poligamia diacrónica, sobre esto escribió:
“los hombres: son monógamos aunque cambian de mujer muy frecuentemente, aunque no siempre repudian ellos a la mujer, en muchas ocasiones son las mujeres las que se separan de sus maridos por propia iniciativa” y sobre “mujeres: se casan a los 12 o 13 años y este primer matrimonio lo conciertan los padres a cambio de pedir al marido un camello, cabras, etc… Después la mujer puede buscarse otro marido una vez pedido una especie de divorcio” (Bermúdez, 1963).
No obstante, más allá de la estructura familiar, en otros análisis vemos la preocupación de la Sección Femenina por el “saber hacer” de estas mujeres. Se consideraba que éstas no realizaban ninguna actividad productiva por lo que se resentía su dignidad como mujer. Esta consideración es reflejada desde uno de los primeros informes realizados en 1964 “La mujer es una pieza que vive para adornarse, agradar, y para tener hijos. En la casa no hace nada, a
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excepción de coser algunas, y cada vez menos, las telas para las jaimas” (Mateos, 1964). De este modo, desde el principio de la implicación de la organización en el territorio ésta desarrollará programas destinados a la formación de las mujeres saharauis. La ideología falangista impregnaba estas actividades por lo que se esperaba de las mujeres no sólo el desarrollo de las labores domésticas, sino también la posibilidad de desarrollar ciertos oficios y, sobre todo, la entrega a la patria (Ofer, 2003) 
La Sección Femenina fue aumentando poco a poco su programa. Aunque con dificultades, todavía en el curso 1969-1970, en la escuela-hogar que montó la Sección Femenina se abría el 6º grado de EGB y, además, desde la organización se quejaban de que se retiraba a las niñas de sus actividades a edades muy tempranas (alrededor de los 14 años). Sin embargo, estas tenían efecto en las mujeres, así, se pueden observar ciertos efectos performativos en sus actividades. En una carta de la Delegada Provincial a la Secretaría Técnica podemos leer que:
El que las niñas asistieran al Albergue ha sido una cosa muy buena y que yo nunca imaginé. Algunas de sus casas las encuentro decoradas al estilo del albergue, y las niñas van limpias y visten más a la europea. De ellas una ha empezado bachiller… (Mateos, 1965) Los cambios sociales acaecidos a raíz de la sedentarización tuvieron su reflejo en las estructuras de género. La situación tradicional de la mujer nómada en este territorio es una situación de relativa libertad, en este sentido actuaban “la matrilocalidad, la tutela materna de los hijos, la existencia de más hombres que de mujeres, la influencia de costumbres bereberes…” (Juliano, 1998: 52). Diversos mecanismos informales las dotaban de cierto poder de negociación. Estos estaban menos presentes en el ámbito urbano al cual se estaban acercando cada vez más familias. Así, la aparición de las nuevas formas económicas fueron reduciendo el papel productivo de las mujeres que se centraba en la producción de telas para las jaimas, sustituidas poco a poco por casas así como una gran diversidad de funciones como el pastoreo o la organización de los campamentos en ausencia de los hombres (Caratini, 2007), que, al ir sedentarizándose, estuvieron cada vez menos ausentes. Dolores Juliano recoge en una entrevista una opinión de una joven de la época en este sentido, “nuestras madres, abuelas y bisabuelas nos decían: os estáis volviendo muy sumisas” (1998: 54) lo que nos da la idea de cómo eran las generaciones pasadas un referente de autonomía.
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Estructuración y desestructuración del primer movimiento nacionalista Desde el final de la guerra contra Argelia, Marruecos centró sus reivindicaciones en la provincia de Sáhara presionando en el plano diplomático para lograr incluirla en su territorio. En octubre de 1968 España votó a favor de la realización de un referéndum sobre la autodeterminación del territorio con la intervención de Marruecos, Mauritania y alguna otra nación (Barona, 2004: 156). Más tarde, el reino alauí, recabó apoyos para la descolonización del territorio, firmando el 27 de mayo de 1970 el tratado de Tlemcen para coordinar su acción para liberar y asegurar la descolonización de los territorios ocupados por España y el 8 de junio, en una reunión con Mohtar U. Dadah, presidente de Mauritania, acordando colaborar para la liberación del Sáhara.
