Pedro Canales
Han sido necesarios meses de debates intensos, de crisis a veces sangrientas como los asesinatos de dos líderes de la oposición de izquierdas, de manifestaciones multitudinarias en las calles de Túnez, para que la Asamblea Constituyente, aprobase por fin este fin de semana la primera Ley Fundamental en el espacio geopolítico árabe que se puede afirmar que es democrática.
La Constitución tunecina ha sido fruto de acuerdos y concesiones por todas las partes. La Asamblea ha sido la más representativa de la sociedad, elegida a sufragio universal, y por lo tanto heterogénea. Entre las posiciones defendidas por el sector más ortodoxo del partido islamista Enahda, mayoritario en el cónclave constituyente, y los grandes partidos centristas y liberales, con diputados incluso pertenecientes a las formaciones políticas que habían formado parte del régimen anterior del general Zine Ben Ali, mediaba un abismo. Los enfrentamientos verbales en la cámara y físicos en las calles y plazas, entre islamistas y laicos, progresistas y conservadores, radicales y pragmáticos, se han sucedido sin parar desde el triunfo de la “revolución del jazmín” un 14 de Enero de 2011.
El líder de la formación política centrista Nida Tunes, Beji Caid Essebsi, afirmaba días atrás que “los islamistas de Rachid Ghanuchi han sacado las conclusiones de lo ocurrido en Egipto”, donde los militares derrocaron al primer presidente elegido democráticamente en la historia del país, el islamista Mohamed Mursi. Por su parte el líder de Enahda, manifestaba que ha sido su formación la que “más concesiones ha hecho”, para que saliese adelante la Carta Magna.
La nueva Constitución tunecina es sin duda alguna un modelo para el resto del mundo árabe y musulmán, tanto por su contenido democrático como por el modo de haberla sacado adelante. Las libertades fundamentales, los derechos democráticos y la igualdad plena de hombres y mujeres, figura en letras de oro; la religión por su parte, queda en un segundo plano, y no se la erige en fuente de jurisprudencia, lo que ha generado ataques virulentos de las formaciones salafistas, intransigentes en cuanto a la Charia como “único modelo de sociedad”.
Paralelamente y de manera simultánea, el nuevo Jefe de gobierno designado por el Presidente Moncef Marzuky para formar Gobierno, tras el acuerdo de las fuerzas políticas y sociales fundamentales del país, ha presentado su Ejecutivo constituido en su mayor parte por ministros y ministras profesionales, académicos, altos funcionarios de la Administración y de organismos internacionales, magistrados, si bien con una muy débil representación femenina, 3 sobre 29, que ha dejado mal sabor en los centenares de miles de mujeres que han combatido para derrocar el antiguo régimen y construir el Túnez de mañana. Un gobierno que se puede calificar de tecnócrata, y que tendrá ante sí la tarea de hacer arrancar de nuevo la maquinaria de la economía, atascada por tres años de parálisis, y crear las mejores condiciones para organizar las futuras Elecciones legislativas y presidenciales; así como hacr frente a las amenazas terroristas que se ciernen sobre Túnez, provenientes del grupo Ansar Charia con oscuras ramificaciones, y de formaciones yihadistas que deambulan por las fronteras de Túnez con Libia, Argelia y el Sahel. La Unión Europea, los Estados Unidos, y algunos países del Golfo, han prometido ayudas substanciales, imprescindibles para sacar el país adelante. Pero quizás el apoyo más imprescindible en estos momentos tiene que ser el político.
AlifPost, 28/01/2014