Hay algo podrido en el reino de Marruecos. Nada puede explicar las constantes y feroces provocaciones contra Argelia a no ser que sean las dificultades económicas y los fracasos de la opción de autonomía para el Sáhara Occidental .
Nuestros vecinos del Oeste hacen todo para que las relaciones sean de las más execrables entre los dos paises. Cada día, al despertarse, miran la salida del sol y se acuerdan de que las fronteras están cerradas y el contrabando de combustible ya no se hace con tanta facilidad.
Miran hacia el Este y se dicen que, si no dejan que la droga invada Argelia, nada calmará los ánimos de los Rifeños.
Los gobernantes marroquíes tienen los despertares dolorosos. Intentan disfrutar de la salida del sol , pero no pueden.
Su ambición de ser la potencia regional, la de ser un actor mayor en el Sahel o de poder conturnar a resoluciones de la ONU se ven socavadas. Su diplomacia no es o es poco escuchada por los africanos .
Sus aliados de siempre están empezando a cansarse de las violaciones a los derechos humanos en los territorios saharauis ocupados.
El pueblo marroquí desespera de ver la crisis económica languidecer, sobre todo porque el vecino del norte ha cerrado su mercado de trabajo.
Sólo la droga y las provocaciones al vecino del Este permiten mantener a los marroquíes en un estado de obediencia y repeler un poco una revuelta latente. Eso se suma a la debilidad del gobierno y la falta de carisma del rey Mohamed 6 .
La búsqueda de problemas en la vecindad es la prerrogativa de un gobierno en dificultad interna. Querer a toda costa hacer de Argelia la fuente de sus problemas no va a resolver los diferendos que se acumulan año tras año y hace que la vecindad sea más delicada en un momento en que la subregión es proa de una inestabilidad crónica .
Nuestros amigos marroquíes están condenados por la historia y la geografía a buscar las mejores relaciones con sus vecinos, sobre todo con Argelia. Los dirigentes marroquíes deberían también buscar, con mucha más seriedad y pragmatismo, una solución a la última colonia de África. Deberían reflexionar sobre los beneficios que obtendrían si las relaciones fueran más aliviadas y que la realización de la Unión del Magreb no fuera bloqueada por culpa de ellos .
En lugar de dedicarse a vanas maniobras y a avivar el fuego del odio, los dirigentes marroquíes deberán recuperar su calma y pensar en la puesta del sol. Es verdad que se pone en el Atlántico, pero eso debería ayudar a calmar los espíritus. Si el sol se pone en el Oeste, para nuestro amigos marroquíes el despertar sólo puede hacerse con los vecinos del Este. Sino, el tiempo seguirá su curso y los dos países habrán perdido muchas oportunidades de reencontrarse y avanzar hacia el progreso.
A. E.
La Tribune, 31/01/2014