Aunque en 1968 se concedía la independencia a las provincias de Guinea Ecuatorial y en 1969 se cedía Ifni a Marruecos, 1969 significó un punto de inflexión en el juego entre aquellos sectores del franquismo favorables al mantenimiento de las colonias y los que consideraban que se podía utilizar la descolonización como moneda de cambio cara a la opinión internacional. En este año Castiella fue destituido, fortaleciéndose el sector colonialista con Carrero Blanco al frente. Esta incoherencia en la política colonial sirvió como acicate a la formación de movimientos anticoloniales ya que la descolonización se podía percibir como cercana pero en ningún momento parecía ser segura. 
Ante el voto español a favor de la intervención de las Naciones Unidas la Yemáa respondió con una carta a la organización internacional rechazando el intervencionismo (1970, cit. por Barona, 2004:156). A la vez se envió también una carta por parte de la misma asamblea a Franco pidiendo mayor autogobierno con vistas a una futura independencia (1970: cit. por Barona, 2004:156 ). Esta misiva pide cautelosamente: 
“Primero: Protección de España al Sáhara hasta que éste pueda ser independiente, concediéndole la citada independencia sin condición ni restricción. Segundo: Derecho al pueblo saharaui a participar y permitir a sus hijos adelantados examinar la política del país tanto interior como exterior. Tercero: Progreso del pueblo saharaui en los campos cultural, social y político. Cuarto: Libertad de expresión e igualdad de emolumentos” Podemos ver en estos tres factores el caldo de cultivo de la formación del primer movimiento nacionalista saharaui. Por una parte una estructura de oportunidades políticas que hacía parecer cercano y posible el momento de la independencia aunque amenazada por el
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anexionismo marroquí. Los beneficios de una eventual independencia son claros para aquellas personas formadas ya que podrían disfrutar del acceso a la toma real de decisiones, más allá del tutelaje colonial. No obstante, las élites (los chiuj), copaban los posibles puestos administrativos y la amenaza del anexionismo hacía necesaria la colaboración de España hasta la posible independencia. 
Lo cierto es que la provincialización iba creando un estrato de nativos bilingües, con educación “a la europea” y, por lo tanto, acceso a discursos nacionales en base a los cuales formular marcos de referencia para conducir ciertas inquietudes. Este es el caso de los jóvenes, aunque también el de algunas mujeres a través de la Sección Femenina. Con el inicio de la década de los setenta ésta aumentará su actividad, ofreciendo más cursos tanto en Aaiún como en Villa Cisneros, así como iniciando una campaña de cátedras ambulantes a La Güera y Smara. Podríamos ver en estos hechos una política de atracción por parte del Estado Español ya que gran parte de la actividad que se desarrolló fue asistencial. El que se formasen capas de sociedad con acceso a formas de vida asimilables a la metropolitana no era coyuntural, sino que fue un efecto buscado por la propia organización falangista. Cuando, en una entrevista para el semanario Sáhara preguntaron a la delegada provincial de la organización sobre qué hacer con los “(…) más de veinte mil habitantes nómadas de nuestro Sáhara? -ella respondió- Crear necesidades en ellos para que sientan el deseo de satisfacerlas con su esfuerzo personal” (Mostaza, 1968).
En este contexto hace aparición Mohamed sid Brahim sid Embarec Bassir, Bassiri, nacido en la ciudad marroquí de Tam-Tam y formado en universidades de Egipto y Siria. Tras ser perseguido en Marruecos en 1967 por la publicación de artículos nacionalistas saharauis en la revista al Chuad, se refugió en Smara donde trabajó por la difusión de ideas nacionalistas (Diego Aguirre, 1980: 80) y donde encontró aceptación a sus propuestas. De este modo, se formó el OALS, Organización Avanzada para la Liberación del Sáhara (en otros documentos de Saguia el Hamra y Rio de Oro), en diciembre de 1969 como organización nacionalista clandestina. Esta reclamaba en primer lugar una progresiva independencia de España, según cita Miské (1978: 124), no inmediata, sino pasando por ciertos grados de autonomía. En segundo lugar se demandaba una reestructuración de la Yemáa que permitiera retirar a los antiguos chiuj a quienes consideraban que sólo velaban por sus intereses (Barona: 157).
