La aprobación por la Asamblea Nacional Constituyente del Artículo 20 de la nueva Constitución, que estipula “la igualdad de los ciudadanos y de las ciudadanas sin discriminación alguna”, es probablemente la conquista más importante de la llamada “revolución del jazmín” que derrocó al general dictador Zine Ben Ali hace ahora tres años. Por tres razones principales.
En primer lugar y tras meses de debates interminables, de interrupciones y de marchas populares de todos los signos por las calles de Túnez y de las principales ciudades del país, es la primera vez que se consigue una cuasi-unanimidad en la votación de un tema crucial para el porvenir de la revolución. De los 169 votantes, el SI ha arrasado con 159 votos. En términos de política de diálogo y de consenso, esto ya es un éxito.
En segundo lugar, se trata de un llamamiento al Mundo Árabe y por extensión un mensaje dirigido a Occidente, que indica que las conquistas sociales y culturales arrancadas a la colonización primero y a los gobiernos dictatoriales y autocráticos después, son irreversibles cuando la sociedad se moviliza y las hace suyas.
Y en tercer lugar, y no es menos importante, es el hecho de que el partido político mayoritario que ha permitido su votación ha sido una formación islamista, concretamente Enahda. Lo cual tiene lecturas en dos terrenos: en el político echa por tierra la tesis de los que afirman categóricamente que los islamistas por definición son antidemocráticos, y además consideran a la mujer como “ciudadana de segunda categoría”; y en el ideológico da esperanza de que el reformismo es posible en el Islam.
Es cierto que el texto de la futura Constitución podría haber ido más lejos. Algunas organizaciones internacionales de derechos humanos, como Human Rights y Amnistía Internacional, lamentan que no se condene explícitamente la discriminación racial, religiosa, lingüística u otra. Pero aun así el texto aprobado deja claro que “todos los ciudadanos y ciudadanas tienen los mismos derechos y los mismos deberes”.
El movimiento islamista tunecino acaba de abrir un debate muy amplio que va a repercutir en todo el mundo musulmán. Porque no sólo acepta la igualdad de hombre y mujer, sino que ha renunciado a considerar el Islam como “fuente del derecho” y en consecuencia a castigar “las agresiones contra lo sagrado”. Es el comienzo de la separación de la religión y del estado, de las creencias y de las reglas de la vida social, de la espiritualidad y de la Ley.
Pero además no es sólo el mantenimiento de una conquista social, ya que Túnez es desde su independencia en 1956 el país árabe que otorga más derechos a la mujer, sino que va más allá. Porque en la sucesivas Constituciones que se han sucedido en el país norteafricano nunca se había consagrado “la igualdad de sexos”. En ningún otro país musulmán se ha conseguido semejante triunfo.
Para completar el cuadro, la futura Constitución comprenderá también un artículo que garantiza “las libertades de opinión, de pensamiento, de expresión y de información”. Y otros que garantizan « los derechos de los detenidos » y « la imprescriptibilidad de los crímenes por tortura ».
AlifPost, 10/01/2014
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