En la web Wikileaks ha desaparecido el original de un interesantedocumento desclasificado que plantea jugosos interrogantes sobre el papel desempeñado por la administración de los Estados Unidos en los turbios tejemanejes que desembocaron en la invasión marroquí del Sáhara Español, en octubre de 1975. El insigne profesor Luis Portillo Pascual del Riquelme, autor de una traducción del texto que llevaba años plácidamente expuesto así al acceso del público, ha llamado la atención sobre este hecho alertando sobre un posible caso de censura. Cabe preguntarse a quién molestaba el texto tanto como para tomarse la engorrosa molestia de lograr su retirada de la web más desafiante con los poderes oscurantistas del planeta. A falta de explicaciones por parte de Wikileaks, la pista principal es el texto en cuestión.
El documento, un producto de los archivos diplomáticos de Estados Unidos, se refiere al encuentro que el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger celebró en París el 17 de diciembre de 1975 con el actual presidente argelino Mohamed Buteflika cuando este era el responsable de la política exterior de su país. En España ya reinaba el rey Juan Carlos y el Gobierno de esta primera monarquía posfranquista estaba dando los últimos remates a la farsa con la que se había optado por salir del Sáhara todavía oficialmente español, haciendo lo posible para que la comunidad internacional consintiese la ocupación ilegal marroquí del territorio.
Lo primero que llama la atención al repasar el contenido de este texto es el tono cordial y distendido que preside el diálogo entre Buteflika y Kissinger, muy distante de las tensiones que hubiese cabido esperar del relato que solemos tener sobre las supuestas malas relaciones que en la época mantenían Estados Unidos y Argelia por encontrarse en bandos contrarios en el contexto de la guerra fría. La transcripción de esta conversación secreta tampoco cuadra con la visión que le echa la culpa del desaguisado español a las enormes presiones con las que el avieso imperialismo americano obligó a la España del franquismo agonizante a que entregase la provincia número 53 a Marruecos. También aquí se supone que el objetivo era el de impedir el nacimiento de un Estado saharaui susceptible de caer en la órbita de Argelia y convertirse así, de acuerdo con esta lógica, en otro peón del eje soviético.
Sin embargo, desde el comienzo del encuentro, no hay nada que sugiera que la Argelia progresista y revolucionaria del FLN fuese, como suelen sugerir las versiones de la época, el enemigo número uno de Estados Unidos en el norte de África. Ambos políticos parecen competir entre sí en una amabilidad que busca evitar el mínimo malentendido. Tienen un evidente interés en atraer al contrario a su propio campo pero sin que ello pueda empañar una relación de la que ninguno tiene quejas, sino todo lo contrario.
El propio Kissinger subraya que Argelia es un país en el que Estados Unidos tiene muchos intereses y reconoce que ambos gobiernos mantienen una relación « muy positiva ». De hecho, le agradece a Buteflika la cooperación argelina en el terreno político en relación con Oriente Próximo. Por su parte, el entonces ministro argelino le da la razón y suma a estos elementos la “formidable cooperación” que al parecer también existía ya en el campo económico. Si nos fiamos de este texto Argelia y Estados Unidos no estaban tan distanciados aunque, eso sí, ninguno de los dos tenía interés en que se notase demasiado.
La obsesión por la guerra fría que con razón se suele atribuir a Kissinger por la guerra fría asoma en el intercambio de opiniones que ambos tuvieron en relación al conflicto en Angola. Ni rastro, en cambio, al hablar de la cuestión sahariana, segundo tema tratado el encuentro. Lo primero que hizo Kissinger al abordar este asunto fue adelantarse a Buteflika para asegurarle que, desde Washington, no se había hecho presión alguna sobre España y que, incluso, se había intentado disuadir al rey Hassán de Marruecos para que la Marcha Verde del 6 de noviembre no entrase en el Sáhara Español.
A la hora de explicar las razones de la no oposición estadounidense a la invasión, Kissinger pone mucho énfasis en que su postura no sea interpretada como un apoyo a Marruecos sino en clave de actitud neutral. Pero sobre todo, se desvive para que la actitud « neutral » de su Gobierno no sea interpretada como un gesto antiargelino. Intenta también justificarse con la supuesta ambigüedad del dictamen del Tribunal de la Haya, el escaso interés de Estados Unidos por el Sáhara o las dudas que le impiden ver que el caso tenga que ver con una “cuestión de principios”, como alega Buteflika, al compararlo con la cuestión palestina.
Por su parte, con mucha amabilidad, Buteflika va desmontando estos argumentos y le propone defender una solución que pase por la celebración de un referéndum de autodeterminación en el que los saharauis pudiesen decidir libremente su futuro. Este pasaje explica que cuando la organización de Assange colgó este cable en su sitio,algunos analistas proanexionistas se pusiesen rabiosos con la supuesta deslealtad (para los intereses alauitas) de Buteflika a la hora de abordar el conflicto saharaui. Aunque, probablemente, lo que mas les dolió al leer esta parte del resumen diplomático es que Kissinger, en principio, no se opusiese a la propuesta de Buteflika y le prometiese pensar en la solución del referéndum.
¿Hasta dónde llegó la sinceridad de Kissinger? No hay que perder de vista que, cuando se trata de investigación histórica, al igual que en periodismo, un documento no basta para esclarecer la verdad. Pero, desde luego, el principal beneficiario de la desaparición de este cable es la unanimidad con la que analistas de derechas e izquierdas atribuyeron a la hostilidad entre Estados Unidos y Argelia la gran baza con la que Marruecos, hace 38 años, se alzó con su primer triunfo en el Sáhara Español.
En Arenas Movedizas, 11/01/2014