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Esta organización estaba compuesta por saharauis más o menos formados: suboficiales y soldados de las tropas nómadas, también algunos chiuj y funcionarios e intérpretes de las oficinas del gobierno. Su organización era clandestina y bastante rudimentaria, había un jefe y un secretario en cada núcleo de población y sus miembros debían realizar una aportación económica de entrada y otra mensual. Su labor era básicamente el proselitismo hacia la población saharaui, aunque no se descartaban las acciones violentas pues hubo un proyecto de compra de armas a Argelia.
La primera y última movilización pública llevada a cabo fue la manifestación de Hatarrambla (Zemla), el 17 de junio de 1970. Para ese día el gobierno había convocado una manifestación oficial contra el tratado de Tlemcén y en adhesión a España en Aaiún, a lo que el OALS contestó con una contramanifestación. Tras varios tiras y afloja entre las autoridades coloniales y los manifestantes en las cuales atacaron a algunos chiuj se decidió enviar al III tercio de la legión para disolverla. El resultado fue brutal para los manifestantes, con un número indeterminado de muertos y heridos y la desaparición de Bassiri. 
Pese a que a raíz de la manifestación se desestructurará el OALS, 17 de junio se convertirá en una fecha de rememoración y Bassiri en el primer mártir de la lucha nacionalista saharaui, proporcionando un eje emocional (Tarrow: 162) desde el cual el movimiento nacionalista cobró fuerza. Muchos de los represaliados se asentarán en Zuerat (Mauritania) o en Tindouf (Argelia) creando comunidades en las que se asentará el discurso nacionalista saharaui y para los que se quedaron en el territorio significará un momento de ruptura con España. 
Es en este contexto en el que tenemos noticias de las primeras mujeres que se adhieren al movimiento nacionalista. En la sociedad saharaui las mujeres contaban con cierta capacidad de decisión, tradicionalmente, cuando los hombres abandonaban el núcleo familiar en alguno de los trasiegos de una sociedad ganadera nómada, las mujeres se encargaban de las actividades de las que se tendrían que encargar los hombres, desde recibir a los invitados hasta comerciar (Juliano: 52). Esta práctica será adaptada a la situación dada tras el exilio de decenas de activistas tras los sucesos del 17 de junio ya que sus mujeres pasarán a recoger parte de sus responsabilidades, podemos ver un ejemplo en el testimonio de Embarka Brahim Buyema “Después de las manifestaciones del 17 de junio contra el régimen franquista, mi marido, que fue uno de los organizadores de aquella gesta, fue desterrado del país. Algunos compañeros me informaron que buscaban algún lugar donde se pudiera celebrar el I Congreso
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de un movimiento recién fundado que lucharía contra el colonialismo español” (recogida en Principado de Asturias, 1995).
Para la metrópolis también significó un momento de inflexión ya que significó la primera muestra clara de desapego por parte de la población de Sáhara. La respuesta inmediata fue más control, creándose la Jefatura de Política Interior para la información y control del territorio por la que se coordinaban los diferentes direcciones: Bachillerato, Inspección de Enseñanza General Básica, PPO, Sección Femenina y Organización Juvenil para controlar a la población, creando una red de informadores alrededor de ciertos sectores de población que consideraban “peligrosos” (Barona: 176). También se incluyeron programas para atraer a los más jóvenes prometiendo futuros puestos de trabajo a través del Decreto reservado de La Coruña. 
Frente Polisario y la participación efectiva de las mujeres Hasta la muerte el 20 de diciembre de 1974 de Carrero Blanco que defendía acérrimamente la permanencia en la última colonia española el gobierno no iniciará de forma firme el camino a la descolonización. Aunque en febrero de 1973 se presentará a la Yemáa un proyecto de estatuto de autonomía similar al que rigió Guinea Ecuatorial antes de su descolonización (Barona: 179) no fue hasta 1974, que se cambie el de la provincia con personas más abiertas a las reclamaciones saharauis, buscando restaurar las deterioradas relaciones entre la metrópolis y la colonia (Barona: 183).
Por su parte, Marruecos condenó todas las iniciativas españolas y llevó sus reivindicaciones hasta el tribunal de la Haya junto con Mauritania, que también reivindicaba la provincia de Sáhara. El tribunal internacional se pronunciará en octubre de 1975 condenando las pretensiones de ambos estados sobre el territorio. Mientras esto ocurría desde las Naciones Unidas se seguía urgiendo a la realización de un referéndum de autodeterminación y la descolonización del territorio. Para mayo de 1974 se proyectó una visita de una comisión de las Naciones Unidas para evaluar las posibilidades de un referéndum de autodeterminación, esto significará una ocasión única de movilización. 
Los últimos años de colonialismo español en Sáhara fueron los más agitados políticamente. Se conjugaban elementos que ya se daban con anterioridad, como las presiones de las Naciones Unidas, la indefinición de la potencia colonial hacia una cada vez más cercana posible descolonización y las presiones, cada vez más fuertes de Marruecos para anexionar el
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territorio. También influían elementos que venían afianzándose desde inicios de los 70, la población urbana y sedentaria crecía y con ella las desigualdades y la sensación de no participar de las riquezas del territorio (minas de fosfatos y pesca). Además, las bases sociales para la movilización siguieron creciendo, cada vez había más población formada que veía frustrado su acceso a puestos de trabajo y que contribuía a demandar un cada vez mayor acceso en igualdad de condiciones a los servicios.
De este modo, aunque en 1970 se firmara el Decreto reservado de La Coruña, hasta entrado el año 1975 no se nombraron a los primeros adjuntos en la administración de Sáhara. Algo similar ocurrió en la Sección Femenina. En 1974 la organización se planteó incluir a mujeres saharauis entre los mandos (Mozaz, 1974b) con vistas a que en un futuro se creara una especie de Sección Femenina Saharaui. La lista contenía una serie de nombres de mujeres que fueron educadas en la organización desde sus inicios y que se consideraba que podían hacerse cargo de ella, no obstante fue rechazada ya que, desde servicios centrales, se consideró que no se podía confiar en la tendencia política de estas mujeres. 
En un intento de controlar el rumbo que tomase la futura situación de la colonia en 1974 se creó el PUNS, Partido de Unión Nacional Saharaui, un partido nacionalista saharaui afín a España y un vocero para legitimar sus propias tesis. En un principio, una de las principales razones para crear este partido era colaborar con el gobierno en el marco del proceso estatutario actuando como representante autónomo del pueblo saharaui. Sin embargo, sus funciones no se limitaban a estas, desde 1973 existía un grupo nacionalista saharaui que tomaba cada vez más fuerza, el Frente Polisario, y con la creación de este partido se pretendía ocupar el lugar que estaba adquiriendo dentro de la sociedad (Barona: 229).
El Polisario nació el 10 de mayo de 1973, en Zuerat (Mauritania), de la mano de El Ueli uld Mustasfa uld Saied, conocido como Lulei con el apoyo de diferentes grupos nacidos del contacto de saharauis con movimientos de izquierdas. Los exiliados a Mauritania tras los sucesos de 1970 entrarán en contacto con el Movimiento Nacional democrático; los saharauis de Tarfaya con los excombatientes del Ejército de Liberación de 1958 y los estudiantes en el exterior con grupos de izquierda marroquíes como el ala radical del partido comunista marroquí. El hecho de que hubiese saharauis repartidos por todo el mapa más allá de las fronteras coloniales les permitió realizar pequeñas incursiones armadas contra el territorio español, el eco del éxito de estas acciones se convirtió en un importante factor de atracción.
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Una de las actuaciones del último gobierno fue crear cierto entramado de medios de comunicación con contenidos tanto en castellano como en árabe hassanía que facilitaron la formulación de un debate en el territorio. En estos medios estaban Radio Sáhara y, especialmente, el periódico La Realidad. Así, se empezó a informar de la marcha de las negociaciones de España en la ONU y con Marruecos. Aunque oficialmente el punto de vista que se debía dar era el de la metrópolis, apoyando al PUNS, en algún momento se dio voz al Frente Polisario y se ofreció más información de la que, desde el gobierno se deseaba. De hecho, tras publicar el 24 de octubre de 1975 una noticia de la agencia EFE en la que se criticaban los Acuerdos de Madrid, el periódico fue clausurado.
De este modo se creó todo un estado de opinión en el que podemos encontrar dos ejes: por una parte el discurso oficialista apoyado por el PUNS que exigía una independencia en acuerdo con España y, por otra, una posición más rupturista, apoyada por el Frente Polisario que exigía la descolonización inmediata del territorio. Entre quienes apoyaban esta segunda opción se encontraban principalmente grupos de jóvenes (Barona: 325) y, como veremos a continuación, de mujeres. 
A la altura de 1974 el Ministerio de Presidencia decide consultar a la Sección Femenina sobre la posibilidad de incluir a las mujeres en un hipotético referéndum de autodeterminación. Por este motivo se decidirá realizar un informe sobre las actitudes políticas de la mujer saharaui (Mateos, 1974a). En éste, en primer lugar, se reconocen mecanismos informales de poder por los cuales las mujeres tenían capacidad de influencia “Hay que destacar que, de hecho, la mujer de este territorio, no sólo influye sino que manda. Para ello se vale de subterfugios de diversas clases, que hemos podido comprobar constantemente” (Mateos, 1974a: 1). 
También se reconoce que la implicación de las mujeres con el movimiento nacionalista “En la actualidad la mujer del Sáhara está muy sensibilizada políticamente” (Mateos, 1974a: 2). Esta implicación, según el informe, aumenta conforme se trata de mujeres que han tenido más acceso a la educación por parte de la metrópolis “Su agresividad es manifiesta en las más promocionadas. Sobre todo, cuando están en grupo se mantienen en una línea pura de ideales. Ellas tienen que ayudar a hacer su Sáhara mejor” (Mateos, 1974: 2). Esta implicación se refleja en la adopción de signos externos “He podido observar que las jóvenes han adoptado el lissar (el manto) en vez de la chilaba. En la década de los 60-70, la niña más promocionada, al
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tener que vestirse de mujer, se ponía la chilaba a imitación de la mujer de Marruecos” (Mateos, 1974a: 10).
En su actitud reflejaban el discurso del movimiento nacionalista saharaui. Así, rompían con cualquier identificación con Marruecos, lo hemos podido ver en la adopción del lissar y también se reflejaba en las encuestas que realizó la falangista “Lo que no se ha observado es tendencia hacia Marruecos, incluso entre muchachos que en otras ocasiones hubiera dudado de su postura más o menos comprometida con Marruecos; ahora hablan de que “no es posible la unión con un país que ni siquiera está considerada por los países árabes” (Mateos, 1974a: 12-13). 
Con respecto a España se considera el punto de ruptura la manifestación de Hatarrambla “Ellas dejan entrever cómo que se nos ha escapado de las manos este asunto (la independencia del Sahara). Para ellos, y lo dicen: ‘El momento histórico fue el 17 de junio de 1970’” (Mateos, 1974a: 8). Además, no se fiaban de la actitud internacional de la metrópolis “Ya no podemos confiarnos pues existen otras presiones internacionales, ante las cuales vosotros podéis estar supeditados. Por todo esto, ellos consideran deben prepararse y participar en su destino” (Mateos, 1974a: 8). 
El objetivo, claramente, es la descolonización del territorio “Dicen cómo el pueblo saharaui entero, de repente, ha abierto los ojos y se ha dado la cuenta de que son los últimos de algo que no existe; el colonialismo; por lo que sólo quieren ser independientes” (Mateos, 1974a: 7), que a su vez es considerado rico “ahora somos ricos y tenemos fosfato” (Mateos, 1974a: 4). Esta descolonización debía hacerse en clave nacional:
“Ellas tienen que ayudar a hacer su Sáhara mejor. Es curioso observar cómo ya empiezan a devolvernos nuestras propias palabras, repetidas tantas veces, para hacerles ver la importancia de la mujer en un pueblo. Nuestras enseñanzas sobre el sentimiento y actitud para con la Patria, por encima del concepto de tribu, están siendo utilizadas de manera desquiciada con fines propagandísticos” (Mateos, 1974a: 6). 
Las mujeres no sólo participaron del discurso nacionalista anticolonial, sino que también actuaron de diferentes formas en el movimiento. En informes de la misma Sección Femenina se ve reflejado a la altura de 1974 bastante tensión en las aulas “De un tiempo a esta parte notamos en nuestras alumnas una actitud de exigencias e indisciplinas fuera de lo normal, de
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esto por supuesto en todo momento se le informa a Gobierno y la línea que seguimos es siempre la que él nos marca” (Mozaz, 1974a). 
También podemos leer algunos testimonios sobre la incorporación de estas mujeres al Frente Polisario, como el de Minatu Mohamed Lemreidani: “Mi esposo es uno de los fundadores del Frente Polisario. En aquellos momentos tuve la oportunidad de trabajar en la Comisión preparatoria del Congreso Fundacional. Recuerdo que estaba en la subcomisión encargada de preparar los primeros carnés de militantes y el sello del Frente Polisario” (citado en Principado de Asturias, 1995.)
Más allá de esta actitud podemos ver activismo político de un signo más violento “Se reciben informes de que durante la manifestación del día 16 de febrero actual, algunas mujeres produjeron incidentes en el momento en que Jalihnenna, jefe del PUNS, se dirigía en alocución a los asistentes” (Barona: 236) o incluso, la entrevista realizada a una activista que se hacía llamar Leila Khaled 
“(…) fui contactada por militantes para organizar, con otras, las mujeres saharauis. Participé en la creación de las primeras células de mujeres del Polisario. Vista la imposibilidad de hacer asambleas generales, dado el dispositivo de los españoles, cada militante estaba encargado de un barrio o de una calle. Reuníamos a las mujeres en las casas en las que las familias eran dignas de confianza. El pretexto era confeccionar jerseys o participar en tareas de la casa. Las discusiones empezaban siempre por las dificultades de las vidas cotidianas, sobre los salarios de los maridos, la insalubridad, las enfermedades de los niños… Y partiendo de los problemas personales de cada uno, llegábamos juntas hasta la fuente de nuestros males comunes: el colonialismo español.” (citada en Wirth y Balaguer: pp. 84-86).
En marzo de 1974 se comenzó a llevar a cabo una estrategia nueva encaminada a llevar a España a la negociación, se capturaron rehenes españoles, además, algunos soldados saharauis de las tropas nómadas desertaron llevándose con ellos gran cantidad de equipo. Rematando esta escala de actividades, el día 12 de mayo, al paso de una misión de las Naciones Unidas para revisar la situación del territorio, se consiguieron sacar cientos de banderas saharauis a gritos de “Fuera España, ni anexión ni partición, viva el Polisario” (Diego, 1988: 19), en esta manifestación la mayor parte de los participantes fueron mujeres. Desde este día el gobierno provincial se vio obligado a aceptar y a negociar directamente con el Frente Polisario, algo que ya se había empezado a hacer desde el ministerio de asuntos exteriores tras el encuentro
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de Cortina con Lulei en Argel, no obstante, la Presidencia del Gobierno ignoró siguiendo sus propios pasos.
El día 21 de octubre de 1975, tras anunciar el rey de Marruecos la Marcha Verde, el Frente Polisario denuncia en París la empresa marroquí y pide ayuda a las Naciones Unidas; en un comunicado declara desde Argel que “el pueblo árabe del Sáhara Occidental se batirá resueltamente para impedir la confiscación de su libertad antes de haberla conquistado” (Diego, 1988: 22). Entre el día 24 y 30 de octubre las Fuerzas Armadas Reales, de Marruecos, entran en la zona norte, Saguia al Hamra, con el apoyo de las tropas españolas, que establecen el toque de queda. A primeros de noviembre empezaron los enfrentamientos entre el Frente Polisario y Marruecos. 
Los Acuerdos de Madrid, quince días después de estos sucesos, sentenciaron el futuro del territorio, dividiéndose entre Marruecos y Mauritania y estallando la guerra por todo el territorio. El resultado para gran parte de la sociedad saharaui será el asentamiento en campos de refugiados alrededor de Tindouf (Argelia). Esta abrupta ruptura permitirá reformular el contrato social por el que hasta el momento se había regido la sociedad saharaui e instaurar su propio estado desde el exilio, la República Árabe Saharaui Democrática. 
Buscando explicaciones En este análisis he intentado seguir las tres pistas que enuncié al principio: movimiento nacionalista, políticas coloniales y participación de las mujeres. A grandes rasgos se puede ver cómo, con la intensificación de la acción sobre el territorio, el gobierno va creando una capa de población que pide su inclusión en el estado y que, además, tiene capacidad para traducir estas demandas a un lenguaje asimilable por España. Esto se conjuga con un entorno internacional que incentiva la movilización anticolonial. Además trae consigo una serie de cambios sociales de género que llevarán a las mujeres a participar de una forma específica. Movimientos como el OALS o el Frente Polisario utilizaban unos marcos de referencia en un sentido nacional, lo que los asimilaba a otros movimientos anticoloniales lo que, a la altura de finales de los años 60 y principios de los 70, significaba tener el apoyo previo de toda una serie de organismos internacionales.
Si bien a nivel internacional podemos entender las oportunidades que se abrían a este tipo de organizaciones, cabe preguntarse qué fue sucediendo en la sociedad saharaui para que surgiesen individuos que aceptasen esta forma de movilización. En este caso me pregunto por
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las mujeres partiendo de la premisa de que se puede seguir una progresiva participación de las mujeres en estos movimientos. Así, si no hay noticia de participación directa en el OALS, tras su desestructuración podemos ver como empiezan a entrar para, a principios de los años 70, esta participación estar muy extendida. 
El primer dato que debemos tener en cuenta es que la mayor parte de mujeres que colaboraron con el Frente Polisario eran jóvenes, lo mismo que con los hombres. Podemos seguir una tensión de fondo entre jóvenes formados outsiders y ancianos insiders, los chiuj. La administración colonial se asentará en los segundos y en sus formas de autoridad basada en la jerarquía tribal. Frente a esto, los jóvenes formados con acceso a marcos de referencia nacionales verán frustradas sus posibilidades de ascenso social aumentando el descontento. 
El desarrollo en la provincia llegó de diferente modo para los saharauis que para los metropolitanos, a su vez, el desarrollo también estaba muy generizado, con diferentes instituciones para las mujeres. Cabe preguntarse en qué afectó específicamente a las relaciones de género estos cambios sociales y cómo influyó en las mujeres saharauis las políticas que estaban destinadas a ellas, dirigidas por la Sección Femenina. 
La organización falangista organizaba varios tipos de actividades para las mujeres saharauis. Cursos de promoción para mujeres adultas, cátedras ambulantes (una especie de escuelas temporales) para las zonas menos accesibles, excursiones a albergues en la península en verano y un internado en Aaiún con una capacidad que se fue aumentando con el tiempo. Estas actividades empezaron en 1964 y, a medida que iba pasando el tiempo fueron llegando a más población pudiendo darse casos de niñas formadas totalmente en esta institución, creciendo en el internado y participando posteriormente de las demás actividades dirigidas a las mayores, incluso una, llegó a la universidad.
Aquí se puede profundizar en las lógicas identitarias que pudieron estar sucediendo en estos momentos. Como hemos recalcado anteriormente, partimos de que la identidad tiene una dimensión performativa lo que viene a significar que los actos, gestos y discursos que realiza un sujeto son los que definen su identidad (Butler, 2001: 173), la cual no tiene una existencia más allá de los mismos. Si aplicamos esto a la interacción entre la Sección Femenina y las mujeres saharauis podemos ver cómo, a medida que las niñas pasan por la organización, van adoptando gestos, actitudes y discursos que pueden encontrar en la institución.
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Anteriormente hemos apuntado el caso de las niñas que al volver de los albergues de verano iban adoptando gestos importados de su experiencia, debemos entender este fenómeno en un sentido amplio. Uno de los ejes a partir de los cuales se expresaba la Sección Femenina era la nación, la cual se convierte en uno de los marcos de referencia básicos a la hora de participar en las actividades de la misma. Se buscaba que las mujeres saharauis adoptaran estos gestos y marcos de referencia considerando a las que más lo hacían más “avanzadas”.
No obstante, esta aceptación tenía un límite, es aquí donde entra en juego el concepto de mimetismo. Por mucho que algunas mujeres saharauis adoptaran maneras y formas normativas, no serían nunca aceptadas totalmente como las metropolitanas. Podemos ver cómo, pese a proponer una lista con nueve mujeres para formar cuadros saharauis en la Sección Femenina, ninguna será aceptada. Se produce lo que Bhabha llama deslizamiento (2002: 113), un doble juego por el que se reconoce en el colonizado alguien que potencialmente puede ser asimilado pero que nunca se acaba de aceptar totalmente.
Así se entiende que se aceptase el marco de referencia nacional. Aquellas mujeres que participaran de las acciones de la Sección Femenina lo tomarían como más verosímil y aceptable, sin embargo, su nación no podía ser España ya que siempre eran vistas como extrañas a esta construcción. Un ejemplo lo encontramos en la forma que tenían las falangistas de referirse a las niñas metropolitanas y a las saharauis en los informes: a las primeras se referían como “europeas”, mientras que las segundas eran “nativas” o “musulmanas”, sin embargo evitan hablar de ninguna de ellas como españolas.
En cierto modo, algo similar pudo haber pasado con la lectura que las mujeres saharauis realizaron sobre la posición de la mujer en la sociedad propuesta por la organización falangista. Es verdad que las actividades estaban dirigidas a conformar un tipo muy preciso de mujer, con una posición en su hogar y un restringido abanico de posibilidades en la sociedad. Sin embargo la Sección Femenina era una organización jerárquica, en la que había mujeres en puestos de decisión y esto es lo que podían comprobar las saharauis que en sus actividades participaban. 
Mi argumentación es que las mujeres saharauis tenían referentes de mujeres con una cierta posición de poder participando de un movimiento nacionalista. Esto no quiere decir ni que fuera el único referente ni que fuera una consecuencia deseada de las políticas franquistas. En
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una carta, una importante dirigente de la organización provincial que en 1974 realizó una inspección sobre la situación del territorio, sentencia: 
“(…) para lo único que se ponen de acuerdo es para despreciarnos. Ellos que nunca han tenido concepto de nación, han sido, y son, un conjunto de tribus en constante litigio, han aprendido de nosotros hasta ese concepto que ahora emplean bien manejados para al final no sé si dejarnos en el más absoluto de los ridículos. Nunca me he sentido tan española y siempre lo he sido mucho.” (Mateos, 1974b4) 
No obstante queda resolver el por qué de los ritmos de incorporación de las mujeres al movimiento nacionalista. Aquí cabe hacer referencia al sistema de género que existía en la sociedad saharaui y a los mecanismos por los cuales las mujeres podían acceder a la toma de decisiones. 
En un principio quienes tengan más necesidad de movilizarse fueron los hombres que, por haber accedido al sistema colonial veían frustradas sus posibilidades de ascenso social una vez llegado a cierto punto: tropas nómadas, jóvenes con estudios, personal administrativo… Estas capas de población son los que formaron parte del OALS. Una vez este movimiento es reprimido entra un mecanismo propio de la sociedad saharaui, en ausencia del marido, la mujer se puede encargar de los asuntos de la familia.
Es aquí cuando entran las primeras mujeres en el movimiento nacionalista, como podemos ver en el testimonio de Embarka Brahim Buyema. A medida que la sociedad se iba sedentarizando y la economía de la misma cambiando más mujeres sentían la necesidad de acceder a puestos de trabajo y a formación, por lo que se convirtieron en otra de las capas activas en las movilizaciones posteriores. De hecho, para 1973 las mujeres eran uno de los pilares de la organización del Frente Polisario.
Para esto influyó, no sólo las necesidades que este grupo tenía y su influencia social, sino también la conciencia de que podían serlo. Una influencia basada en mecanismos informales que fueron sistemáticamente ignorados por la administración española pero que podían ser muy efectivos. De hecho, una de las reivindicaciones del Polisario fue “Restablecer todos los derechos políticos y sociales de la mujer y abrir ante ella todas las perspectivas” (Wirth y Balaguer, 1976: 128) que recoge el reconocimiento de estas capacidades tradicionales. 
4 Subrayado de la autora
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